Don Juan de Castilla, un indio traído a España por Colón en su primer viaje y convertido en noble castellano por los Reyes Católicos con todos los honores era capaz, según se dijo en su tiempo, de fabricar insectos vivos con sus propias manos, lo que se tuvo entonces por un milagro cierto en todo el reino.
Lamentablemente don Juan, que era de natural melancólico, murió a los dos años de su estancia en la península, aquejado con toda seguridad de Nostalgia Selvática, una rara dolencia. Y fue enterrado cristianamente en la ciudad de Burgos.
Aunque fabricar insectos vivos es poco corriente, en el año 2004 yo mismo conocí a un joven de origen oriental en Roma en las inmediaciones de Piazza Navona, que practicaba este milagro con gran soltura y admirable maestría. Fabricaba el insecto que le pidieras, cortando y plegando hábilmente hojas verdes de palmas, palmitos, cordilinas y dracenas o árboles de la felicidad. Una vez que tenía el insecto terminado, lo introducía en una bolsa transparente, le insuflaba vida con un soplo y te lo vendía por dos euros. Se ganaba la vida así.
Mi ex y yo le compramos en aquella ocasión tres ortópteros: dos langostas verdes (Tettigonia Viridissima), y un insecto-hoja indoaustraliano (Phyllium Siccifolium), que después regalamos a unos niños ingleses por la “Pasquetta”, el lunes del ángel.
Nostalgia Selvática... seguramente.
1 comentario:
Aunque volvería cada año a la Piazza Navona, yo también —sin haber estado nunca— me considero un animal selvático, que encuentra algo de consuelo entre Bernini, panini, Paganini... Aullaría si pudiera cuando huelo a tierra mojada.
Un saludo
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