31/5/09

El jefe indio amigo de MacLuhan

          Cuando aquel joven y apasionado jefe indio propuso en el Consejo enterrar el hacha de guerra, ninguno de los ancianos que lo apoyaron podía sospechar que su intención era hacerlo... en el cráneo del enemigo.

29/5/09

Quesos (gastronomía)

          Algunos quesos son tan grandes que se necesitan dos hombres fuertes para transportarlos; en cambio otros son tan pequeños que hasta un niño puede llevarlos en el bolsillo. Este hecho, por más que se haya estudiado en profundidad no deja de resultar chocante.

          En la antigüedad los quesos se llegaron a usar con fines mágicos por medio de la tyromancia; un arte de adivinación que consistía en predecir el futuro observando atentamente un queso. 

          Sin embargo pocos magos se dedicaban a esta disciplina en sentido estricto. La mayoría preferían la adivinación mediante la observación del vuelo de las aves, del cielo, o la más simple y directa adivinación numérica, pues estos sistemas eran mucho más fiables... y les permitían comerse el queso.

Una vara mágica

          Se sabe que las varas de los magos han de ser de avellano, rectas, lisas y sin nudos. Inmaculadas, perfectas. 

          Un buen maestro que tuve en la enseñanza primaria, don Lino, tenía una así. Era blanquísima, pulida y, efectivamente, perfecta. 

          La vara, que don Lino guardaba celosamente en un cajón, o empleaba para señalar un mapa, o dejaba a veces sobre la mesa mientras explicaba una lección, ejercía una fascinación extraordinaria en mi, y creo que también en el resto de la clase.

          Al contrario que la vara de Mercurio que adormecía a los hombres, la de don Lino nos mantenía a todos los niños bien despiertos. Como yo, también los demás deseaban tocarla. Y en verdad debía de tener algún poder mágico, pues en las ocasiones en que lo lográbamos, su contacto nos producía en la palma de la mano una sensación muy parecida a la del fuego.

24/5/09

Equinos famosos


          Es bien sabido que caballos y asnos tienen poderes psíquicos y, sobre todo, una portentosa facultad para el cálculo matemático y la lectura del pensamiento.

          Estas extraordinarias habilidades han despertado siempre el interés de los científicos y hoy en día los casos documentados de equinos prodigiosos son tantos que ya nadie discute su autenticidad.

          Por citar sólo algunos de los más conocidos, John Gardner, un agricultor de Alabama, tenía un caballo que podía sumar y restar de memoria con gran facilidad. Lady Wonder, una yegua de Richmond (Virginia), leía el pensamiento sin equivocarse. Daniel Pacciotti, un burro siciliano ya fallecido, sabía leer y escribir perfectamente, trabajaba como cajero en un supermercado y no necesitaba calculadora. Y Mister Brown, un percherón de Westfalia tenía visión remota y podía ver lo que hacía la reina de Inglaterra en cualquier momento. Este caso es verídico y el gobierno de Su Majestad llegó a presentar una queja formal ante el Káiser.

          Otro equino famoso, aunque sin poderes, fue la mula del Papa tan a menudo citada por Voltaire y que como todo el mundo sabe... comía a deshoras.

22/5/09

El leonero poeta


          La historia del leonero de Carlos V siempre estuvo envuelta en el misterio. Aunque no sabemos su nombre, sí sabemos que era de origen lombardo, y también que como todos los lombardos nunca se afeitaba. 

          El trabajo de este hombre consistía en domesticar los tigres que utilizaba el rey de España en las cacerías. 

          Pánfilo de Narváez lo conoció en persona en Toledo y parece ser que lo tuvo por mago y poeta, pues el italiano le dijo en cierta ocasión refiriéndose a sus fieras: 

          “Estos animales son mis hijos, señor, y son ángeles, y yo los haré hacer milagros y el Rey me dará un Estado”.

17/5/09

¡Demonios!

          Por lo general se tiene la idea de que los demonios son tipos feos y desaliñados, pero no es así. Nada más lejos de la verdad. Muchos demonios como Belial, o el de Ricardo Bellver que está en el Parque del Retiro, son muy guapos. No hay que olvidar que antes fueron ángeles. 

