26/2/10

La merluza, mamífero hibernante

De louco todos temos un pouco.” (Refrán portugués)


La merluza tiene muchos nombres. Los gallegos la llamamos normalmente pescada, o pescadiña si es pequeña. Los catalanes la llaman lluç, los andaluces pijota, los vascos legatza, los franceses merlus, los italianos merluzzo y los ingleses hake. Estos nombres están bastante bien, y particularmente el italiano es inmejorable. A la merluza le parecen correctos todos y los acepta sin rechistar; e incluso permite que se hagan muchas bromas estúpidas con ellos sin darse por aludida. No le importa.


Pero lo que la merluza no soporta, de verdad, lo que la pone de los nervios es lo de los portugueses: la llaman marmota. Los gallegos queremos mucho a los portugueses. Yo el primero, que casi soy de La Guardia. De hecho la mayoría de los gallegos somos medio portugueses, hasta el punto de que alguien llegó a decir una vez de nosotros (malintencionadamente) que somos los únicos nacionalistas del mundo que quieren hablar... otro idioma. Pero en esto hay que decir las cosas como son aun a riesgo de ganarnos alguna enemistad: aquí nuestros vecinos han metido la pata; y bien a fondo. La merluza no es una marmota. La marmota es un roedor terrícola de gran tamaño que pertenece al grupo de las ardillas. Es un mamífero hibernante. Tiene pelo y pare a sus crías. No tiene nada que ver con la merluza, que es un pez teleósteo muy sabroso.


Sin embargo este error mayúsculo que supone una enorme descortesía y falta de consideración para con este noble pez, se repite con tanta insistencia en la cultura y en la tradición lusa que a mi mismo ha llegado a producirme vergüenza ajena a veces. El refranero portugués es un ejemplo, cómodo y a mano, que ilustra con claridad meridiana este hecho:


“Quem quer pescar marmotas, há-de se molhar as pelotas.”

“Marmota e cochino, vida en água, morte en vinho.”

“Mais vale marmota na mão, que dois que nadando vão.”

“Marmota a marmota, o mar se esgota.”

“Mal vai a marmota que conhece só uma rocha.”

“Com tempo e perseverança, a marmota tudo alcança.”

“Marmota que a Roma vá, marmota vem de lá.”


La culpa de todo esto la tiene Pero Vaz de Caminha, caballero de la Casa Real Portuguesa que, embarcado en la flota de Pedro Álvares Cabral con destino a la India, descubrió de forma casual “aínda não enteramente incontroversa”, el Brasil. Y así se lo contó detalladamente al rey Dom Manuel en su famosa “Primeira Carta”. En dicho documento, que los portugueses tienen por la Biblia, el camiñense dice a propósito de los naturales de la Tierra de la Vera Cruz que llevó Nicoláu Coelho a la nao capitana por primera vez, que los obsequiaron aquel día con “pão e marmota cozida, confeitos, fratens, mel e figos passados”.


De ahí viene todo. Un lamentable error. Porque es evidente que lo que los portugueses ofrecieron a los brasileños no era marmota. No podía serlo. En fin, que el asunto es así y no hay que darle más vueltas. Los portugueses son muy suyos para algunas cosas y no conviene complicarse. Si en alguna reunión social se encuentra usted en medio de una discusión con nuestros convecinos sobre este tema –a mi me ha pasado–, limítese a seguirles la corriente y ya está. Es lo mejor.


El caso es que a la marmota que está perfectamente adaptada a la vida en el mar, todo esto le trae sin cuidado. A ella la filología, la nomenclatura zoológica y las costumbres humanas, sean portuguesas o españolas, no le interesan en absoluto. Vive al margen de todo eso. La marmota tiene aletas, escamas y respira tranquilamente por medio de branquias. Es un poco miope sí, pero no le importa porque pasa su vida a más de cien metros de profundidad y no necesita ver mucho de lejos. Normalmente se alimenta de arenques, sardinas y anchoas, una dieta con la que se encuentra ágil y en buena forma, por lo que no piensa en cambiarla. Es feliz así.


La mayoría de las marmotas viven en el Mediterráneo y en el Atlántico, alrededor de la plataforma continental europea. Estas son las buenas marmotas. Las marmotas de primera calidad. Otras especies parecidas del sur de África y del Atlántico norteamericano que suelen venderse congeladas en los supermercados haciéndose pasar por nativas, no son verdaderas marmotas. Las europeas las repudian y pese a lo que digan los comercializadores de pescado, niegan tener ningún parentesco con ellas.


