Una historia muy bonita sobre la creación del mundo es la de Pan Gu. Es china. Dice así.
Según Pan Gu y antes de Pan Gu el mundo era un huevo negro. Dentro estaba Pan Gu entero. Como Pan Gu no podía respirar, un día rompió el huevo y la parte superior de la cáscara se convirtió en el cielo, y la parte inferior en la tierra. Y Pan Gu estaba en el medio. Así permaneció mucho tiempo. Cuando miles de años después Pan Gu murió, de su último aliento nacieron el viento y las nubes; de su último grito el trueno y el relámpago; de uno de sus ojos el sol y del otro la luna. De su sangre y su saliva las aguas, y de su sudor la lluvia. Por último nacieron el hombre y la mujer, de sus piojos y pulgas respectivamente; pues Pan Gu tenía en abundancia de unos y de otras.
El final no es muy amable con nosotros, los humanos, es cierto. Pero también es bonito, ¿por qué no? Los piojos son seres muy interesantes. Son insectos diminutos, sin alas, que se alimentan unos de las aves y otros de los mamíferos. Los primeros son piojos masticadores, y los segundos piojos chupadores. Existen más de tres mil especies de piojos y cada una tiene sus costumbres, sus manías, y su manera de ser. En general no son buenos conversadores y el trato con ellos es difícil. Aunque se les dirija la palabra educadamente, no suelen contestar. Pero aun así merece la pena conocerlos.
Algunos piojos de las aves son muy viajeros, como por ejemplo Columbicola claviforme, que vive en las palomas y le encanta ir de un lado para otro todo el día; otros adoran los deportes de riesgo como Craspesorrhynchus aquilinus que vive en el águila real; y otros en fin, son tan sedentarios que parecen jubilados, eso sí, de no muy buenas maneras. Es el caso de Menopon gallinae, que vive en las gallinas con toda tranquilidad, pero no hace otra cosa más que morderlas con saña constantemente. Incluso hay uno, Koeniginimus punctatus, que vive en la gaviota reidora, de lo que se puede inferir que este pequeñísimo malófago adora con toda su alma las olas, las risas y el mar. Por cierto que a la gaviota reidora (Larus ridibundus), conocida por este nombre en casi toda Europa en muy distintos idiomas, la llamamos los gallegos “gaviota llorona”. Teniendo en cuenta que se trata de la misma especie ¿no debería esto hacernos reflexionar a los naturales de esa parte del continente sobre nosotros mismos? El lenguaje es muy revelador.
¿Y cómo no citar aquí al conocidísimo Liposcelis divinatorius que es extraordinariamente culto y se alimenta de libros? De hecho se sabe de un Liposcelis, también conocido como piojo de los libros, natural de Carballiño, Ourense, que residió en el Escorial durante años y fue íntimo amigo de Benito Arias Montano, quién lo consultaba a menudo acerca del cuidado que se debía dar a la biblioteca del rey, para mantenerla en buen estado.
Esto en cuanto a los piojos masticadores. Porque los chupadores que son los de los mamíferos, son otra cosa: esos son los nuestros (”nuestros hijos de puta” que diría Kissinger). Son de casa. Y más humanos aun si cabe. Los piojos chupadores se alimentan básicamente de sangre, lo que de por sí ya es bastante humano. Además estos piojos tienen un gancho en el extremo de cada pata con el que se aferran fuertemente al pelo y no lo sueltan pase lo que pase. Esto es aun más humano: son como la Virgen del Puño, pero por la comida.
El piojo del cerdo tiene tres pares de patas y carece de ojos. El piojo del ganado es chato. Y el piojo del elefante de Sumatra tiene un nombre perfectamente puesto: Haematomyzus elepanthis sumatranus. Los humanos tenemos tres clases de piojos: Pediculus humanis corporis, los del cuerpo; Pediculus humanis capitis, los de la cabeza; y Phthirus pubis, las ladillas. No se entiende muy bien por qué a las ladillas se las considera una clase aparte de los del cuerpo; habría que preguntárselo a alguien que lo sepa. La mayoría de los piojos miden entre uno y cinco milímetros de longitud. Pero eso no debe confundirnos: aunque sean pequeños son muy fieros y voraces. Como ya ha dicho alguien una vez, estos curiosos y pequeños insectos son en realidad terribles depredadores... que devoran a sus presas en unidades inferiores a uno.
En cuanto a las pulgas, aparte de no tener alas y alimentarse de sangre, dos cosas en las que se parecen bastante a los piojos, se distinguen de aquellos en que: a) tienen pelos; y b) saltan mucho. De hecho saltan prodigiosamente, razón por la que se las ha empleado a menudo en espectáculos circenses con gran éxito. El Circo del Sol estuvo a punto de contratar a unas cuantas pero al final no lo hizo porque no se veían bien. Hay más de mil especies de pulgas y la mayoría de ellas viven en los trópicos. O sea que si usted vive en Europa, ha tenido suerte. Una de las pulgas más conocidas es Pulex irritans, la típica pulga del hombre, que también vive (los expertos dicen “parasita”, del verbo “parasitar” pero esto suena un poco absurdo, y si no prueben a conjugarlo), en zorros y tejones. Es muy molesta.
Para identificar a una pulga correctamente, es preciso sumergirla durante dos días en una solución de potasa cáustica al 20%, para que se vuelva transparente antes de examinarla al microscopio. No sé por qué les cuento esto ya que dudo que les pueda ser de utilidad. Otras clases de pulgas conocidas son la del perro, la del gato, la del conejo que transmite la mixomatoxis, y la del topo. La pulga del topo no es ciega y sabe idiomas.
Las pulgas son más peligrosas que los piojos, ya que pueden transmitir enfermedades como el tifus o la peste negra. Por desgracia los osos hormigueros se alimentan de hormigas y no de piojos y pulgas. Esto es algo que Dios o quién fuera hizo muy mal en su momento, porque si los osos hormigueros se alimentaran de estos pequeños malófagos como tenía que ser, con un oso hormiguero en casa arreglaríamos todo este asunto de las pulgas fácilmente. En fin, que no es así. Tchk. Mala suerte.
Y por supuesto, Pan Gu ya sabía desde el principio todo lo que les acabo de contar. Vaya si no.
PD: Las pulgas marinas (Talorchestia longicornis) son crustáceos. Se parecen mucho a las pulgas, razón por la que se las llama así. Pero no son pulgas. Y son inofensivas. Si usted está tumbado en la playa un día cualquiera y le pasa por encima un animado grupo de estos simpáticos anfípodos, déjelas hacer y disfrute de las cosquillas. No le pesará.
2 comentarios:
Seguiré el consejo sobre las pulgas marinas y tendré más reparo a partir de ahora al desparasitarnos (en mi familia solemos hacerlo como algunos macacos, en sociedad, todos en el salón nos desparasitamos unos a otros), ya que esos parásitos son según Pan Gu primos lejanos.
Ah, las pulgas marinas... Cada vez oigo a más personas decir que les parecen asquerosas, cosa que no entiendo porque a mí me parecen divertidísimas. Esencia de mares limpios.
Por cierto, no se si habrás notado que últimamente no es fácil verlas. He oído decir que son muy sensibles a la contaminación. Espero que no nos las carguemos, y que puedan seguir haciéndonos cosquillitas en los pies.
Saludos.
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