          En general la mayoría de los súbditos de Satanás son gente limpia y de buena presencia. Los demonios gallegos por poner un caso, son corteses y atildados, hablan siempre educadamente y visten como señoritos de Madrid. 

          Tampoco es verdad que todos sean malos. Un demonio mejicano amigo de Francisco Hernández era bueno. Además están muy organizados. Tienen su propia jerarquía con reyes y príncipes, duques, condes y notables. Y poderosos ejércitos con legiones bien entrenadas al mando de capitanes, generales y otros militares de alto rango. 

          Según Vicente Risco tienen incluso policía secreta y su propio cuerpo diplomático. El autor orensano en su “Historia del Diablo” precisa los nombres de varios demonios embajadores de distintos países. El de la Gran Bretaña, y no lo digo por molestar, se llama Mammón. 

          Algunos demonios son expertos en leyes, otros son cirujanos, otros arquitectos, e incluso los hay panaderos, zapateros y de otras profesiones más modestas. Un demonio famoso, Ismael Florito, fue falsificador de moneda en su juventud y ejerció la profesión de modisto en París. En el infierno hay de todo. Como en botica.

          El demonio francés Fleuretty, que construyó el puente del río Arnoia de Allariz en una sola noche y al que allí conocen popularmente como “o demo Florete” (no confundir con el citado Ismael Florito), era albañil. En cambio el famosísimo Lucifer era juez. Dos profesiones muy distintas como bien se puede ver.

         Hay demonios que escriben versos, por lo que son poetas; y otros tienen nombres maravillosos como Moloch, el Príncipe del País de las Lágrimas.

          También los hay femeninos. El demonio egipcio Ammit era chica. Tenía cabeza de cocodrilo, cuerpo de pantera y nalgas de hipopótamo (no me pregunten por qué era chica). Y la bella demonia Onoscelia tenía piernas de burra (no me pregunten por qué era bella). 

          La forma de los demonios es muy variada. Los clásicos arquetipos con cuernos y rabo, o con aspecto de macho cabrío como Baphomet son más que conocidos por todo el mundo, pero hubo otros demonios con formas muy distintas. John Hollywood, el astrónomo inglés del siglo XIII, tuvo uno en propiedad rarísimo: era esférico.

           El famoso demonio que se disfrazó de serpiente en el Paraíso no era tal. Recientes investigaciones han aclarado que se trataba de un simple ofidio sin ningún poder diabólico. En concreto era un surucucú o crótalo mudo de América del Sur. 

          El surucucú aunque muy venenoso no habla, por lo que difícilmente pudo engañar a Eva.

15/5/09

El Marqués del Gasto

          Poco conocido por el gran público, Alfonso de Ávalos, Marqués del Gasto, fue uno de los personajes más increíbles de la historia de España. Y esto hay que reconocérselo, un aristócrata que sí hizo honor a su título. 

          Era un hombre muy culto, poeta y soldado. Siendo tan sólo un muchacho se alistó en el ejército del emperador Carlos V y llegó a Capitán General. Participó en la batalla de Pavía junto al valeroso Antonio de Leyva, y en 1538 fue nombrado gobernador de la ciudad de Milán. Bajo su mandato la corte milanesa se convertiría en la más refinada y suntuosa de toda Europa. El tipo vivió a todo tren.

          Cuando murió en 1546, el cortejo fúnebre que recorrió las calles de Milán con su féretro fue lo nunca visto. En el capítulo once de “El Crótalon”, el maravilloso libro de Cristóbal de Villalón que todos los españoles deberíamos leer varias veces, el personaje de Gallo, que vio en persona el entierro del Marqués, hace una descripción detallada del mismo, de la cual extraemos algunos datos.

          – Abría el cortejo un desfile de quinientos niños vestidos de luto, todos con el escudo de armas del Marqués bordado en plata en el pecho. Y cada niño llevaba una antorcha en las manos.

          –  A continuación iban cien cruces de madera, cada una de ellas con cinco grandes velones.

