La zorra iba por el campo y se encontró con el racimo de uvas, que estaba tomando el sol.
- Buenos días, señor racimo -le dijo.
- Buenos días, señora zorra -contestó el racimo educadamente-. ¡Qué raro usted por aquí!
- Pues sí, pero es que me quedaba de paso. Voy al castillo de la abuelita a devolverle un zapato de cristal que perdió.
- ¡Eh, eh, un momento, lo está mezclando todo! -la interrumpió el racimo-, eso son varios cuentos distintos.
Si algo no soportaba la zorra era que le llevaran la contraria, así que dio un brinco y de un bocado se comió el racimo, que ya no pudo decir nada más. La zorra siguió andando, entró en el bosque y se topó de bruces con el gato con botas.
- Buenos días, señor gato.
- Buenos días, señora zorra ¿qué le parecen mis nuevas botas de siete leguas?, -dijo el gato que era algo presumido.
La zorra estudió detenidamente las botas y después de hacer algunas anotaciones misteriosas en una pequeña libreta que sacó de un bolsillo, contestó:
- Muy bonitas, señor gato. Pero no son de siete leguas. Apuesto a que no miden más de treinta centímetros.
El gato miró a la zorra con suspicacia y, un poco desconcertado, se quitó las botas para medirlas. La zorra añadió:
- En cualquier caso, sí que parecen muy cómodas. ¿Me permite probarlas?
Pero el gato se las volvió a poner inmediatamente y se puso serio.
- Por supuesto que no -dijo indignado-. En cuanto las tuviera puestas desaparecería de mi vista. ¿O cree que me chupo el dedo? ¡Habráse visto!
Y en dos zancadas desapareció de la vista de la zorra. La zorra se encogió de hombros y siguió caminando. Al llegar al lindero del bosque encontró a los tres cerditos que celebraban su cumpleaños con una fiesta.
- Buenos días, señora zorra -dijeron los tres cantando a coro cuando la vieron llegar.
- Buenos días, tres cerditos.
Entonces la zorra reparó en la tarta de cumpleaños. Era una gigantesca tarta ¡de color verde!
- ¡Por las barbas de Micifuz! -exclamó-, ¿de qué es esa tarta?
- De kiwi -respondieron los tres cerditos-. ¿Quiere probarla?
- No, no, muchas gracias muchachos -dijo la zorra-, tengo que seguir mi camino. Además... creo que me han sentado mal unas uvas que comí.
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