28/11/10

Hot Dogs





Leyendo el precioso “Libro de las Mandangas” de Darabuc (”calamar violinista, pulpo poeta”), me he acordado de esto. Un libro raro.


Hace unos cuantos años, cuando mis ahijados eran pequeños solía regalarles libros como este, ilustrados y hechos por mi, a mano. Entonces yo era más ilustrador y menos escritor, creo. Las ilustraciones sobre estas líneas dan fe de que hice bien abandonando esa disciplina. No era muy bueno. El caso es que este libro se quedó en casa. O tal vez hice dos ejemplares y regalé uno, no sé. Se titula Hot Dogs y tiene 32 páginas. El texto completo dice así:


Algunos perros son muy raros.

No paran de darle a la lengua.

Y andan todo el día corriendo,

de aquí para allá.

Otros se creen muy guapos

y siempre están luciéndose.

Y algunos hasta parecen tigres.

A veces tienen nombres como Abelardo,

o son normales y corrientes y se llaman Toby.

Muchos tienen la cola fina

y el hocico puntiagudo.

Y otros, un rabo corto y regordete.

Pero todos son perros

y dicen ¡guau!

26/11/10

Savethedodo.com


Un hombre que viajó a isla Mauricio se encontró con lo que menos se esperaba encontrar allí: un dodo. El dodo se llamaba Ramiro, tenía una educación esmerada y era muy culto. Había estudiado ciencias políticas y antropología en la Sorbona y hablaba varias lenguas. Escribía un voluminoso ensayo científico titulado “Supervivencia y Bondad”.


Este dodo tenía esposa e hijos. La señora doda, doña Isabel, se ocupaba exclusivamente de las tareas caseras, pues las ideas de la liberación femenina aun no habían llegado a la isla. De joven la señora doda había tenido aspiraciones literarias y se decía entonces, un gran talento para la poesía. Sin embargo con los años, las cargas y responsabilidades matrimoniales y la maternidad habían acabado por sepultar aquellas inquietudes, que apenas eran ya un leve recuerdo agridulce en su memoria. Pero no se quejaba y se daba por satisfecha con sus hijos, a los que amaba con locura.


Los hijos eran seis. Se llamaban Bermudo, Ordoño, Alfonso, Enrique, Fernando y Sancha. Bermudo, Ordoño y Alfonso eran los mayores. Los tres estudiaban leyes y eran muy buenos chicos. Enrique y Fernando eran gemelos y Sancha, que era la benjamina, de mayor quería ser bailarina del Bolshoi y se pasaba todo el día ensayando en la playa.


El hombre estaba realmente sorprendido, pues siempre había tenido por cierto que los dodos se habían extinguido hacía mucho tiempo. Pero el dodo le aseguró que no era así.


– Somos los últimos de nuestra raza, es cierto –le dijo–, pero abrigamos aun la esperanza de encontrar otros dodos; incluso tenemos una página web en la red, “savethedodo.com”, aunque sabemos que las posibilidades de encontrar a otro dodo son escasas. La verdad es que los de mi especie nunca hemos tenido mucha suerte, –añadió.


Y así era, pues no aparecía otro dodo ni a la de tres. Con el tiempo el hombre se hizo buen amigo del dodo. Todas las tardes iba a tomar café a su casa y la familia de dodos acabó por tomarle aprecio y considerarlo como uno de los suyos.


Pero esta historia tuvo un final terrible. Un día Ramiro recibió una oferta de Simon & Schuster para la publicación de su libro. Además debía impartir una serie de conferencias como profesor invitado en Harvard y en el colegio Vasar. Con aquel motivo los dodos planearon un viaje a Nueva York en el que irían todos, y que incluiría de paso sus vacaciones con estancias en Las Vegas, Florida y otras ciudades. Estaban emocionados. Ramiro preparó cuidadosamente su equipaje sin olvidar el manuscrito original de su libro y las notas para sus conferencias. Después se despidió del hombre, ya que éste había decidido quedarse en la isla porque tenía cosas que hacer.


– Adiós amigo mío, –le dijo, dándole un abrazo–, siento que no puedas venir con nosotros. Será un viaje estupendo.


– Por supuesto que lo será. No dejéis de visitar el Museo de Historia Natural. ¡Ah!, y suerte con tu libro.


Lamentablemente aquello era lo único que no tenía el dodo: suerte. Sobrevolando Nueva York el avión tuvo problemas y el piloto ni siquiera pudo intentar un aterrizaje de emergencia. El aparato, un boeing de American Airlines, se estrelló en la pista tres del aeropuerto Kennedy y todos los pasajeros murieron en el acto. Fue una tragedia. Cuando el hombre se enteró del suceso quedó horrorizado y tuvo una depresión enorme, pues los dodos habían sido sus mejores amigos. Pasados unos meses, ordenó retirar la página web. Después se retiró a la isla Santa Cruz donde trabó amistad con George el Solitario, el último de los galápagos.


El libro del dodo se perdió para siempre y nunca llegó a ver la luz.

25/11/10

Una pregunta


Y si se interrumpe el tiempo, qué.

Tucanes


Hay varias clases de tucanes pero todas son aves muy devotas que antes de beber bendicen el agua haciendo la señal de la cruz con el pico. Esa es la razón por la que en sudamérica se conoce a este pájaro por otro nombre: Diostedé. Diostedé salud, diostedé hijos, diostedé fortuna... en fin, que te bendice siempre. Si necesita usted una bendición, póngase debajo de un tucán.