          –  Después mil seiscientos clérigos, monjas y frailes pertenecientes al cabildo de la catedral y a todas las iglesias y parroquias del milanesado. Todos portando cirios encendidos.

          – Los seguía la guardia a caballo del Marqués, vestida de luto y precedida por dos trompetas.

          – Detrás, todo el personal de La Casa, más de cuatrocientas personas.

          – La guardia alemana, pajes, caballeros, soldados y reyes acompañados por cinco grandes estandartes y un cortejo formado por ocho pajes, llevando cada uno de ellos un objeto del difunto: la espada, el escudo, la lanza, un estoque, un bastón...

          – El caballo del Marqués conducido por un mozo, guarnecido de terciopelo negro y con freno y espuelas de plata. Y detrás, doce mozos de espuelas con otros doce caballos de gala.

          – Después doce caballeros de luto con capirotes, llevando en andas el cuerpo de su excelencia bajo un dosel de terciopelo negro y brocado de plata. El Marqués asistió a la procesión vestido de rojo y oro, con las enseñas y las armas de la orden del reino de Nápoles, y permaneció en decúbito supino durante todo el acto.

          – Seguían a don Alfonso veinticinco caballeros engalanados con el escudo de armas de la Casa de Ávalos. Y cada uno de ellos llevaba un hacha de cera negra encendida en las manos.  

          – Por último, cerrando el cortejo su hijo, el Marqués de Pescara; y sus hermanos don Íñigo y Cesáreo de Ávalos seguidos de otros familiares, príncipes, nobles, todos los gobernadores y alcaldes de Italia, los comisarios generales de Su Majestad y una multitud de embajadores y otras personas notables.

          Más de doscientas mil personas asistieron al sepelio. Y además de la misa solemne de cuerpo presente celebrada en el altar mayor de la catedral, en las otras capillas se oficiaron ese día cuatrocientas misas rezadas.

         Un entierro así es muy caro, que duda cabe. Hoy en día ya nadie puede permitírselo. Aparte de que quién lo hiciera dejaría a sus herederos en la indigencia, cosa que también ocurrió en el caso del Marqués. 

         Lo de las cuatrocientas misas merece un capítulo aparte. Parece ser que se oficiaron para abreviar en lo posible la estancia del difunto en el Purgatorio. Un gasto inútil que hubiera disgustado mucho a su excelencia. Hoy lo sabemos, pues el Purgatorio... ya no existe.

Una idea poco original





           Esto ya tiene tiempo.

           Primera foto: la imagen del fondo está tomada en la Fundación Serralves, en Oporto. El coloso del primer plano es de banco de imagen, de un tal John Knill. 

           El fotomontaje es simple pero impactante, lo que me sugirió la idea de que podría hacerse una serie de fotos en distintos museos o lugares públicos famosos, que incluyeran siempre un desnudo chocante en primer plano. Una idea bonita. Y yo creía que original.

           Así que lo intenté otra vez (segunda foto), incluyendo la misma figura en otro contexto, una calle de Londres. El resultado era igualmente espectacular. Por supuesto, podía ser que todo se debiera a la fotografía de Knill que tiene unas calidades plásticas muy interesantes. Pero algo me decía que la idea era buena por sí misma, así que decidí probar con otras fotos... (tercera y cuarta).

           No pongo más porque ya se ve de qué va, y me guardo el resto para más adelante. Llegué a hacer unas cuantas docenas en su momento, explorando esta ocurrencia. Algunas muy sugerentes para mi gusto, como la del Corcovado. 

           El caso es que la idea estaba bien pero acabé aburriéndome. Resulta tedioso hacer siempre lo mismo. ¡Benditos aquellos a quienes complace cuanto hacen!, que decía un clásico.


          NOTA: He visto hace poco en una revista que un artista conceptual -no recuerdo su nombre- llevó a cabo una “intervención” en la Tate en la que un atleta recorría la galería corriendo. Es muy bonito y una de sus fotos se parece mucho a mi foto uno, solo que el de la Tate va vestido de corredor, con camiseta y pantalones cortos. ¿Se nos ocurren las mismas cosas a dos tipos, tan separados por el tiempo y la distancia? ¡Increíble!

