Dos besugos amigos se llamaban por el teléfono móvil constantemente para quedar, pero nunca quedaban.
– Paco –decía uno–, soy Heriberto. Te llamo para ver si quedamos. Yo voy hacia el Coral. Podemos vernos allí.
– Oh no. No puedo –contestaba el otro–. Precisamente iba a llamarte yo. Para quedar. Pero no puede ser hoy. Hoy he quedado con Jaime en el Pescador. Tengo que llamarlo ahora.
– Ah. En ese caso podemos quedar mañana. Te llamo.
– Sí, llámame y quedamos. O te llamo yo.
– Vale. Llámame tú y quedamos. Yo quedo. Nos llamamos. Por cierto, ayer me llamó Alberto. Para quedar. Podíamos quedar todos.
– Genial. Buena idea. Yo lo llamo y quedo. Tú queda con Jaime. Quedamos así ¿vale?
– Vale, vale. Oye tengo que dejarte. Ya quedamos, Heri. Te llamo.
– Sí, llámame. Adiós.
– Hasta luego, Heri. Quedamos mañana.
– Okey tú. Quedamos así. Hablamos.
Después colgaban. Al día siguiente volvían a llamarse y la conversación se desarrollaba de forma más o menos parecida, y al final nunca quedaban ni nada. Era absurdo.
2 comentarios:
Hola , soy Alana, la hija de Thelma, me habías dado esta página hace mucho tiempo, y yo la puse en mi móvil viejo.
Estaba a punto de tirar mi móvil y lo encendí para mirarlo una última vez y como ves, decidí pasarme por aquí!
Cuantos besugos hay en el mundo :)
Como la vida misma...
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