El Toco (Ramphastus toco) y el Pico de Quilla (Ramphastus sulphuratus) son los tucanes más conocidos y los que suelen salir en las fotos. El Tucán Esmeralda en cambio no sale nunca porque no parece un tucán; tiene el pico muy pequeño.


Los tucanes fueron en el principio de los tiempos aves favoritas de los dioses pues conocían tres palabras mágicas que dichas antes de dormir hacían soñar con el Paraíso. Los antiguos indios Quiché sabían cómo capturar estas palabras y las encerraban en un frasco que ponían después bajo la almohada de los niños.

El hombre del saco ya no es lo que era

Hoy en día mucha gente ni siquiera ha oído hablar del hombre del saco, pero hace unos años andaba por todas partes, estaba en boca de todo el mundo y tenía mucho trabajo. Sin embargo de un tiempo a esta parte, nada de nada.


Para quien no lo sepa aclararemos que el trabajo de este hombre consistía en llevarse a los niños desobedientes en un saco enorme y oscuro que tenía, si bien nunca se ha sabido exactamente a dónde los llevaba. Tal vez esta sea la causa de que el hombre del saco haya caído en desuso, porque una cosa es castigar a un niño y otra muy distinta que se lo lleven y no sepas a dónde. Normalmente ningún padre o madre quiere castigar tanto a su hijo.


El caso es que actualmente nadie lo llama y el hombre del saco vive casi permanentemente en paro forzoso. Últimamente le ha ido tan mal que incluso ha tenido que dejar el saco en una casa de empeños y anda por ahí, por la calle, con una simple bolsa vieja de El Corte Inglés. Y claro... no es lo mismo.

21/11/10

Vírgenes


En Roma las vírgenes dieron mucho juego. La ley romana prohibía terminantemente ejecutarlas, por lo que si alguna virgen era condenada a muerte por algún delito, se hacía preciso violarla antes de cumplir la sentencia. Normalmente, si la muchacha era joven los propios jueces se encargaban de esto.


Otra anécdota (en este caso idiota) que se podría contar para rellenar este tema es la del emperador Heliogábalo, que solía exhibirse desnudo en un carro arrastrado por una docena de vírgenes, también desnudas. Para completar el cuadro, el itinerario del cortejo se cubría previamente con limaduras de oro y plata. Esto era totalmente absurdo y Heliogábalo sólo lo hacía para dar a entender que era muy rico, lo que todos sabían ya.


Lo de las once mil vírgenes es otro asunto muy distinto. No eran once mil, sino once mil una si se incluía en la cuenta a Santa Úrsula, que además era guapísima. A las once mil vírgenes las vio una vez Magallanes en un cabo próximo a Tierra de Fuego (eso dijo él), pero no le dio tiempo a contarlas a todas, por lo que no tenemos la certeza de que fueran ellas. En cualquier caso, el de las once mil vírgenes es un tema demasiado extenso y complejo que no tiene cabida aquí. Lo siento. Los textos en la red deben ser breves.

20/11/10

Un aforismo

No es mío, es demasiado bueno. He encontrado este precioso aforismo curioseando en el blog de Argax. Tampoco sé si es suyo o si se trata de una expresión popular -lo parece- que yo nunca había oído antes. El caso es que es perfecto como un microcuento, y lleno de humor e ironía. Dice así:


"Cuanto más grande es el tambor, más tonto es el niño".

16/11/10

El reloj de papel


Un niño que no tenía reloj ni móvil era capaz, sin embargo, de medir el tiempo de una forma increiblemente exacta. Hacía de la siguiente forma: llevaba siempre consigo una libreta pequeña y un lápiz. Cada vez que pasaba una hora lo anotaba cuidadosamente en la libreta con muy buena letra. Lo mismo hacía con los minutos. Si le preguntabas la hora que era, no tenía más que echar una ojeada rápida a la libreta y la decía sin equivocarse.

El encubado

Una de las torturas más crueles que se practicaba en la Edad Media era la del Encubado. Consistía en encerrar al reo en una cuba sellada junto con un gallo, un mono, una víbora y un perro.


Un encubado famoso fue José Guzmán de Tomé, que vivió en Toledo a mediados del siglo XIII. Este hombre sobrevivió milagrosamente a la tortura y cuando abrieron la cuba, al igual que sus otros ocupantes, salio ileso. Después se hizo famoso escribiendo fábulas.

El ave nube


El ave nube vive en China, en el monte Penglai. Siempre está en el mismo sitio. Es cosa averiguada y conocida por muchos en aquella región. Esta ave es pariente del bifang, la grulla china de una sola pata. Aunque el bifang es un ave incendiaria y prende fuegos allá a donde va, y el ave nube no.


El ave nube es gigantesca y blanca. Tiene forma algodonosa y de lejos parece una nube. Esta ave es mágica. El roce de sus plumas cura todas las enfermedades y hace concebir a las mortales. Para cazarla es preciso disponer de una red de agua y mucha paciencia. Una vez capturada se la debe soltar inmediatamente, antes de que empiece a llorar. Alfred Stieglitz, el famoso fotógrafo americano que estuvo casado con Georgia O’Keeffe, fue propietario de una de estas aves, a la que amaba con locura como a una jovencita, y a la que retrató innumerables veces.