7/5/09

El recuerdo más preciado


          En un texto de Xuan Bello, “El Domingo de la Benéfica”, el autor le pregunta a Natalia (?) cual es su recuerdo más preciado. Ella responde con una hermosa historia en la que siendo niña acompaña a su abuelo a vender lotería a Bazuelo. Como obviamente no voy a contarlo aquí (no podría hacerlo mejor que Xuan), le recomiendo al lector que compre su libro “Los cuarteles de la memoria”. No le pesará.

          El texto en cuestión me ha llevado a preguntarme cual era el mío: mi recuerdo más preciado. Y también por qué esos recuerdos, los más queridos, pertenecen casi siempre a la infancia. No sé.

          Tampoco sé la edad que tenía, quizás siete u ocho años. Mi padre nos despidió en la estación de tren de Orense a mi madre y a mi. Íbamos a pasar el verano a casa de mi abuela en El Rosal (Pontevedra). Creo que fue mi primer viaje en tren, y por tanto fascinante. La vía discurre durante mucho rato por la ribera del Miño, un paisaje bellísimo, lleno de vida salvaje. Y el tren era uno de aquellos antiguos trenes de compartimentos con asientos de madera: un tren de verdad.

          Nos bajamos en Guillarei, la estación más cercana a El Rosal, aun así a bastantes kilómetros de distancia de casa. Supongo que alguien nos acercaría a algún punto más próximo a nuestro destino, bien fuera un coche o un autobús, aunque en aquella época en El Rosal no había muchos ni de unos ni de otros. Pero en todo caso aun tuvimos que hacer después una larga caminata por el monte, por senderos. Solos. 

          Mi madre, una mujer entonces joven y muy guapa (sigue siéndolo), cargaba con una enorme maleta, lo que nos obligaba a parar de vez en cuando para hacer un descanso. En uno me puso de pronto la mano en el hombro, me hizo callar con un gesto y señaló hacia adelante.

          – Mira, -susurró.

          En el camino, a unos diez o quince metros de nosotros, un zorro, inmóvil, silencioso, perfecto, nos observaba con manifiesta curiosidad. Y sin temor.

          Ignoro cuánto tiempo llevaba allí, pero aun estuvo un buen rato mirándonos. Yo contuve la respiración y por un instante me sentí en otro mundo. En un mundo anterior, lógico, mágico y natural.

          Después, el zorro dejó de prestarnos atención y se fue. Abandonó tranquilamente el camino y con un rumor, como un elfo, se perdió en la espesura.

          Me doy cuenta ahora, al recordarlo, de que la escena realmente extraordinaria, cinematográfica, irrepetible, fue la que vio el zorro. Nosotros éramos los intrusos allí: una mujer joven, hermosa y cansada, sentada en una maleta en medio del bosque, y un niño pequeño parloteando y jugando a su alrededor. Dos seres diminutos enmarcados por la grandeza y el poder amable de la arboleda.

          Tal vez también para él fue un sueño. 

6/5/09

Henson, descubridor del Polo Norte

          Esto hay que ponerlo por escrito: el primer hombre en pisar el Polo Norte no fue Robert Peary como siempre se ha dicho, sino su criado negro, Henson. Es conveniente aclararlo porque los americanos siempre han sido muy dados a falsear este tipo de informaciones, y ya es hora de que resplandezca la verdad. 

          Se ha sabido recientemente que los esquimales que acompañaban a Peary declararon en Cabo Sheridan, al regreso de la expedición, que aquel glorioso 6 de abril de 1909 era Henson el que ocupaba el punto exacto de 90º latitud norte. 

          Según el relato, corroborado por los testimonios de los cuatro esquimales que no se contradijeron, antes del histórico “¡hurra!” con el que Peary coronó su gesta, oyeron decir al explorador claramente: “Quita el pie de ahí, Henson, que voy a clavar la bandera.”

          Por supuesto, la prensa americana silenció este dato. 