La marmota es muy apreciada en España. Se come desde siempre. Tradicionalmente se la ha considerado uno de los platos estrella de la cocina popular y en Galicia muchos la tienen por manjar principal. Una buena marmota a la gallega, con su “alladita” por encima... eso no tiene precio. Pero los gallegos hacemos la marmota de mil formas más: con salsa de almendras (marmota al horno), rebozada (marmota a la romana), guisada a la pescadora (marmota en caldeirada), al estilo de Vigo (marmota a la naranja), según Casa Castaño (marmota a la cazuela), a la andaluza (marmota frita), con guisantes, en salsa verde, escabechada, etc.


Y es que la marmota gallega admite toda clase de preparaciones. Por eso si usted quiere probar una marmota única de verdad, inolvidable, venga a Galicia. Se la servirán con este refrán (los portugueses siempre lo hacen):


“Se queres aprender a orar, entra no mar.”

Lev


Hay un pueblo en Rusia tan liviano que se mueve con la más mínima brisa, y sus habitantes tienen que tenerlo atado todo el tiempo. Cuando sopla un viento fuerte el pueblo se levanta en el aire unos centímetros, y si se aguanta en su sitio es sólo gracias a las cuerdas que atadas a la torre del ayuntamiento, lo mantienen firmemente sujeto al suelo.


Este pueblo se llama Lev. Durante las fiestas los levianos sueltan las cuerdas y con gran jolgorio, hacen volar el pueblo como una cometa.

21/2/10

Un erizo


Un erizo que estaba en paro tenía muchas dificultades para encontrar trabajo. Todos los días se levantaba muy temprano, se lavaba bien, se ponía su mejor traje y después de desayunar se acercaba a la oficina de empleo. Allí tomaba buena nota de todas las empresas que solicitaban un trabajador como él y acto seguido, currículum en mano, las visitaba una por una.


Este erizo estaba muy preparado. Tenía un título universitario y varios masters. Había vivido en Londres. Hablaba perfectamente francés e inglés además de su lengua materna y era un trabajador despierto, ordenado y eficiente; y una persona educada y atenta. Tenía carnet de conducir, estaba dispuesto a aceptar un sueldo bajo y no le importaba el asunto de la movilidad geográfica. Sin embargo y a pesar de todo eso, siempre lo rechazaban: “que si ya hemos encontrado a la persona que buscábamos, lo siento mucho; que si fue un error, no necesitamos a nadie; que si usted no reúne el perfil (!); o que en este momento no, pero vuelva otro día...”


Como es lógico tenía una depresión terrible. Él sabía perfectamente que todas aquellas explicaciones no eran más que malas excusas y que en realidad lo rechazaban por otra cosa: por las púas.

20/2/10

Un pueblo era una sola voz


Un pueblo era una sola voz. Si se le preguntaba la hora a uno de sus habitantes, todos respondían a la vez.


NOTA: Nunca he logrado descubrir de verdad por qué los relojes deben de estar siempre en las diez y diez. Es una convención clásica de la publicidad y de la fotografía de relojes. Tal vez sea para que se vean bien las otras esferas (si las hay) o el recuadrito del día (si lo hay), o la marca que suele ir en el centro. No lo sé. Los americanos la llaman happy hour, ya que esta posición de las manecillas evoca una sonrisa. Esta aparente “tontería” me la enseñó un gran jefe que tuve hace tiempo. El caso es que siendo yo un joven director creativo, en cierta ocasión mandamos fotografiar unos relojes y el fotógrafo nos envió una serie de fotos con las agujas... en cualquier posición. Mi jefe montó en cólera. “¿Cómo es posible –decía– que el fotógrafo no sepa que los relojes “deben” fotografiarse en las diez y diez? ¿Qué clase de fotógrafo es éste? ¿De dónde ha salido?” Y por supuesto tenía razón... hubo que volver a fotografiarlos todos. El hecho de que en las fotos algunos relojes estuvieran en la luna, otros en la cola de un dinosaurio, otros sobre el vello de un pubis y otros en un basurero era intrascendente; formaba parte de la creatividad de la foto y resultaba aceptable para él si estaba bien, pero eso sí: las agujas tenían que estar en las diez y diez. ¡Cuánto nos enseñan los maestros! Por eso en esta ilustración he puesto las agujas en las diez y diez; como tiene que ser. Es como el adjetivo de la novia: es “radiante” y no otro. El que quiera, que lo entienda.

