Esto es una explicación. Normalmente manipulo fotos o ilustraciones para incluirlas junto a los textos de este blog, como saben quienes me leen; o utilizo otras que son mías. Como el tema de la autoría me preocupa especialmente ya que he sido fotógrafo e ilustrador en el pasado, suelo revisar el blog de vez en cuando y hacer un balance de lo que se podría calificar como imágenes “totalmente mías”. Bien sea porque yo mismo he hecho las fotos en persona; o porque he dibujado las ilustraciones; o porque he transformado una imagen ajena hasta el punto de conseguir otra completamente nueva. Photoshop sirve para esto y no sólo para adelgazar chicas o añadir six-packs a los jefes de Estado. Y por otra parte cuento también el número de imágenes que son de otros, prestadas... o libremente tomadas por mi (sin permiso, lo confieso) y a las que he sometido a un mínimo tratamiento, por lo que no puedo en justicia considerarlas del todo mías.
En general intento que el ratio sea más o menos de 8 a 2; es decir, que haya por lo menos un ochenta por ciento de imágenes propias frente a las ajenas, por decirlo así. No he encontrado un cuento adecuado para esta foto y por eso escribo esto. La foto, que es de Banco de Imagen y de la que al final estoy enamorado, tras sufrir varias manipulaciones ha acabado convertida en lo que ven (hay una gran parte de azar en esto y a menudo aparecen cosas inesperadas). Tal vez me gusta porque me recuerda vagamente, salvando las distancias, por supuesto, a Sorolla, uno de los más grandes pintores españoles, al lado de cuya casa en la calle Martínez Campos de Madrid, viví un tiempo y visité a menudo. ¡Y luego dicen que el pescado es caro!
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