Las siete maravillas del mundo antiguo


Las siete maravillas del mundo antiguo, como su propio nombre indica son exactamente siete. Ni una más. La primera lista conocida de las maravillas la elaboró Filón de Bizancio en el siglo III. La lista aparece en un tratado titulado “De septem orbis miraculis” y el hecho de que según Filón fueran efectivamente siete, da fe del rigor y la exactitud que guió al famoso ingeniero a la hora de confeccionarla. Posteriormente Antípatro de Tesalónica elaboró una segunda lista que fue más conocida, pero que era exactamente igual a la primera. Y es que Antíprato era un vivo de caray.


El caso es que el primer lugar de la lista lo ocupaban merecidamente, las pirámides de Gizeh. Eran algo así como lo más de lo más, the number one, the top of the list, the king on the hill... Las pirámides fueron construidas hace casi cinco mil años, y ahí siguen. Son una maravilla muy buena. La mejor. De hecho se trata de la única de las siete que sigue en pie, lo cual también resulta maravilloso. Heródoto describió en detalle como se transportaron los enormes bloques de piedra mediante rodillos y sistemas de deslizamiento, desde Libia hasta el Nilo. Y cómo en su construcción se empleó a miles de obreros durante decenas de años. No dice cuánto les pagaron, eso no. Sus artífices fueron muy meticulosos. Existen inscripciones en las propias pirámides en las que los responsables de su construcción registraron incluso el gasto diario en rábanos y cebollas, lo que parece ser que constituía la dieta habitual de los operarios. No se sabe que cobraran nada más.


Pero todas las pirámides, no sólo las de Gizeh, son misteriosas. Tienen algo, “yo no sé qué”. En 2002 un equipo de científicos diseñó y construyó un robot que se dedicaba a recorrer los pasadizos de la Gran Pirámide de Gizeh, el Pyramid Rover, con el objeto de descubrir alguno de sus secretos. Pero el Pyramid no encontró nada verdaderamente interesante. Aparte, un arquitecto chino contemporáneo, Ieoh Ming Pei, construyó otra pirámide en 1989, esta en pleno patio del Louvre en París. La pirámide de Pei es de cristal y aunque no esconde ningún faraón enterrado, también tiene ese... “je ne sais quoi”.


El segundo lugar entre las maravillas lo ocupaban los Jardines Colgantes de Babilonia. Los construyó el rey Nabucodonosor. Se ignora como eran de verdad ya que de ellos no queda ni rastro, pero según el cronista aunque judío, Flavio Josefo, que los llamó los Jardines de Semíramis, tuvieron que ser extraordinarios. Un vergel en la arena. Probablemente fueran un conjunto de terrazas ajardinadas, regadas de forma artificial y que en el clima desértico de Babilonia, resultarían un espectáculo de verdor y belleza inenarrable.


El Mausoleo de Halicarnaso ocupaba el tercer puesto. Mausolo, un virrey de Persia, se hizo construir este hermoso apartamento a mediados del siglo I a.C. con el objeto de que se convirtiera en su residencia habitual una vez que hubiera fallecido. Era muy previsor. Lo más reseñable del Mausoleo que ha sido descrito por decenas de autores clásicos no era su tamaño ni su forma, ni su magnificente decoración que se encargó a los mejores escultores y arquitectos de su tiempo, sino el hecho mucho más pedestre, de que Mausolo murió antes de verlo terminado. Una vez muerto y dado que el Mausoleo no estaba acabado, su esposa y hermana que se llamaba Artemisa y lo amaba con locura, decidió beberse el cuerpo del propio Mausolo, para lo que hizo que lo disolvieran en vino. O sea que al final el Mausoleo ni siquiera sirvió para nada. Pero Artemisa, con su hermano dentro se convirtió en otra maravilla inexplicable; según algunos autores antiguos en “una especie de tumba viva, capaz de andar y respirar”.


El asunto de Artemisa nos lleva a la siguiente maravilla, la cuarta, el Artemisión de Éfeso. Se trataba de un templo gigantesco bien descrito por Plinio en sus escritos, y que no tuvo mucho futuro. Por supuesto estaba dedicado a (otra) Artemisa, antiguamente Cibeles, la diosa de la fertilidad. Todo el mundo quería destruirlo aunque no se sabe por qué. Sufrió numerosos ataques. Fue incendiado en incontables ocasiones y al fin convertido en cenizas totalmente el 356 a.C., justo el mismo día en que nació Alejandro Magno (a los cronistas antiguos le encantaban estas coincidencias).


La quinta era una de las más espectaculares. El Coloso de Rodas. Consistía en una gigantesca estatua de Helios, el dios Sol, levantada para conmemorar la victoria de los rodios sobre el rey macedonio Demetrio Poliorcetes. Concebida y construida por el escultor Chares a principios del siglo II a.C., la estatua medía más de cuarenta metros de altura y representaba al dios con sus atributos bien visibles: una antorcha en la mano derecha y un haz de flechas en la izquierda (estos no eran todos los atributos). Venía a ser algo así como la estatua de la Libertad pero en chico cachas y desnudo. Según algunos debió de ser de un gusto horroroso, e incluso altamente indecente; tipo Tom de Finlandia pero en tridimensional y a lo grande. Parece ser que los pies del coloso se apoyaban en sendas bases a la entrada de Rodas, por lo que los barcos que entraban a puerto pasaban bajo sus piernas abiertas y, lógicamente, bajo sus otros atributos que también eran notables. Pero el coloso sólo duró cincuenta años. Cayó derribado por un inesperado seísmo y sus restos se fundieron y vendieron malamente a un tratante de chatarra de la época. Un final muy triste para un gigante.


