29/5/09

Una vara mágica

          Se sabe que las varas de los magos han de ser de avellano, rectas, lisas y sin nudos. Inmaculadas, perfectas. 

          Un buen maestro que tuve en la enseñanza primaria, don Lino, tenía una así. Era blanquísima, pulida y, efectivamente, perfecta. 

          La vara, que don Lino guardaba celosamente en un cajón, o empleaba para señalar un mapa, o dejaba a veces sobre la mesa mientras explicaba una lección, ejercía una fascinación extraordinaria en mi, y creo que también en el resto de la clase.

          Al contrario que la vara de Mercurio que adormecía a los hombres, la de don Lino nos mantenía a todos los niños bien despiertos. Como yo, también los demás deseaban tocarla. Y en verdad debía de tener algún poder mágico, pues en las ocasiones en que lo lográbamos, su contacto nos producía en la palma de la mano una sensación muy parecida a la del fuego.

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