Cada día hay más gente que se cambia de sexo. Los avances médicos, la evolución de las costumbres, la sensibilidad con estas personas y la creciente aceptación social de las minorías y de lo diferente, hacen que lo que parecía una rareza se esté convirtiendo en normal. En fin, nada que objetar. Supongo que es una opción tan buena como cualquier otra, para quienes así lo deciden.
Pero los cambios de sexo no son algo nuevo. María Pacheco por ejemplo, fue una mujer portuguesa que se convirtió en hombre espontánemente a los catorce años de edad, viajó a Brasil, volvió rico de allí, contrajo matrimonio con otra mujer en Esgueira, su pueblo natal, y vivió felizmente en dicha localidad hasta el fin de sus días. En Portugal es famosa y muchos autores han escrito sobre ella.
Y aunque el de María Pacheco es el suceso de este tipo más conocido, hubo otras muchas personas que cambiaron de sexo en la antigüedad. Lucia Cosicia, una hermosa mujer natural de Triditania se convirtió en hombre el mismo día de su boda, aunque a su prometido no le importó y se casaron igual. Alberta Zósima de Tours que vivió en Francia y Alemania en el siglo XV, cambió de sexo seis veces a lo largo de su vida y tuvo tres hijos, dos de ellos como mujer y uno como hombre. Y Santa Emerata Castiglioni, la famosa santa italiana tan milagrera, también había sido un hombre en su adolescencia, aunque lo negó incluso bajo tormento y murió por ello.
Más recientemente hubo también un caso extraordinario, el de James Harper Morris. Este joven y apuesto oficial de lanceros del ejército británico, tras haber coronado con Hillary el Everest y después de casarse y tener cinco hijos se cambió de sexo, se convirtió en la escritora galesa Jan Morris y dio a luz al más hermoso retrato de una ciudad que se haya escrito jamás: Venecia. Léanlo.
1 comentario:
Es curioso lo que tienen a veces las casualidades, decidiste escribir una entrada sobre este tema cuando justo hace poco más de una semana me enteré de un caso cercano, un muchacho de mi pueblo que ahora es muchacha.
Como se sabe, los pueblos siguen siendo pueblos, y en estos momentos el tema es la comidilla en el pueblo, hasta que tengan algo nuevo de lo que hablar. Cuando me enteré, lo primero que pensé es que es una mujer valiente, porque no es lo mismo cambiar de sexo amparado en el anonimato de la gran urbe que en el pueblo que te vio nacer, y lo segundo es que, ciertamente resulta triste que sea necesario el valor para dar ese paso.
De las personas que citas en la entrada sólo conocía el caso de María Pacheco, bueno, creo que es el caso que conozco, porque era en Portugal y la historia es muy parecida, aunque para ser sincera no recordaba el nombre.
Me gustó descubrir el resto de historias que nos cuentas a través de sus nombres propios, y, anoto la recomendación, viniendo de ti seguro que merece la pena la lectura.
Un abrazo
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