19/2/10

El dios que se propuso crear un toro

El dios citado por Averroes que se propuso crear un toro y le salió un búfalo, se deprimió mucho. No soportaba el fracaso y llegó a tener la autoestima por los suelos. Estuvo a punto de suicidarse. Necesitó terapia y mucha ayuda para superar aquel trauma.


Por suerte el psicólogo que lo atendió consiguió hacerle entender al fin que el azar, el caos y la maravilla eran facultades propias y exclusivas de su naturaleza divina, y no de la de los hombres. Y que si un hombre se hubiera propuesto crear un toro habría fracasado, pues habría creado un toro, pero jamás un búfalo. Y aquello lo reconfortó.

Francisco Asensio

Francisco Asensio vivió en el siglo XVI. Escritor poco conocido fue uno de esos que alegremente, cogía un texto que no era suyo y lo reescribía de otra manera. Más o menos como lo que estoy haciendo yo ahora. Vamos, un tipo sin escrúpulos. En cualquier caso esta práctica no estaba tan mal vista en el siglo XVI como hoy, ya que aun no había derechos de autor, ni SGAE, ni nada de eso (también es cierto que para hacerse una idea más exacta habría que saber qué opinaba al respecto el correspondiente autor de la obra original). En mi caso y como Francisco Asensio lógicamente ya ha fallecido, me siento bastante a salvo. Además, quién roba a un ladrón...


El caso es que este señor, con gran astucia se hizo con un ejemplar de la “Floresta Española de apotegmas y sentencias, sabiamente dichas de algunos españoles” de Melchor de Santa Cruz; y medio lo copió quitándole algunas cosas y añadiéndole otras. Después, para despistar y por si acaso, lo tituló “Floresta Española y hermoso ramillete de agudezas, motes, sentencias y graziosos dichos de la discreción cortesana”. O sea, lo mismo de otra manera. Ya se ve que el tío era un hacha. Claro que en su descargo hay que señalar también que el propio Melchor de Santa Cruz tampoco estuvo muy fino, ya que en la dedicatoria de su libro incluyó los siguientes versos:


“De aquesta Floresta, discreto lector, / donde hay tanta copia de rosas y flores / de mucha virtud, olor y colores, / escoja el que es sabio de aquí lo mejor.”


En fin, a lo que íbamos. En el capítulo XXIII de su libro, Asensio cuenta una historia tan bonita, elegante y sencilla, que la reproduzco aquí porque a) me queda bien. b) no la he visto reproducida en ningún otro sitio. c) no debe perderse por buena. d) me arregla un post (el síndrome del blogero me angustia mucho). f) es muy actual. Su enseñanza podemos aplicarla todos a multitud de situaciones cotidianas de la vida moderna. g) es madrileña y eso me gusta. Creo que todas estas son razones más que suficientes para que mis lectores me perdonen. Gracias. La historia es la siguiente.


“En la bocacalle del Arenal de esta Corte, que es un lugar muy estrecho, encontráronse dos coches. Ninguno de los cocheros cejaba, en dejar pasar, defendiendo su autoridad. La porfía dellos se extendió a la de sus amos, con tal obstinación que, saliendo ambos de los coches, los dexaron así, para ir a dar parte al Rey y que él lo decidiese; quién deshizo el nublado de su etiqueta diciendo: Que el más prudente dexe pasar al más necio.”


NOTA: Obsérvese qué hallazgo literario delicioso: “quién deshizo el nublado de su etiqueta”. Si yo hubiera escrito una frase como esta, creo que ya no escribiría nada más.

14/2/10

El pájaro Tan


El rey de China tenía un pájaro que hablaba con perfecta lógica. Se llamaba Tan y si se le daban los buenos días contestaba educadamente, y siempre añadía algún comentario cortés acerca del tiempo. Este pájaro sabía álgebra y dormía siempre.

11/2/10

Arrayán (botánica)


¿Qué decir de esta planta extraordinaria que adora los jardines? Abderramán I tuvo una mata de arrayán (Myrtus communis) que le era muy querida y la llamaba por un nombre árabe que significa “la alegría de Córdoba”.


El arrayán se da con abundancia en toda Andalucía, pero sobre todo en Sierra Morena entre cantes, tacones y guitarras. El arrayán adora la música y los aromas de azahar. Su nombre científico, mirto, viene de myron, perfume. En España hubo siempre mirto y otras plantas afines en abundancia en los jardines y parques. Pero en los últimos años el diseño y la construcción de estos espacios públicos ha pasado de manos de los jardineros a las de arquitectos que han optado por eliminarlas, seguramente por envidia.


