Los nobles griegos y romanos tenían la costumbre de morirse de forma súbita o bien en circunstancias curiosas. De ese modo tanto sus contemporáneos como sus biógrafos tenían algo de qué hablar, lo cual siempre estaba bien y daba más juego. Pero la muerte súbita no es algo privativo de la aristocracia. Ah no. Muertes súbitas las ha habido siempre y las sigue habiendo hoy en día. Son moneda corriente.
Muchos autores, Plinio entre otros, han dejado constancia de algunas muertes súbitas de la antigüedad que pasaron a la historia, como la de Bebio Pánfilo que murió preguntando la hora a un muchacho; o la de los dos caballeros romanos que murieron al mismo tiempo mientras gozaban contra natura del bello Pantomimo. Por cierto que este joven, Pantomimo Mítico, a partir de aquel suceso abandonó la profesión de cochero e inició una larga y exitosa carrera como asistente personal de varios senadores muy respetados.
Estos dos casos que he citado están relacionados con la antigua creencia de que la muerte súbita era un regalo de los dioses. Pero ha habido muchas muertes súbitas y no todas pueden interpretarse de esa forma. Un sabio hindú que se enorgullecía de sus vastos conocimientos, al no ser capaz de responder a la pregunta de un niño murió de vergüenza. Un hombre que se cayó de un octavo piso en Nueva York en 1997 salió ileso del accidente, pero murió esa misma tarde tras consumir una hamburguesa en mal estado. Un guerrero chino estuvo durmiendo ciento treinta y seis años ininterrumpidamente, y murió al despertar y ver lo cambiado que estaba el mundo. Un rey de Sajonia murió ahogado a los quince años tras apostar con su hermano menor y pretendiente al trono que podría aguantar la respiración bajo el agua durante más de veintisiete minutos; si bien hay dudas con respecto a la validez de este caso como muerte súbita. Y Sir William Coustenay, caballero de Malta, rey de Jerusalén, príncipe de Arabia y rey de los gitanos cuyo verdadero nombre era John Nichols, murió súbitamente en 1838 en los alrededores de Canterbury, sin que se sepa la causa a ciencia cierta.
En otro orden de cosas pero hablando más o menos de lo mismo, una mujer etíope murió de repente al intentar mover las orejas sin ayuda de las manos, y además fue el hazmerreír general en su aldea. Una muerte súbita realmente idiota.
O sea que los casos de muerte súbita son incontables. Es más, todos los días mueren tantos niños pequeños de muerte súbita que muchas veces sus padres ni siquiera tienen tiempo de ponerles nombre.
Lo de la muerte súbita es muy corriente... ¡Incluso hay una cerveza que se llama así!
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