Este simpático mamífero es muy apreciado por su carne. El de monte, guisado es delicioso. Que se lo pregunten a Delibes; o a mi padre que los cazaba a menudo cuando yo era niño. Y bien que nos los comíamos en casa. Los conejos son corrientes. Los hay en todo el mundo excepto en Madagascar y en la Antártida, y son de muchas clases. Algunas sorprendentes. El conejo de angora por ejemplo, tiene un pelo finísimo y no se come sino que se esquila, pues su lana es tan apreciada como la de las mejores ovejas.
Pero estos despiertos roedores son también animales inteligentísimos hasta el punto de que algunos han llegado a protagonizar grandes novelas como La Colina de Watership, de Richard Adams. Solo falta que se les haga la película correspondiente, aunque las recientes negociaciones entre la productora de Spielberg y Quinto y Avellano, propietarios de los derechos del libro, de momento no han dado fruto.
El caso es que los conejos, como los asnos y otros animales domésticos, han enseñado muchas cosas a los hombres pues son sabios y generosos. Hasta el de Alicia era sabio a pesar de que siempre llegaba tarde a todas partes. Vuelvan a leer el libro y verán. Un conejo no muy conocido por el gran público es el conejo de la luna. Es gigantesco. Ocupa una cara entera de nuestro satélite y aun así nadie ha conseguido cazarlo nunca, pues en cuanto un cazador le echa el ojo este conejo se convierte en una señorita y se pone a leer un libro tranquilamente.
El cuento ruso del conejo que vivía en una roca en medio del mar también es muy bonito y me encantaría contárselo ahora a ustedes, pero no voy a hacerlo porque no tengo tiempo y me tengo que ir. Lo siento, será otro día. ¡Por mis barbas y bigotes, voto a tal! ¡Se me está haciendo tardísimo!
1 comentario:
Yo crecí con Buggs Bunny, "el conejo de la suerte", que ahora que lo pienso, no sé por qué le llamaban así.
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