Su carne es muy apreciada en África y Asia. En Europa no porque no hay. Si los hubiera quizás sí y puede que entonces yo no estaría escribiendo esto pues me crié al lado de un río.
Antiguamente los guerreros de ciertas tribus africanas capturaban ejemplares jóvenes de cocodrilo y los alimentaban manteniéndolos bien atados. Cuando uno de los cocodrilos había crecido y estaba lo bastante gordo, le cortaban un pedazo de la cola y lo preparaban guisado, pues la carne de este saurio bien cebado tiene un sabor exquisito.
El cocodrilo no moría a consecuencia de la herida, por lo que unos días después, cuando estaba medio curada, los indígenas volvían a cortarle otro trozo, y así sucesivamente durante dos o tres semanas o lo que podía sobrevivir el animal. Como cualquiera puede ver se trataba de una forma cómoda (y cruel) de tener carne fresca todos los días, aunque también peligrosa si el cocodrilo lograba soltarse. Esto, que parece una tontería increíble, no es que lo diga yo que ya sé que tengo poco crédito: es que lo dice Mircea Eliade.
Los cocodrilos son también ellos mismos excelentes gastrónomos, aunque comen demasiado rápido, no paladean y suelen padecer frecuentemente digestiones pesadas. Un grupo bastante numeroso de estos saurios que vivía pacíficamente en los manglares de la isla de Ramree, en Birmania, se dieron un fabuloso banquete en 1945 que incluyó entre otras delicatessen, más de novecientos soldados japoneses bien frescos, que fueron consumidos crudos, sin ningún adobo.
2 comentarios:
Y luego... ¡a llorar!
Hace tiempo vi unas imágenes en un documental en las que una nutria gigante del Amazonas acosaba a un cocodrilo (o caimán, no recuerdo) girando a su alrededor. Su táctica consistía en agotarlo, cosa sorprendentemente fácil según parece.
Una vez conseguido su objetivo procedió tranquilamente a comerse parte de la cola del reptil mientras éste permanecía inmovilizado mientras le masticaban la popa.
Después, según contaban, cada uno siguió con sus rutinas diarias.
Un abrazo.
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