11/4/13

Un imán



















          Un niño tenía un imán en propiedad. No un guía espiritual mahometano, sino un imán de verdad; de los que atraen los metales. Era un imán muy potente. Por eso cuando el niño iba de paseo y llevaba el imán en el bolsillo se le iban pegando al cuerpo todos los objetos metálicos que había cerca. Era un problema porque al llegar a casa, en lugar de un niño normal parecía el hombre de hojalata. Había que quitárselo todo de encima y algunas cosas eran muy difíciles de despegar. Además, con toda aquella chatarra el niño pesaba muchísimo y no había quien lo moviera.
          Después sus padres tenían que clasificar los objetos uno por uno: los tenedores y cucharas por un lado, las llaves por otro, los tapacubos de coche por otro...  y referenciarlos para devolvérselos a sus propietarios. 
          Este niño tenía terminantemente prohibida la entrada en París, porque el alcalde de la ciudad temía que se le pegara la Torre Eiffel.