Un cangrejo decidió cambiar de vida. Dejó la playa y se fue por el mundo adelante. Llegó a una ciudad y se instaló en ella. Al principio tuvo algunos problemas de adaptación. Por ejemplo, le costó un poco entender los semáforos porque como andaba de lado, cuando el semáforo se ponía verde el cangrejo en lugar de cruzar la calle echaba a andar otra vez por la acera. Pero poco a poco se fue acostumbrando y cada vez estaba más contento de vivir en la ciudad.
Como tenía que vivir de algo se hizo zapatero. Pronto desarrolló una gran destreza con sus patas y todos los vecinos le traían zapatos para que se los arreglara. El cangrejo era muy creativo y siempre añadía algo a los zapatos y los mejoraba o los hacía más bonitos, así que adquirió mucha fama. Una vez lo llevaron a un programa de la televisión local y lo entrevistaron. A raíz de aquello se convirtió en diseñador de zapatos. Montó una fábrica y contrató empleados. Y pronto sus zapatos se vendían por todo el país. Un día, estaba en su despacho y entró el ciempiés.
- Buenos días, cangrejo zapatero.
- Buenos días, señor ciempiés, ¿qué le trae por aquí?
- Necesito unas botas de montaña, me voy a escalar el Everest o a hacer el Camino de Santiago, no sé aun.
- Eso está hecho, señor ciempiés, ¿cuántas quiere?
- Mmmh, veamos, cincuenta pares, desde luego, y otros cincuenta de repuesto, total cien pares.
- De acuerdo, dijo el cangrejo, venga la próxima semana y las tendrá listas.
El ciempiés volvió a la semana siguiente, el cangrejo le entregó las doscientas botas y el ciempiés se fue encantado. Y así, de esta forma tan simple... el negocio del cangrejo iba viento en popa.
2 comentarios:
Con un par de clientes ciempiés... negocio asegurado de por vida!
Eso si que es un buen negocio ... hacia atrás ni para coger impulso. Sin duda, lo mejor es caminar de lado.
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