Que el papagayo de Corina, la amante de Ovidio, no era un papagayo normal y corriente está claro. Se trataba de un ave excepcional sin ninguna duda. Vivió a principios de nuestra era en Roma y murió muy joven. Que sepamos pasó a ser propiedad de Corina en el año 3 a.C., y murió, se supone que santamente, en sus manos en marzo del 14 d.C., sin que haya podido aclararse con exactitud la causa de la muerte. Con respecto a este punto se ha barajado la posibilidad de que su fallecimiento se debiera a la ingestión por error, de una nuez venenosa. En concreto una de la variedad Strychnos Nux-Vómica, traída de Asia por un primo de Corina, el tribuno Sempronio Fabio.
Este hombre que era aficionado a la botánica, de regreso de uno de sus viajes se alojó entre febrero y marzo del 14 d.C. en casa de Corina durante unos días, y fácilmente pudo dejarse olvidadas encima de la mesa algunas semillas de nuez vómica junto con otras curiosidades botánicas (parece ser que el pájaro sentía pasión por las nueces y las consumía en grandes cantidades). En cualquier caso esta tesis no ha podido probarse. Sí se conocen en cambio las últimas palabras del papagayo antes de morir: “Adiós, Corina”, que como muy bien se ha apuntado, dan muestra del gran aprecio que sentía el ave por su dueña.
La especie a la que pertenecía ha suscitado innumerables controversias. Muchos creen que era un Lorito Africano, un pájaro de unos 30 cm de longitud, de vivo colorido azul, verde y gris, y que aprende a hablar con gran facilidad; o un Inseparable de Cabeza Roja, también africano pero más pequeño. Pero otros, apoyándose en dos datos señalados por Ovidio, los colores de sus plumas (verde y rojo intenso), y que provenía de las Indias Orientales, sugieren que podría haberse tratado de algún tipo de periquito o cacatúa. Estas aves son comunes desde Nueva Guinea hasta Australia y se conocen varias clases que podrían encajar con la descripción del de Corina, como el Periquito Real (Alisterus Scapularis) o la Cacatúa Nariguda (Cacatúa Tenuirostris).
Su orientación sexual también ha sido muy discutida. Está claro que sentía un amor platónico e irracional por su ama, pero es improbable que mantuviera relaciones íntimas con ella. Corina era una amante muy exigente, que en cierta ocasión obligó a Ovidio a hacerlo nueve veces en una sola noche, y es dudoso que un pájaro pudiera mantener este ritmo mucho tiempo. En cambio sí se ha probado que el locuaz papagayo compartió jaula y cama con un bello tórtolo hasta el fin de sus días, por lo que tal vez fuera gay. Los periquitos suelen serlo. En cualquier caso era un ave extraordinaria. Los numerosos testimonios de sus contemporáneos nos han dejado el retrato de un pájaro cortés y elegante, dotado de un fino sentido común, y cuya conversación y compañía eran una delicia para los sentidos.
Este papagayo está enterrado en el Elíseo, en una pequeña tumba de mármol en la que puede leerse un hermoso epitafio:
“Se ve por mi tumba que complací a mi dueña,
mi pico supo hablar más de lo que habla un ave.”
Una historia parecida a esta es la del gorrión de Lesbia, un gorrión molinero muy lujurioso, pero la contaremos en otro momento, cuando no haya niños delante.
1 comentario:
hola Victor aqui el Gusti enhorabuena por el libro y si que es un lujo que esté ilustrado por Pablo Amargo te mando un abrazo ,a ver que cuento esta por alli esperando a ser ilustrado quien sabe? saludos
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