Una niña tenía dos loros que se llamaban Inteligencia y Memoria. La niña llevaba siempre un loro en cada hombro y los dos le susurraban al oído lo que tenía que pensar y decir. Esto resultaba muy cómodo, porque los loros resolvían multitud de problemas diarios. Por ejemplo si la niña no se acordaba de un teléfono, el loro Memoria que estaba en su hombro izquierdo le decía al oído: 273 85 99. Y la niña ya sabía el teléfono. Otro ejemplo. La niña iba de paseo con sus padres. De pronto se encontraban con doña Eulalia, la vecina del quinto, y doña Eulalia le decía a la niña:
- ¡Uy! qué niña tan guapa. Qué ricura, ¿A quién quieres más, bonita, a tu papá o a tu mamá?
Entonces, el loro Inteligencia que estaba en el hombro derecho de la niña, le susurraba: A los dos. Y la niña decía en voz alta:
- A los dos.
Con esto doña Eulalia quedaba encantada. Decía “¡pero qué lista es esta niña!”, se dedicaba a charlar con los padres y dejaba a la niña en paz. Los dos loros eran invisibles, así que ni doña Eulalia ni los padres de la niña podían sospechar nada...
1 comentario:
Que bueno este cuento, me ha gustado mucho, esos loros invisibles que nos “ayudan” no sólo en la infancia, sino a lo largo de nuestra vida, y cuantos problemas cuando deciden marcharse y nos dejan desamparados…
Un abrazo
Publicar un comentario