La sexta maravilla era la estatua de Zeus en Olimpia. Estaba hecha de ébano, oro, marfil y piedras preciosas. Todo griego debía verla al menos una vez en su vida. La escultura era obra del gran Fidias, de quién se decía que si esculpía un pez y lo arrojaba al mar, éste cobraba vida al instante. Ante la estatua de Zeus hasta los animales se conmovían. Se sabe del caso de un noble griego que en el año 465 a.C. peregrinó a Olimpia con toda su familia para ver la estatua, y llevó también con él a sus dos perros, Jades y Niko. Y según parece, tras contemplar la noble estatua del dios, ambos animales fallecieron súbitamente a causa de la impresión que les produjo.


Y por último, la séptima: el Faro de Alejandría. El famoso faro, construido en el siglo III a.C. por el arquitecto Sóstratos de Cnido, se consideró una de las siete maravillas de la antigüedad sobre todo por tres razones. Primera: sus cimientos eran de vidrio puro. Segunda: medía más de cien metros de altura. Tercera: su fuego, que alumbraba a los marinos en la noche a gran distancia, era eterno. Un terremoto acabó con él, así que la tercera razón era falsa. Hecho este que nos induce a pensar que tal vez también las dos primeras lo fueran. Sic transit...


Pero al fin la maravilla mayor, tanto de la antigüedad como de todos los tiempos no es una construcción, ni un jardín, ni un mausoleo, ni un hermoso edificio dedicado a un dios. La maravilla mayor es algo pequeño y simple que todos llevamos dentro. Es... la palabra. Y si no, véase este fragmento de una balada de Mário Faustino, un poeta brasileño elegido (lo juro) al azar:


“Senhor, que perdão tem o meu amigo

Por tão clara aventura, mas tão dura?

Não está mais comigo. Nem con Tigo:

Tanta violência. Mais tanta ternura.”

Un milagro

Nunca se dice que cuando Jesús convirtió el agua en vino los abstemios protestaron.


No fue un milagro a gusto de todo el mundo.

14/11/10

Niños


– ¡Niños, la comida está lista! –gritó una voz en la distancia.


Entonces el castillo se desvaneció en el aire. Los escarpados riscos en los que asentaba sus murallas se disolvieron como humo. Y con él lo hicieron también los ejércitos que lo custodiaban y todas sus banderas. Y los soldados y los monstruos. La furiosa cascada enmudeció. Y los árboles, los senderos, las rocas, las aves y el mundo todo que vigilaba aquella tierra en guerra, fueron de pronto un sueño que se convirtió en nada.


Los dos chicos se miraron. Y se encogieron de hombros, y se echaron a reir al unísono antes de lanzarse a la carrera hacia la casa: ¿Quién llegaría primero?

Palabras gemelas


Las "palabras gemelas" fueron descubiertas por Józef Morawski, un filólogo, creo. Las hay en todas las lenguas.


El rasgo más distintivo de estas palabras, que las diferencia filológicamente de otras no es morfológico, ni sintáctico, ni etimológico... sino afectivo. Son palabras que se quieren mucho entre sí. Están enamoradas y siempre, siempre van juntas a todas partes, pase lo que pase. Ambas saben que la una sin la otra, no tienen sentido.


Algunos ejemplos conocidos en español son tiquis miquis, troche y moche, tris tras, tiqui taque, o trancas y barrancas.


Y lo más bonito de estas "palabras gemelas", lo más fascinante, es que solas no van a ningún sitio, pues saben que la una sin la otra no son nada. A mi amiga Maikix, de Barcelona, le encantan particularmente -creo- estas dos: tiquis miquis. En fin.

12/11/10

Dos animales fantásticos


Entre los animales fantásticos no citados por Borges, tal vez por olvido, se cuentan dos maravillosos: el Hechicero de Les Trois-Frères y el Tlacaxólotl.


El Hechichero es un hermoso animal que mide setenta y cinco centímetros de altura y vive en Ariège, Francia. Tiene brazos y piernas humanos, lomo de ciervo, orejas de buey, cola de caballo y falo de tigre.


Por su parte el Tlacaxólotl es un animal escaso que sólo puede verse, y muy raramente, en Honduras. Es del tamaño de un bóvido y se alimenta exclusivamente de maíz. Si encuentra un campo de maíz se lo come entero. La carne del Tlacaxólotl cocinada es muy sabrosa. Tiene el gusto de todas las frutas y verduras, de todos los animales y aves, de todos los peces... ¡e incluso del hombre!

Quién hace un cesto... (el refranero comentado)

El conocido refrán “Quién hace un cesto hará un ciento” es un aserto que no puede discutirse. Se sabe que Martín Villarino, por ejemplo, un famoso cesteiro natural de O Paraño (Pontevedra) que vivió a fines del siglo pasado, hizo un total de ochenta y tres mil doscientos doce cestos de buena factura a lo largo de su vida, y empezó haciendo uno.


