24/7/11

Strelitzia Reginae


Es la archiconocida ave del paraíso cuyas flores recuerdan la cabeza de un pájaro fantástico. Las brácteas forman la cabeza y los pétalos el plumaje de la cresta. Que yo sepa, más o menos unas setecientas cincuenta localidades de todo el mundo se la disputan como flor nacional. Lo que no es extraño porque es realmente singular y bonita. Pero a cambio poca gente se da cuenta de que las hojas, oblongas, lanceoladas, de un verde intenso en el haz y glauco en el envés, y a veces, de hasta un metro y medio de longitud, son tan espectaculares como las mismas flores... aunque de otra manera.


En la flor, en medio de los pétalos naranjas hay uno azul. Pues bien, les diré un secreto que casi pertenece al lenguaje de los pájaros: ese pétalo se llama (lo llaman los botánicos) lengua.


He de decir que a pesar de comprarla a menudo yo siempre la había llamado Ave del Paraíso y aprendí el verdadero nombre de esta flor de una forma bien curiosa. Hace años estando en Roma en casa de unos amigos en una cena, mi ex-mujer, la mujer de nuestro anfitrión, española también, y yo mismo nos burlamos del propietario de la casa (Claudio, un alto militar italiano) que insistía en llamar a esta flor Strelitzia, en lugar de Ave del Paraíso. Los españoles pensábamos que Strelitzia sería en todo caso un nombre científico, pero que también en italiano se llamaría “Ave del Paraíso”. Todo con buen humor, por supuesto. Pero a la mañana siguiente me levanté temprano y ni corto ni perezoso bajé a un mercadillo de flores que había en la vecindad y tras discutir en mi nefasto italiano durante media hora con varias floristas y casi convencerlas a pesar de sus reticencias, de que el nombre “Ave del Paraíso” resultaba adecuado, pude averiguar que la flor no se llamaba así, sino Strelitzia como decía Claudio.


Después supe que Strelitzia era su nombre no solo en en italiano, sino en todos los idiomas. Creo que solo los españoles la llamamos Ave del Paraíso.


O sea... que tuve que comprar un buen ramo para disculparme.

19/7/11

Leído por ahí


En un libro que he leído recientemente (omitiré el nombre del autor), he encontrado la siguiente expresión: “escasa abundancia”. Sin duda, todo un hallazgo.

17/7/11

Ilustrísimo señor


El hombre citado por Castelao que llegó a Ilustrísimo señor por riguroso turno de antigüedad se llamaba Eugenio Fernández Campana y era natural de Riós, Ourense.


De Eugenio, que había nacido siendo un niño normal y bien formado, ya dijo el párroco de la iglesia de Santa María en el momento de darle el agua bautismal que llegaría muy lejos. Y así fue. Pero aunque este hombre se hizo famoso en los últimos años de su vida gracias a la viñeta en la que lo retrató, satisfecho y feliz, el escritor de Rianxo, lo cierto es que llevó una existencia muy desgraciada.


En su juventud había sido un hombre afable y tranquilo, pero con el tiempo la angustia y la exasperación acabaron por dominar su carácter y consumirlo. Pues Eugenio vivió sus últimos años un verdadero infierno interior, atemorizado día y noche ante la posibilidad, terrible e implacable, de que la muerte pudiera llegar antes que el título.

16/7/11

Una disculpa

Pido perdón a todos los que he enviado un correo y han venido aquí esperando encontrarse el cuento titulado “El robo de la jojoya”. Lo he eliminado. Próximamente empezaré a colaborar con La Región (para los de fuera, el periódico de Ourense) y ese será el primer artículo. Podréis leerlo ahí, en La Región. Gracias.

12/7/11

El guardián


Un rey tenía un gallo que vigilaba el reino muy bien. El gallo estaba siempre en la torre más alta del castillo y desde allí lo veía todo. Constantemente oteaba el horizonte de un lado a otro. No se le escapaba nada de nada, y al más mínimo problema enseguida daba la voz de alarma. Era un guardián estupendo y el rey estaba encantado con él porque así sus súbditos se sentían seguros. Un día el gallo dijo:


– Majestad, se acerca un gran ejército por el este.


Entonces el rey tomó todas sus pertenencias y sin decírselo a nadie, huyó hacia el oeste como una bala.

4/7/11

Empedrar el mar


La constructora que en cierta ocasión quiso empedrar el mar, por suerte no llegó a hacerlo. A pesar de que había conseguido todos los permisos necesarios, la aprobación del estudio previo e incluso el apoyo de Dios (que luego se supo que había recibido una sustanciosa comisión), el proyecto se fue a pique a causa del rechazo que produjo en todo el mundo.


Ballenas, delfines, osos marinos, marsopas, medusas, pingüinos, peces voladores, alcatraces y otros muchos se movilizaron enseguida en contra de la constructora. Pescadores, esquimales -Nanuk incluido-, el comandante Cousteau y hasta el capitán Nemo se sumaron a la protesta con manifestaciones, proclamas y apariciones en la radio, en la televisión y en internet. Todos los afectados formaron comisiones de denuncia, presentaron reclamaciones en los tribunales, aparecieron en la prensa y movieron Roma con Santiago para paralizar las obras, que la constructora ya había empezado en Estaca de Bares.


Fue uno de esos contados casos en los que la oposición popular ganó la partida a los especuladores. Nunca podremos agradecérselo bastante a aquellos valientes. Gracias a ellos... podemos seguir yendo a la playa.