El mirto era una planta mágica consagrada a Venus. En la antigua Roma se la ponían a los novios en la cabeza y también a los generales, en este último caso... para que tuvieran algo bonito en qué pensar.

Wunderkammer


Me pregunto a veces si podría escribirse una breve obra literaria con cualquier cosa. Con diez elementos variados, elegidos al azar. Como por ejemplo los siguientes:


1º - El costado de un hombre dormido, del que brota una flor. 2º - Un cangrejo de oro que camina por el cielo. 3º - Un niño que duerme sobre un haz de espigas. 4º - El joven que atrapa a una muchacha y descubre que es un árbol. 5º - La frase: “en las piedras está Dios”. 6º - Un ciervo negro divino y por supuesto, alado. 7º - Una muchacha desnuda que sostiene un imán. 8º - San Antonio de Padua. 9º - Una cesta con membrillos, flores, animales y héroes. Y 10º - Dos hojas de higuera y la vergüenza.

Supongo que sí. Podría escribirse. ¿Se han fijado ustedes alguna vez en el famoso cuadro “Las Cortesanas” de Carpaccio? Es un cuadro cualquiera, elegido al azar; lo juro. Aparecen en él dos mujeres, dos perros, un papagayo, un pavo, dos palomas, un criado, un pañuelo, dos jarrones, un mueble, una naranja, un bastón y una carta. ¿Acaso no es esto más difícil?

Ciudades mágicas: Toledo


Toledo, la Ciudad Imperial del águila bicéfala y negra que duerme mansamente entornada junto al Tajo. El Brisonte de los hebreos donde vivían los hombres que habían nacido con los pies vueltos hacia atrás. La ciudad roja con aromas de almendra y oliva. Toledo. ¿Acaso hay alguno que no haya caminado por sus estrechas calles y callejones, llevados sus pasos por una canción judía? ¿Acaso hay alguno que no se haya bañado en sus sinagogas con el agua fría y prohibida de los musulmanes; o que no lo haya soñado? ¿Acaso hay alguno que no pueda descubrirse a sí mismo en los retratos de las paredes de Santo Tomé? No. Yo he estado allí y me he visto. A mi y a otros, vestidos de negro y oro junto al Conde. Pues para el que quiere ver, todos los hombres están en esa pintura mágica. Recibiendo el galardón que Dios da a los que a él y a sus santos sirven.


Toledo, la ciudad donde todo el mundo muere. El cerro con forma de buey que tomó Marco Fulvio en el 193, y en el que mucho tiempo después Hermenegildo habría de desposar a la católica Ingundis para consternación de su estirpe y repulsa de su propio padre, que por eso lo hizo asesinar. La ciudad de las tres culturas pero también la de los mil y un crímenes que no se pueden escribir si no es con lágrimas de sangre. La noche oscura. El sitio donde la virgen de Sorbaces, la virgen del miedo, la madre de los pájaros, halló el tesoro de los visigodos del sur y al ver aquellas joyas preciosas hechas con ira, odio y dolor solo para deleite de los reyes, se convirtió ella misma al arrianismo por despecho. Una herejía. La virgen de Sorbaces, la virgen hereje.


Pero Toledo fue también la cuna de los doce sabios: Gundisalvo, Juan de Sevilla, Avicena, Averroes, Ben Moshe, Algazel, Alfonso el Rey... Y de los traductores desquiciados que desde España, acunados por el dulce maullido de las perdices de los cigarrales y sin más arma que la lengua descifraron las señales antiguas del mundo y las pusieron en limpio. Por escrito. Sin ellos, nada habría de nosotros.


A Toledo llegaría a mediados del siglo XVI, expulsado de Roma por Alejandro Farnesio el último hijo de Hércules. Uno de los semidioses que para ocultar su verdadera naturaleza se hacía llamar simplemente Doménico. Ni siquiera el rey español se dio cuenta del engaño. Doménico, el heredero de Tiziano y Tintoretto que llegó al Tajo para quedarse y se atrevió desde allí a pintar al hijo de Dios más hermoso que se había visto nunca en La Trinidad, rezando en el huerto, resucitando entre los soldados... Un cristo nuevo, blanco y distinto, hecho de verdadera carne y silencio. Doménico, ¿Quién fue este hombre que se convirtió en el alma de los campos de Toledo? De él diría en cierta ocasión Fray Hortensio Paravicino que “entre su mano y la de Dios, perpleja, cual es el cuerpo en que ha de vivir duda”. Y el cuerpo, el cuerpo de Doménico era la ciudad misma y sus campos: Toledo.

