13/2/11

Plagio


No es fácil evitarlo. El plagio, digo. Yo mismo cada línea que escribo días después me la encuentro escrita por otro en alguna parte, y tengo que desecharla por vergüenza. Juro que tengo la papelera llena de obras de Thomas Mann y de Octavio Paz que no sé cómo, me las copiaron antes. Lo cierto es que se ha escrito y publicado tanto que uno siempre encuentra lo que ha escrito en otro sitio. O lo cree así porque le conviene, claro. O sea que las librerías están atestadas y parece que ya no hay forma de escribir algo nuevo (esto es tan falso como todo lo anterior).


El caso es que cuando un escritor descubre este problema en uno mismo, lo que suele ser bastante habitual, el hecho de llamarle intertexto al nuevo texto consuela mucho. Yo lo he comprobado. He escrito párrafos enteros de otro autor y después de releerlos varias veces los he llamado intertexto y me han parecido míos. Tal vez lo sean. Por ejemplo y por poner un caso concreto, la semana pasada escribí doscientas veces la frase de Isak Dinesen “En realidad tengo tres mil años y he cenado con Sócrates” y al final casi llegué a creer que era mía... el deseo se confunde con la realidad.


En España en los últimos años hemos tenido algunos casos sonados de plagio, cuyos nombres no voy a decir por ser conocidos de todos. Por lo general yo tiendo a ser comprensivo con esos autores o autoras, y con el plagio en sí (aunque no con el beneficio obtenido con él), porque en verdad sé que en el fondo ni siquiera ningún texto de los que yo mismo escribo es realmente mío. De hecho y esto no debiera decirlo, creo que es suyo. Es decir, de usted que lo está leyendo. Así que ánimo, no se prive, escriba a mi editor y reclámele la parte de mis royalties que le corresponde por derecho.


Pero dejemos estas tonterías y vayamos al fondo de la cuestión: ¿Por qué se plagia? Pues bien, lo diré. No es por dinero. No. Es porque rejuvenece. Esa es la verdad. Sobre todo rejuvenece mucho plagiar a los clásicos. Y lo digo en serio. Usted también puede experimentarlo. Pruebe. Dedíquese a este negocio, hombre. Es fácil. Vaya a la biblioteca, copie un poco a Virgilio o a Catulo y verá cómo enseguida se quita unos cuantos años de encima. Es mejor que el botox, se lo aseguro.


NOTA: La foto de arriba es de un Banco de Imagen: la he comprado o sea que es mía... aunque también sea de su verdadero autor. Pero no contento con eso (los humanos somos incorregibles), acto seguido la he copiado, la he invertido y la he pegado al lado (aparte de otras modificaciones). Así que ahora es una nueva foto resultado de una que se copió a sí misma. Plagiarse a uno mismo es lo mejor que hay. Eso sí que rejuvenece como nada. Y el proceso puede repetirse hasta el infinito. Mmmmh ¡qué idea!, podría intentar repetir este post exactamente igual millones de veces. Voy a pensármelo...

2 comentarios:

alabrador dijo...

Me parece buena la idea de autocopiarse. Al cabo del tiempo si uno se copia algo de sí mismo, se reinventan ideas, que de hecho pasan a ser nuevas.
Saludos: A. Labrador.

Carcamal dijo...

Je, je. Me gustó eso de que te lo copiaron antes.

Bonita foto, por cierto.