María de la Soledad, una buena mujer de Cangas de Onís, gran jugadora de mus y también cesteira de profesión, fabricó más de cien mil cestos de distintas formas y tamaños a lo largo de sesenta años de trabajo llenos de salud y alegría. Y en su caso también hubo un primer cesto que precedió a todos los demás.


Y Xurxo Leiría “O Lobo”, un cesteiro bien conocido en Portomarín, hizo su primer cesto a los doce años de edad y aunque aquel era pequeño, apenas un cestillo, O Lobo a continuación fabricó treinta y seis mil cestos más de todos los tamaños y formas imaginables, incluyendo uno en el año 1999 que medía dos metros y medio de diámetro y uno de profundidad.


Podríamos citar más ejemplos, pero con estos es suficiente: quién hace un cesto hará un ciento. No lo duden.

La planta-oveja


Un botánico tenía una planta muy rara en el jardín. Era una planta que tenía ojos y oídos y parecía una oveja. Nadie conocía aquella especie así que el botánico que era un científico muy riguroso, tuvo que ponerle un nombre y decidió ponerle el de planta-oveja; un nombre muy descriptivo. Cuando tenía invitados en casa les decía:


- Venid, os enseñaré mi planta-oveja-. Y los llevaba al jardín.


La planta era muy hermosa. Tenía forma de oveja y en lugar de hojas daba lana. También balaba, pero solo si la regaban con leche recién ordeñada. Las visitas no podían creerlo y cuando volvían a sus casas se lo contaban a todo el mundo. Un día la planta-oveja habló y el botánico, en aras de la precisión científica, decidió llamarla la planta-oveja-parlante. A partir de entonces le decía a las visitas:


- Venid, os enseñaré mi planta-oveja-parlante.


Y los llevaba al jardín. La planta hablaba un perfecto valenciano además de español. Las visitas no podían creerlo y cuando volvían a sus casas se lo contaban a todo el mundo. Otro día la planta le dijo al botánico:


- Mira, botánico.


Y soltó un rizo de lana que se fue volando hacia el cielo y creció hasta convertirse en una enorme nube blanca. Entonces el botánico decidió llamarla la planta-oveja-parlante-nubosa. Cuando se la enseñaba a alguien, este no podía creerlo y después se lo contaba a todo el mundo. Cada día iba más gente a ver la planta y el botánico los atendía a todos lo mejor que podía.


En primavera la planta floreció, y las flores eran como cofres pequeños recamados de oro, con su cerradura y su llavecita, así que la planta pasó a llamarse la planta-oveja-parlante-nubosa-que tiene flores como cofres de oro. En otoño los cofres se abrieron y dentro de cada cofre había un fruto que era como un higo pequeño muy sabroso. Y entonces el botánico tuvo que llamarla la planta-oveja-parlante-nubosa-que tiene flores como cofres de oro-y da higos pequeños muy sabrosos. Después tenía que decirle a sus invitados:


- Venid, os enseñaré la planta-oveja-parlante-nubosa-que tiene flores como cofres de oro-y da higos pequeños muy sabrosos.


En invierno la planta perdió la lana, y cuando el viento soplaba entre sus ramas desnudas, estas silbaban canciones finitas como un corazón. La planta se lo ponía cada vez más difícil a su propietario, ya que entonces tuvo que llamarla “la planta-oveja-parlante-nubosa-que tiene flores como cofres de oro, da higos pequeños muy sabrosos y silba canciones finitas como un corazón”.


Cada día la planta hacía algo nuevo y había que añadírselo al nombre, que llegó a ser larguísimo. La gente dejó de ir a verla y los pocos que lo hacían nunca esperaban a que el botánico acabara de decir el nombre completo, pues llevaba varios días hacerlo. La mayoría se iban indignados sin haber visto la planta, y cuando volvían a sus casas le decían a todo el mundo:


- No existe tal planta-oveja-parlante. Ese botánico no es más que un charlatán.

Niño-árbol

Niño-árbol se llamaba así porque había nacido de la corteza de un árbol. Niño-árbol no iba a la escuela, lo único que hacía era jugar. En lugar de pelo tenía ramas y hojas. Y los pájaros, como es lógico, anidaban en su cabeza.

Kuagos


Los Kuagos son aves mágicas que nacen dentro de una calabaza, nadie sabe cómo. Mientras son polluelos se alimentan de la pulpa. Cuando son adultos rompen la calabaza en dos y utilizan una de las mitades como nido.

Fantasmas en El Ermitage


A orillas del Neva los escasos y nostálgicos visitantes se reclinan en los fantasmas del Aurora y nos miran. Estos hombres y mujeres son como reflejos de algo distinto. No sé. Algo que se ha perdido.


Catalina, entretanto, nos guía pacientemente por el bosque de desolados marinos y soldados rotos que intentan, sin mucho éxito, abandonar los mármoles quemados de esta ciudad vendiendo medallas y recuerdos de la guerra. Una medalla, un dólar. Un dólar, un trago. Así, esta parece una guerra de plástico, alcohol y latón en lugar de una verdadera guerra de muertos.


Rusos guapos y jóvenes con zapatillas de deporte, envueltos en viejas mantas, arrastran un cielo de miniaturas de Siberia tras de sí, como una estela gris y trágica. Rusos con la cabeza gacha. Rusos, señor. Hay tantas lágrimas aquí como pasteles en una cesta.


