Un botánico tenía una planta muy rara en el jardín. Era una planta que tenía ojos y oídos y parecía una oveja. Nadie conocía aquella especie así que el botánico que era un científico muy riguroso, tuvo que ponerle un nombre y decidió ponerle el de planta-oveja; un nombre muy descriptivo. Cuando tenía invitados en casa les decía:
- Venid, os enseñaré mi planta-oveja-. Y los llevaba al jardín.
La planta era muy hermosa. Tenía forma de oveja y en lugar de hojas daba lana. También balaba, pero solo si la regaban con leche recién ordeñada. Las visitas no podían creerlo y cuando volvían a sus casas se lo contaban a todo el mundo. Un día la planta-oveja habló y el botánico, en aras de la precisión científica, decidió llamarla la planta-oveja-parlante. A partir de entonces le decía a las visitas:
- Venid, os enseñaré mi planta-oveja-parlante.
Y los llevaba al jardín. La planta hablaba un perfecto valenciano además de español. Las visitas no podían creerlo y cuando volvían a sus casas se lo contaban a todo el mundo. Otro día la planta le dijo al botánico:
- Mira, botánico.
Y soltó un rizo de lana que se fue volando hacia el cielo y creció hasta convertirse en una enorme nube blanca. Entonces el botánico decidió llamarla la planta-oveja-parlante-nubosa. Cuando se la enseñaba a alguien, este no podía creerlo y después se lo contaba a todo el mundo. Cada día iba más gente a ver la planta y el botánico los atendía a todos lo mejor que podía.
En primavera la planta floreció, y las flores eran como cofres pequeños recamados de oro, con su cerradura y su llavecita, así que la planta pasó a llamarse la planta-oveja-parlante-nubosa-que tiene flores como cofres de oro. En otoño los cofres se abrieron y dentro de cada cofre había un fruto que era como un higo pequeño muy sabroso. Y entonces el botánico tuvo que llamarla la planta-oveja-parlante-nubosa-que tiene flores como cofres de oro-y da higos pequeños muy sabrosos. Después tenía que decirle a sus invitados:
- Venid, os enseñaré la planta-oveja-parlante-nubosa-que tiene flores como cofres de oro-y da higos pequeños muy sabrosos.
En invierno la planta perdió la lana, y cuando el viento soplaba entre sus ramas desnudas, estas silbaban canciones finitas como un corazón. La planta se lo ponía cada vez más difícil a su propietario, ya que entonces tuvo que llamarla “la planta-oveja-parlante-nubosa-que tiene flores como cofres de oro, da higos pequeños muy sabrosos y silba canciones finitas como un corazón”.
Cada día la planta hacía algo nuevo y había que añadírselo al nombre, que llegó a ser larguísimo. La gente dejó de ir a verla y los pocos que lo hacían nunca esperaban a que el botánico acabara de decir el nombre completo, pues llevaba varios días hacerlo. La mayoría se iban indignados sin haber visto la planta, y cuando volvían a sus casas le decían a todo el mundo:
- No existe tal planta-oveja-parlante. Ese botánico no es más que un charlatán.
1 comentario:
De los últimos este me gusta especialemente.
Un saludo.
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