30/7/10

La argucia del alcalde de Tokyo


Un terremoto que vivía en las islas Fidji siempre había tenido ganas de conocer Tokyo. Un día recibió una carta de su primo Manolo que vivía en dicha ciudad y lo invitaba a pasar unos días en su casa. El terremoto se puso en marcha inmediatamente. Enterado el alcalde de Tokyo, salió a su encuentro antes de que el terremoto pudiera llegar a la ciudad y le dijo:


- Hola, señor Terremoto, soy el alcalde de Tokyo.


- Hola señor alcalde. Es un honor conocerle, -dijo el terremoto alegremente, al tiempo que sacudía las orejas y provocaba la caída en masa de un bosque cercano.


- Verá, señor Terremoto. -dijo el alcalde- Ha llegado a mis oídos la noticia de que se dirige a Tokyo. ¿Es cierto?


- Sí, -dijo el terremoto-, es cierto, voy a visitar a mi primo Manolo.


- Pues bien -contestó el alcalde-, lamento comunicarle que su viaje es inútil.


- Pero ¿por qué? Yo quiero conocer Tokyo, siempre he tenido ganas de ver esa bellísima ciudad. Me han dicho que tiene unos edificios espléndidos. Además, muchos de ellos son antiterremotos, -arguyó el terremoto-. Y no puedo rechazar la invitación de mi primo Manolo. Se pondría hecho una furia. Bueno es él para esas cosas.


- Oh, bien. Vayamos por partes. Primero, como alcalde que soy, gracias en nombre de Tokyo por lo de bellísima. Es cierto que tenemos buenos edificios, y estamos orgullosos de nuestra ciudad. Ejem. Y no tengo nada que decir a lo segundo: también es verdad que la mayoría de los edificios modernos son antiterremotos. Con respecto a lo tercero, su primo Manolo, hay un pequeño problema.


- ¿Cual?


- Ya no vive en Tokyo.


- Pero, pero, eso no puede ser -dijo el terremoto-, aquí tengo su carta.


El terremoto revolvió en sus bolsillos y sacó un papel doblado que extendió delante del alcalde. Decía así:


Tokyo, 18 de julio de 2010.

Querido Ángel:Te escribo unas líneas para invitarte a pasar unos días en mi casa de Tokyo. Sé que siempre has querido visitarlo así que ahora podrás verlo a tus anchas. Ven. Una afectuosa sacudida de tu primo Manolo,


Debajo había una firma muy rara, como una eme muy larga y apretada con los picos muy agudos. Después de leerla, el alcalde dobló la carta y se la devolvió al terremoto.


- Sí. Todo esto está muy bien pero como le decía, señor Terremoto, Manolo ya no vive en Tokyo. Esta carta es antigua. Un productor de cine americano le ofreció un contrato multimillonario y ayer mismo dejó la ciudad. Se fue a vivir a Los Ángeles.


El alcalde mostró al terremoto un periódico de la mañana.


- Aquí lo tiene, -le dijo-. En primera página.


El terremoto miró el periódico y después al alcalde de hito en hito.


- Oh, bueno, en fin, -dijo avergonzado-, tendrá que disculparme... pero no sé leer japonés.


- ¡Cielos!, desde luego, desde luego, ¿cómo he podido ser tan descortés? ¡Qué falta de tacto! Por supuesto que no sabe leerlo. Es usted quién debe disculparme a mi. Perdóneme, por favor, se lo leeré yo mismo. Acomódese.


El terremoto se sentó y el alcalde oyó derrumbarse una montaña cercana. Tragó saliva, extendió el periódico y leyó con voz clara:


“Manolo Mercalli, el famoso terremoto, abandona nuestra ciudad.

Nuestro querido conciudadano, el terremoto Manolo Mercalli se va de Tokyo. La pasada semana el conocido productor de Hollywood John Richter y el representante de nuestro querido terremoto local, Manolo Mercalli, llegaron por fin a un acuerdo. Como saben nuestros lectores, en los últimos meses Richter había hecho varias ofertas económicas a Manolo que este había rechazado sistemáticamente. Pero el pasado jueves por fin hubo entendimiento entre ambas partes, y Manolo firmó un multimillonario contrato que lo convertirá en la próxima gran estrella del cine americano.

Según ha podido saber este periódico, el contrato contempla al menos la realización de una película anual durante los próximos seis años. El primer título de esta serie será “Seísmo”, al que seguirán “Seísmo 2”, y las coproducciones hispano-portuguesas “Lisboa 1755” y “Temblores do Chiado”.

Desde esta redacción nos hacemos eco del sentir de todos nuestros conciudadanos y despedimos a Manolo con pena, ya que es alguien muy apreciado aquí. Sin embargo, esperamos ansiosamente verle en las pantallas y le deseamos suerte, con la seguridad de que tendrá todo el éxito que se merece.”


- Oh, vaya, -dijo el terremoto-, ahora tendré que volver a casa.


- Lo siento mucho, -dijo el alcalde-, ha hecho usted un viaje tan largo...

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