Cerdos


          Los cerdos son paquidermos. Esto quiere decir que son parientes de los elefantes, y no nuestros. 

          Según se cree el hombre domesticó al cerdo hace casi cuatro mil años, si bien la opinión de estos despiertos animales acerca de este punto difiere bastante de la que tenemos los humanos (ellos creen que los domesticados somos nosotros, y tal vez tengan razón).

          El caso es que del cerdo nos gustan hasta los andares, solemos decir en España. Y es muy cierto. No hay más que fijarse en un cerdo trotando despreocupadamente; sobre todo si se lo observa por detrás. Yo mismo, cuando quería o creía ser pintor, dibujaba constantemente cerdos con la misma o parecida pasión con la que Cezánne debió pintar manzanas... aunque obviamente con peores resultados.

          A algunos no les gustan mucho los cerdos por razones religiosas o culturales. Por ejemplo a los judíos, que abominan de su carne. Pero son casos aislados. La mayoría de la gente los adora. Los celtas tenían a un cerdo como dios de la guerra; y en Vietnam antiguamente la posesión de un gorrino se consideraba un signo inequívoco de prosperidad y riqueza.

          En general la mayoría de los humanos amamos a los cerdos. Y con locura. No sólo por cuanto nos dan, que es mucho. También por su hermosa estampa y por su nobleza. 

          Y es que los cerdos son clara y rotundamente humanos. Tal vez más que ningún otro animal doméstico. A fin de cuentas... ¿quién no se ha sentido un cerdo alguna vez? Respondan a esto honradamente. 


Víctor Freixanes (retrato)


          Hice este retrato suyo hace años, para una revista que se llamaba ith. Escribió “O enxoval da noiva” entre otras cosas, una novela renacentista. Aquí también él tiene un aire renacentista. Es amigo de unos cuantos amigos míos, pero apenas nos conocemos y solo hemos hablado un par de veces... el mundo es una trama.

Prodigios de la alquimia


          En “Memoria del fuego” de Eduardo Galeano, el escritor uruguayo cuenta un extraordinario prodigio de la alquimia del siglo XVIII que me deja atónito. Una transmutación inimaginable, por hermosa y cruel. Lo transcribo más o menos. No es del todo literal. 

          En síntesis Galeano explica cómo en 1776 los esclavos negros capturados en África son vendidos en Jamaica y Barbados al peso, para transformarlos en melaza; y cómo después son llevados a las destilerías de Massachusetts donde esa melaza se convierte en ron. Y a continuación, y esto es lo más asombroso, ese ron hecho de hombres cruza otra vez el oceáno, esta vez hasta Europa, para que en la noble Inglaterra algún caballero atildado, blanco y sin conciencia (los caballeros no suelen tenerla), pueda bañar su alma por dentro, por una vez en su vida, con unas pocas gotas del fuego negro de la verdad. Ron. Fuego. Memoria...

          No sé usted, pero yo ya me había quitado el sombrero antes de empezar. No lo dude un minuto más: deje este maldito blog y vaya corriendo a comprar el libro de Galeano.

2/5/09

Egipto


           Esta ilustración pertenece a una serie sobre Egipto; un tema totalmente desconocido para mi y sobre el que mi ignorancia es enciclopédica. 

           Hace mucho que no hago ilustraciones. Seguramente porque en algún momento descubrí que era preferible y más gratificante admirar y disfrutar buenas ilustraciones ajenas que ser yo el autor de unas malas.

          Pero esta la pongo hoy aquí porque no tengo muchas ganas de trabajar. Y también porque al encontrarla en una antigua carpeta y volver a verla, me ha parecido descubrir en ella una inesperada reflexión sobre la digestión y el arte: la de que algunos digieren el arte muy mal. Perdón, es que ayer he visto una exposición de arte contemporáneo, supuestamente importante (no diré el nombre del artista para evitar granjearme enemigos). 

          Claro que cuando la pinté yo no tenía esa intención. Seguramente entonces era más ingenuo. 

          Ya dijo alguien una vez malintencionadamente: “Sí, yo también practiqué el verso libre cuando era joven... porque creía que era más fácil.”