A orillas del Neva se puede ver aun hoy un bello paisaje de la ciudad de los canales, pero en pocos días se perderá para siempre. Catalina nos trae y nos lleva. Las hojas caen y ella nos permite fumar y divertirnos en la Plaza Real. Y nosotros nos peleamos con el parque, nos paseamos libremente por los tejados de oro de las colecciones del mundo y nos convertimos al fin, mansamente, en una parte más de Leningrado. Una que se muere.


Este es un mundo de sombras y las sombras son asesinas... unas siguen a otras y en la oscuridad se apuñalan sin piedad.


(De “Los hombres-bomba no van al Paraíso”)

1/11/10

Cangrejos


He leído en una de mis biblias favoritas (tengo unas cuantas), “Memoria del fuego” de Eduardo Galeano, que los cangrejos no tienen cabeza porque llegaron tarde al reparto de cabezas que hizo en su momento, el gran dios en África. Aunque este asunto del reparto de cabezas suena un poco raro, como se trata de un conocimiento tan antiguo no dudo que es cierto. Además, lo dice don Eduardo y punto.


Los cangrejos son seres curiosos, no sólo por el hecho de no tener cabeza lo que ya sería suficientemente llamativo en sí mismo, sino por muchas razones más, como tener diez patas o llevar el esqueleto por fuera. O sea que son raros de verdad. Siempre me ha fascinado pensar en el tipo que por primera vez decidió comerse uno. Sobre todo porque su aspecto no es muy apetitoso. Y sin embargo los decápodos son realmente sabrosos. Piénsese en la centolla, por ejemplo. Perdónenme ustedes, pero yo soy gallego. El caso es que hay cangrejos de muchas clases. Unos, como los cangrejos araña que pueden llegar a medir hasta tres metros de envergadura, y otros de apenas unos milímetros.


Los cangrejos cambian de caparazón varias veces mientras crecen y cuando les nace el nuevo son blanditos por fuera, como de papel. Por eso si usted encuentra uno en la playa en plena muda no lo toque, podría romperlo. En sólo un par de horas el caparazón se habrá endurecido lo suficiente y el cangrego estará otra vez en condiciones de morderle con furia con sus pinzas. Y eso, que duda cabe, es mucho más divertido que aplastarlo sin querer.


Algunos cangrejos son muy especiales, como por ejemplo el cangrejo rey de América, que mide un metro de ancho; o el azul de Florida que vive en la tierra en madrigueras y sólo va al agua a desovar; o el cangrejo violinista (Uca pugnax) que como es lógico y previsible, está extraordinariamente dotado para la música clásica, aunque algunos ejemplares de esta raza, sobre todo los irlandeses, se inclinan más por la música popular tipo “Greensleeves”. Ralph Vaughan Williams tuvo en casa uno de estos cangrejos que era un diestro intérprete de viola, y al que el famoso compositor trataba como a un amigo íntimo.


Cambiando de tema y a propósito de “Memoria del fuego” otra vez, no puedo dejar pasar estas líneas sin aclarar por qué he dicho más arriba que lo considero una biblia. Es por lo siguiente. Como la biblia es un libro lleno de conocimientos mágicos, de enseñanzas únicas, de leyendas maravillosas y de héroes que son como dioses. Y al igual que la biblia, cada palabra en él está escrita con un aliento poético que debió de nacer en el cielo... o yo no sé cómo pudo hacerse. Y si no, vean. Abro el segundo tomo, “Las caras y las máscaras” al azar, y les cuento lo que leo. No es del todo literal.


Y lo que leo es que estamos en el año 1776. Y el escritor uruguayo explica un extraordinario prodigio de la alquimia del siglo XVIII que me deja anonadado. Una transmutación inimaginable, por hermosa y cruel. Y es cómo los esclavos negros capturados en África son vendidos en Jamaica y Barbados al peso donde los transforman en melaza. Y como esa melaza se lleva después a las destilerías de Massachusetts para convertirla en ron. Y a continuación, ese ron hecho de hombres cruza otra vez el mar hasta Europa, para que en la noble Inglaterra algún caballero atildado, blanco y sin conciencia (los caballeros no suelen tenerla), pueda bañar su alma por dentro por una vez en su vida, con unas gotas del fuego negro de la verdad.


No sé ustedes, yo ya me había quitado el sombrero antes de abrir el libro. No lo duden ni un minuto más: dejen el blog y vayan corriendo a comprarlo.

La creación del mundo: piojos y pulgas

Una historia muy bonita sobre la creación del mundo es la de Pan Gu. Es china. Dice así.


Según Pan Gu y antes de Pan Gu el mundo era un huevo negro. Dentro estaba Pan Gu entero. Como Pan Gu no podía respirar, un día rompió el huevo y la parte superior de la cáscara se convirtió en el cielo, y la parte inferior en la tierra. Y Pan Gu estaba en el medio. Así permaneció mucho tiempo. Cuando miles de años después Pan Gu murió, de su último aliento nacieron el viento y las nubes; de su último grito el trueno y el relámpago; de uno de sus ojos el sol y del otro la luna. De su sangre y su saliva las aguas, y de su sudor la lluvia. Por último nacieron el hombre y la mujer, de sus piojos y pulgas respectivamente; pues Pan Gu tenía en abundancia de unos y de otras.