7/2/10

Sobre las sirenas


Nunca, bajo ningún concepto se debe alejar a una sirena del agua. Si se hace, este hermoso animal contrae una enfermedad terrible para la que no hay cura: la Melancolía Acuática. Y a consecuencia de ella, muere. No es fábula.

El leñador


El leñador que talló una figura de madera exacta a él y después le infundió vida con un soplo, metió la pata a fondo. Al principio la cosa iba bien. Nada hacía prever la catástrofe que se avecinaba. La figura se convirtió en su hermano y el hombre se alegró de no estar solo. Por lo menos tenía alguien con quién charlar y que además, le echaba una mano en el trabajo.


Pero un día la figura talló a su vez otra figura, y también le infundió vida con un soplo. Esta segunda figura hizo lo mismo, y también la tercera, y la cuarta, y la quinta. Y todas las figuras sucesivas hasta que el primer hombre perdió la cuenta del número de hermanos que tenía. Eran miles y miles. Y todos talaban árboles para tallar otras figuras. La deforestación del bosque fue absoluta. Y entonces el leñador se quedó sin trabajo y tuvo que emigrar.


Por suerte, sus hermanos no lo siguieron.

5/2/10

La lengua del Paraíso

La lengua del Paraíso se perdió. Fue una lástima porque era muy útil y bonita. Adán y Eva la hablaban con normalidad antes del asunto del pecado pero después la olvidaron. En aquella lengua las palabras eran las que tenían que ser y siempre eran verdad. Además, cada palabra contenía en sí misma el conocimiento exacto de su significado así que no había que explicar las cosas, pues al oírlas por primera vez se entendían a la perfección.


Hoy en día si una persona le dice a otra una palabra cualquiera, por ejemplo “león”, y la otra persona no sabe cómo es dicho animal, la primera tiene que describirlo en detalle: carnívoro, felino, de dos metros de longitud, de color pardo claro, vive en África y en India... Resulta complicado y muy tedioso. Este es un problema que tienen todas las lenguas. En cambio en la lengua del Paraíso si una persona le decía a otra la palabra correspondiente a león, la otra sabía cómo era el león al momento. Eso ahorraba mucho tiempo y permitió a nuestros primeros padres dedicarse a otras actividades, aunque ilícitas, mucho más gratificantes que la conversación.


La verdad es que el Paraíso estaba muy bien.

David Guilló (retrato)


La foto es de Mario Sierra, gran fotógrafo y amigo. En ella David Guilló (un top-model muy guapo como se puede ver) se ha quedado dormido durante una sesión de fotos de moda tras intentar, inútilmente, hincarle el diente a mi libro “El río que se secaba los jueves”. (Este post sí que es un cuento... en realidad no es más que una promoción de mi libro. Cómprenlo. Está en Anaya. Ya ven que este blog es como la 1: no tiene publicidad).


El caso es que la foto me recuerda un anuncio sueco premiado en Cannes hace años. En él un tipo intentaba desesperadamente conciliar el sueño empleando para ello toda clase de procedimientos estrafalarios. Además era visualmente muy divertido ya que se contaba mediante un plano fijo desde los pies de la cama. Por fin, el hombre ya harto se incorporaba con determinación, encendía la luz y se ponía a leer con fruición la Guía Telefónica. Y entonces sí se dormía. El eslógan decía: “Páginas Amarillas Suecas. Aburridas sí, pero útiles”.


A veces uno se siente orgulloso de trabajar en publicidad. Con anuncios así, por ejemplo; y con modelos como David y fotógrafos como Mario también. Gracias, muchachos.

2/2/10

Un demonio


Un niño hawaiano tenía un demonio encerrado en una caja. Era un demonio de verdad; lo había encontrado en la playa. El demonio medía cinco centímetros de largo y era bastante feo: tenía cara y brazos de persona pero cuerpo de pez. Este demonio no necesitaba agua; podía vivir sin ella. El niño lo alimentaba con lechuga, pistachos y arroz.


El demonio no hacía ninguna maldad pues carecía de poderes sobrenaturales de ninguna clase. Cuando se abría la tapa de la caja se limitaba a gruñir y amenazar con el puño desde allí abajo, pero eso era todo. No iba más allá. Ni siquiera mordía. Tampoco hablaba. Al menos ninguna lengua conocida. Eso sí, si se le dirigía la palabra educadamente en francés en voz alta y clara, se asustaba mucho y se refugiaba llorando en una esquina. Nadie sabía por qué.


Por lo demás aquel demonio no sabía hacer nada especial: era inútil, pero si querías verlo el niño te lo enseñaba a cambio de un dólar.