15/5/09

El Marqués del Gasto

          Poco conocido por el gran público, Alfonso de Ávalos, Marqués del Gasto, fue uno de los personajes más increíbles de la historia de España. Y esto hay que reconocérselo, un aristócrata que sí hizo honor a su título. 

          Era un hombre muy culto, poeta y soldado. Siendo tan sólo un muchacho se alistó en el ejército del emperador Carlos V y llegó a Capitán General. Participó en la batalla de Pavía junto al valeroso Antonio de Leyva, y en 1538 fue nombrado gobernador de la ciudad de Milán. Bajo su mandato la corte milanesa se convertiría en la más refinada y suntuosa de toda Europa. El tipo vivió a todo tren.

          Cuando murió en 1546, el cortejo fúnebre que recorrió las calles de Milán con su féretro fue lo nunca visto. En el capítulo once de “El Crótalon”, el maravilloso libro de Cristóbal de Villalón que todos los españoles deberíamos leer varias veces, el personaje de Gallo, que vio en persona el entierro del Marqués, hace una descripción detallada del mismo, de la cual extraemos algunos datos.

          – Abría el cortejo un desfile de quinientos niños vestidos de luto, todos con el escudo de armas del Marqués bordado en plata en el pecho. Y cada niño llevaba una antorcha en las manos.

          –  A continuación iban cien cruces de madera, cada una de ellas con cinco grandes velones.

          –  Después mil seiscientos clérigos, monjas y frailes pertenecientes al cabildo de la catedral y a todas las iglesias y parroquias del milanesado. Todos portando cirios encendidos.

          – Los seguía la guardia a caballo del Marqués, vestida de luto y precedida por dos trompetas.

          – Detrás, todo el personal de La Casa, más de cuatrocientas personas.

          – La guardia alemana, pajes, caballeros, soldados y reyes acompañados por cinco grandes estandartes y un cortejo formado por ocho pajes, llevando cada uno de ellos un objeto del difunto: la espada, el escudo, la lanza, un estoque, un bastón...

          – El caballo del Marqués conducido por un mozo, guarnecido de terciopelo negro y con freno y espuelas de plata. Y detrás, doce mozos de espuelas con otros doce caballos de gala.

          – Después doce caballeros de luto con capirotes, llevando en andas el cuerpo de su excelencia bajo un dosel de terciopelo negro y brocado de plata. El Marqués asistió a la procesión vestido de rojo y oro, con las enseñas y las armas de la orden del reino de Nápoles, y permaneció en decúbito supino durante todo el acto.

          – Seguían a don Alfonso veinticinco caballeros engalanados con el escudo de armas de la Casa de Ávalos. Y cada uno de ellos llevaba un hacha de cera negra encendida en las manos.  

          – Por último, cerrando el cortejo su hijo, el Marqués de Pescara; y sus hermanos don Íñigo y Cesáreo de Ávalos seguidos de otros familiares, príncipes, nobles, todos los gobernadores y alcaldes de Italia, los comisarios generales de Su Majestad y una multitud de embajadores y otras personas notables.

          Más de doscientas mil personas asistieron al sepelio. Y además de la misa solemne de cuerpo presente celebrada en el altar mayor de la catedral, en las otras capillas se oficiaron ese día cuatrocientas misas rezadas.

         Un entierro así es muy caro, que duda cabe. Hoy en día ya nadie puede permitírselo. Aparte de que quién lo hiciera dejaría a sus herederos en la indigencia, cosa que también ocurrió en el caso del Marqués. 

         Lo de las cuatrocientas misas merece un capítulo aparte. Parece ser que se oficiaron para abreviar en lo posible la estancia del difunto en el Purgatorio. Un gasto inútil que hubiera disgustado mucho a su excelencia. Hoy lo sabemos, pues el Purgatorio... ya no existe.

1 comentario:

molano dijo...

Como nobleza obliga, observo que el hijo renunció al título de Marqués del Gasto por otro menos comprometido.
Esta historia, sobre todo, me ha hecho pensar que es una pena que uno no pueda disfrutar de su propio entierro.