El final no es muy amable con nosotros, los humanos, es cierto. Pero también es bonito, ¿por qué no? Los piojos son seres muy interesantes. Son insectos diminutos, sin alas, que se alimentan unos de las aves y otros de los mamíferos. Los primeros son piojos masticadores, y los segundos piojos chupadores. Existen más de tres mil especies de piojos y cada una tiene sus costumbres, sus manías, y su manera de ser. En general no son buenos conversadores y el trato con ellos es difícil. Aunque se les dirija la palabra educadamente, no suelen contestar. Pero aun así merece la pena conocerlos.


Algunos piojos de las aves son muy viajeros, como por ejemplo Columbicola claviforme, que vive en las palomas y le encanta ir de un lado para otro todo el día; otros adoran los deportes de riesgo como Craspesorrhynchus aquilinus que vive en el águila real; y otros en fin, son tan sedentarios que parecen jubilados, eso sí, de no muy buenas maneras. Es el caso de Menopon gallinae, que vive en las gallinas con toda tranquilidad, pero no hace otra cosa más que morderlas con saña constantemente. Incluso hay uno, Koeniginimus punctatus, que vive en la gaviota reidora, de lo que se puede inferir que este pequeñísimo malófago adora con toda su alma las olas, las risas y el mar. Por cierto que a la gaviota reidora (Larus ridibundus), conocida por este nombre en casi toda Europa en muy distintos idiomas, la llamamos los gallegos “gaviota llorona”. Teniendo en cuenta que se trata de la misma especie ¿no debería esto hacernos reflexionar a los naturales de esa parte del continente sobre nosotros mismos? El lenguaje es muy revelador.


¿Y cómo no citar aquí al conocidísimo Liposcelis divinatorius que es extraordinariamente culto y se alimenta de libros? De hecho se sabe de un Liposcelis, también conocido como piojo de los libros, natural de Carballiño, Ourense, que residió en el Escorial durante años y fue íntimo amigo de Benito Arias Montano, quién lo consultaba a menudo acerca del cuidado que se debía dar a la biblioteca del rey, para mantenerla en buen estado.


Esto en cuanto a los piojos masticadores. Porque los chupadores que son los de los mamíferos, son otra cosa: esos son los nuestros (”nuestros hijos de puta” que diría Kissinger). Son de casa. Y más humanos aun si cabe. Los piojos chupadores se alimentan básicamente de sangre, lo que de por sí ya es bastante humano. Además estos piojos tienen un gancho en el extremo de cada pata con el que se aferran fuertemente al pelo y no lo sueltan pase lo que pase. Esto es aun más humano: son como la Virgen del Puño, pero por la comida.


El piojo del cerdo tiene tres pares de patas y carece de ojos. El piojo del ganado es chato. Y el piojo del elefante de Sumatra tiene un nombre perfectamente puesto: Haematomyzus elepanthis sumatranus. Los humanos tenemos tres clases de piojos: Pediculus humanis corporis, los del cuerpo; Pediculus humanis capitis, los de la cabeza; y Phthirus pubis, las ladillas. No se entiende muy bien por qué a las ladillas se las considera una clase aparte de los del cuerpo; habría que preguntárselo a alguien que lo sepa. La mayoría de los piojos miden entre uno y cinco milímetros de longitud. Pero eso no debe confundirnos: aunque sean pequeños son muy fieros y voraces. Como ya ha dicho alguien una vez, estos curiosos y pequeños insectos son en realidad terribles depredadores... que devoran a sus presas en unidades inferiores a uno.


En cuanto a las pulgas, aparte de no tener alas y alimentarse de sangre, dos cosas en las que se parecen bastante a los piojos, se distinguen de aquellos en que: a) tienen pelos; y b) saltan mucho. De hecho saltan prodigiosamente, razón por la que se las ha empleado a menudo en espectáculos circenses con gran éxito. El Circo del Sol estuvo a punto de contratar a unas cuantas pero al final no lo hizo porque no se veían bien. Hay más de mil especies de pulgas y la mayoría de ellas viven en los trópicos. O sea que si usted vive en Europa, ha tenido suerte. Una de las pulgas más conocidas es Pulex irritans, la típica pulga del hombre, que también vive (los expertos dicen “parasita”, del verbo “parasitar” pero esto suena un poco absurdo, y si no prueben a conjugarlo), en zorros y tejones. Es muy molesta.


Para identificar a una pulga correctamente, es preciso sumergirla durante dos días en una solución de potasa cáustica al 20%, para que se vuelva transparente antes de examinarla al microscopio. No sé por qué les cuento esto ya que dudo que les pueda ser de utilidad. Otras clases de pulgas conocidas son la del perro, la del gato, la del conejo que transmite la mixomatoxis, y la del topo. La pulga del topo no es ciega y sabe idiomas.


Las pulgas son más peligrosas que los piojos, ya que pueden transmitir enfermedades como el tifus o la peste negra. Por desgracia los osos hormigueros se alimentan de hormigas y no de piojos y pulgas. Esto es algo que Dios o quién fuera hizo muy mal en su momento, porque si los osos hormigueros se alimentaran de estos pequeños malófagos como tenía que ser, con un oso hormiguero en casa arreglaríamos todo este asunto de las pulgas fácilmente. En fin, que no es así. Tchk. Mala suerte.


