12/10/09

San Cristóbal

El caso de San Cristóbal nunca se pudo aclarar del todo. ¿Realmente llevaba el mundo a cuestas o no? Muchos lo dudaron. Hasta Calderón de la Barca se permitió expresar su escepticismo acerca de dicho asunto en su famoso entremés La Mujer Sacristán, de la siguiente manera: “...decid, santo tremebundo, si traéis al hombro el mundo, ¿a dónde ponéis los pies?”.


En efecto. Aun desconociendo los más elementales principios físicos de la teoría de las palancas, cualquiera puede ver que hay algo en la historia de este santo que no cuadra. Según Santiago de la Vorágine San Cristobal medía doce codos de altura, o sea más de cinco metros. Suponiendo que el dato sea correcto el santo habría sido un auténtico gigante, mayor aun que el gigante Ferragut que murió a manos de Roldán. Pero así y todo no lo suficiente como para cargar con el mundo entero.


El caso es que hubo gran cantidad de personas que pusieron en tela de juicio la historia de San Cristóbal; pero sus opiniones fueron sistemáticamente acalladas por los poderes políticos y religiosos, que temieron siempre que aquel conocimiento pudiera llegar al pueblo y provocara motines y revueltas.


Los Templarios, que montaban a caballo de dos en dos vaya usted a saber por qué, nunca creyeron en este santo; y los monjes negros del monte Atos otro tanto de lo mismo. Unos y otros negaban tajantemente la ridícula historia de San Cristóbal con el niño Jesús. Y sin embargo el Papa los dejó en paz. Misterio.


Muy distinto fue el caso del italiano Gaudencio Merula. Este hombre publicó en Padua en 1548 un libelo en el que desacreditaba al santo, pero el panfleto fue confiscado por la Inquisición y no llegó a leerlo nadie. También Vasco Filgueira, el erudito portugués del siglo XV, se llevó lo suyo a causa de este tema. Unos días después de declarar públicamente en Lisboa que la historia de San Cristóbal era falsa, murió inesperadamente sin ser consultado, y fue enterrado sin su aprobación*.


Incluso algunos respetables padres de la Iglesia pensaron que lo de San Cristóbal no estaba bien. San Cataldo, obispo de Tarento, conoció a dos bueyes muy versados en religión e historia sagrada y tras debatir con ellos largamente sobre este asunto, los tres estudiosos afirmaron que San Cristóbal no había existido nunca. Lamentablemente ni los bóvidos ni el obispo pusieron sus argumentos por escrito, por lo que se ignoran los razonamientos que los llevaron a semejante conclusión.


* En el cementerio de Bélem, cerca de Lisboa, puede verse la tumba de este hombre cuyo epitafio reza así: “Aquí xaz Vasco Filgueira, muito contra a súa voluntade”

1 comentario:

Mymosin dijo...

Lo de "muito contra a sua voluntade" lo explica Antonio de Guevara de otra forma, y es que nadie está en la tumba por voluntad propia.