Y por supuesto, Pan Gu ya sabía desde el principio todo lo que les acabo de contar. Vaya si no.



PD: Las pulgas marinas (Talorchestia longicornis) son crustáceos. Se parecen mucho a las pulgas, razón por la que se las llama así. Pero no son pulgas. Y son inofensivas. Si usted está tumbado en la playa un día cualquiera y le pasa por encima un animado grupo de estos simpáticos anfípodos, déjelas hacer y disfrute de las cosquillas. No le pesará.

El Falso Fisiólogo


El Falso Fisiólogo que la mayoría de los especialistas atribuyen por comodidad a San Gregorio Nacianceno, en realidad es anónimo. Desaparecido durante siglos, el reciente y feliz hallazgo de una copia del siglo XV en la biblioteca Ambrosiana, nos permite hoy redescubrir esta obra literaria de excepcional valor. Es una lástima que el ejemplar hallado no reproduzca las bellísimas ilustraciones que tenía el original.

Obra rara y diminuta, en realidad apenas un opúsculo, describe tan sólo nueve animales. Aparece citada ya por Pierre de Beauvais en su Bestiario, y posteriormente Tomás de Cantimpré hace referencia a ella en varias ocasiones en la “Summa”. Parece ser que a pesar de su brevedad la influencia que tuvo en la cultura científica de la Europa Medieval fue enorme. Algunos autores sostienen que su origen pudo estar en un encargo del papa Gelasio el Africano a algún naturalista desconocido, con lo que dataría del siglo I, o bien no. Probablemente no, ya que esto del Papa Gelasio me lo acabo de inventar ahora mismo.


Al igual que otros manuales zoológicos de la antigüedad, el Falso Fisiólogo fue un libro muy popular durante los siglos XII y XIII. En aquella época en Europa todo el mundo llevaba uno en el bolsillo y lo consultaba a menudo. Se trata en esencia de un texto breve y manejable, con informaciones precisas acerca de ciertos animales y sus usos, al estilo de los Libros de Utilidades tan en boga entonces. Su originalidad estriba en los animales descritos, que exceptuando el suido, raras veces aparecen en otros bestiarios.


El último ejemplar griego del Falso Fisiólogo se perdió a finales del siglo XIII. La copia ambrosiana que hemos manejado para esta edición, la única existente, es una transcripción al latín y probablemente fue realizada por algún monje archivero a mediados del siglo XV. El copista añadió además algunos comentarios doctrinales moralizantes (en esta transcripción en cursiva) que la obra original no tenía, y que tan queridos eran a la mentalidad espiritual de la Edad Media. Esta es la primera vez que se ofrece al público de lengua española una mala traducción de esta joya única. En esta edición, salvo las cursivas entrecomilladas para las anotaciones del maldito fraile, no hemos seguido ningún criterio especial por pereza.



EL FALSO FISIÓLOGO


El Histricomorfo. El histricomorfo es un animal muy beneficioso para el hombre. Vive en el sur de Italia. Si se encuentra uno hay que quitarle las púas. Con su cola que tiene forma de pincel, se hacen brochas de afeitar de excelente calidad.


El Frinomérido. El frinomérido es natural de África pero viaja mucho. Tiene ventosas en los dedos. Si se le acusa de algo, lo niega con la cabeza. No hay en el reino animal un ser más inútil que éste. “El frinomérido nos enseña también que aquellos que lo niegan todo nunca verán a Dios.”


El Oficefálido. Este pez del tamaño aproximado de un muchacho puede vivir fuera del agua varias semanas, pero al fin muere. “Del mismo modo como afirma San Isidoro, mueren las almas abrasadas en el dolor si permanecen alejadas de la bondad del Padre mucho tiempo.”


El Suido o Cerdo Común. Este animal no sabe aritmética pero es útil. Si se cría en cautividad hay que poner mucho empeño en que no muera de muerte natural, ya que eso traería mala suerte al propietario y a toda su famillia.


El Poliplacóforo. Este animal marino tiene un solo pie pero anda igual. Cocinado es sabroso. Así habló Orígenes: “Tal como el poliplacóforo se adhiere con fuerza a las rocas, así el hombre honesto debe asirse a la fe.”


El Turbelario. El turbelario es hermafrodito, vive en la tierra húmeda y en el agua, y no tiene intestino.


El Megaluro. Cuando el megaluro construye su nido, le da forma de esfera por si en un momento de necesidad tuviera que llevárselo rodando. Por tanto es astuto. Tiene un canto hermoso y variado. “El megaluro es un ejemplo para el devoto pues es previsor y canta en alabanza a su Dios.”


El Gul. Este animal es pequeño pero peligroso. Habla en árabe y no es de fiar. Si se encuentra uno hay que matarlo con el primer golpe, pues el segundo aumenta su fiereza y su vigor. Sus dientes molidos no tienen ninguna utilidad.


El Apterilácteo. Esta ave no voladora es del tamaño exacto de una gallina, pero más grande. Tiene seis dedos. Vive en Asia. Duerme todo el día. Pone un único huevo idéntico a un coco. Si se abre dicho huevo cuando aun está fresco, en su interior hay leche de vaca. “El apterilácteo simboliza al buen cristiano. Al igual que esta ave protege lo mejor de sí dentro de una recia envoltura, así el hombre temeroso de Dios guardará en lo profundo de su corazón y a salvo su amor por el Padre. “