1/1/10

La gallina que fue a París

Una gallina que vivía en el bosque decidió ir a París a pasar unos días. Hizo la maleta con las cosas más necesarias, se despidió de su familia, salió del gallinero muy temprano y echó a andar. En la primera vuelta del camino se encontró con el oso.


- Buenos días, señora gallina ¿a donde va usted tan decidida?


- Buenos días, señor oso. Voy a París.


- Oh, la, la!, París, París, c’est magnifique!, -dijo el oso emocionado y con un afectado acento francés.


- No me diga que ha estado usted allí -le dijo la gallina.


- Oh, oui, oui. La ciudad más hermosa del mundo, sí señora. Pues claro que he estado. Hace muchos años pero aun me acuerdo como si fuera ayer. Ah, ¡qué maravilla! La Ciudad de la Luz, los Campos Elíseos, les Champs Élysées, l’Ópera, le Bois de Boulogne... ¿Y la noche? ¿Qué me dice usted de la noche, señora gallina? Oh, la nuit de París, inolvidable, amiga mía, ¡qué noche! La envidio señora gallina, lo va a pasar usted estupendamente. ¿Cuánto tiempo estará?


- No mucho, -respondió la gallina-, quince días


- Oh, quince días. Está muy bien, señora gallina. Quince días están muy bien. Tendrá tiempo de visitar muchos sitios. Hágase a la ciudad, disfrute como una parisina más. Usted puede hacerlo. París es una experiencia única. Pruebe la cocina. Oh, ¡la cocina francesa! Mmmh, señora gallina, la cocina de Francia. No sabrá cómo es hasta que la pruebe allí mismo: exquisita, deliciosa, se lo garantizo. Un auténtico deleite para los sentidos. Los cocineros franceses son artistas; artistas como Picasso, señora mía. Se me hace la boca agua sólo con recordarlo, los escargots, el queso, las conservas de Fauchon... ¿Y el vino? ¡ah, el vino es un mundo aparte, señora! No se olvide usted de probar el vino. Un buen borgoña, por ejemplo. ¿O quiere algo especial? Vaya usted a Poilâne entonces, en la rue du Cherche-Midi y compre un bollo de pan. Un único bollo pequeño. ¡Oh el pan de Poilâne es tan rico! Después siéntese en una bodega. Le Petit Bacchus le queda allí mismo, justo enfrente, y pida un vino de borgoña y foie. ¡Ah, el foie con pan de Poilâne, es in-su-pe-ra-ble!... Pero perdóneme, excuse moi, se lo ruego, me estoy emocionando. La he entretenido y tiene que irse, por supuesto, París la espera, señora gallina. Adieu amiga mía, adieu, mon coeur. Mi corazón va con usted, adieu, adieu... -siguió repitiendo el oso mientras se alejaba.


La gallina, un poco aturdida dijo adiós al oso y siguió andando. Un poco más adelante tropezó con el lobo.


- Buenos días, señora gallina. Qué lejos de su casa anda usted.


- Buenos días, señor lobo. Es que voy a París.


- ¡Vaya!, París. La ciudad más bella del mundo. ¿No ha estado nunca allí? Le fascinará, es una ciudad maravillosa. Yo la adoro.


- Es la primera vez que voy, -dijo la gallina que no salía de su asombro al descubrir que también el lobo había estado en París.


- Ejem, la primera vez ¿eh? Le encantará, señora gallina. Es una ciudad hecha para usted. La ciudad del lujo y del amor. Es tan romántica... ¡Qué ciudad!, ya lo verá señora. ¿Y los franceses? No me extrañaría que volviera usted enamorada, señora gallina, los franceses son muy, ejem, seductores, eso es. ¿Y las francesas? ah, pero usted no sabe. No ha estado allí y no puede saber. Las francesas son tan ¿cómo decirlo?... chic. Ah, aun recuerdo a Lulú, Lulú la Belle...


- ¿Lulú la Belle?, -lo interrumpió la gallina asombrada.


- Sí, ejem, Lulú, una bailarina del Moulin Rouge que conocí. La bella Lulú, la llamaban -dijo el lobo con nostalgia entornando los párpados-, ¿cómo podría olvidarla?, si la hubiera oido usted cantar “Ne me quite pas...” Ah, Lulú era maravillosa, yo..., en fin, los alemanes vestían de gris, ella de azul... Pero discúlpeme, señora gallina, -dijo el lobo sacudiendo la cabeza como para alejar aquellas ensoñaciones-, le estoy haciendo perder el tiempo y usted querrá seguir su viaje. A París, por supuesto. La dejo. Adiós,. Adiós querida amiga. Que lo pase usted bien, ejem. Bon voyage!


La gallina, completamente desconcertada por este segundo encuentro se despidió del lobo y siguió andando. Un poco más allá se topó con la liebre.


- Buenos días, señora liebre.


- Buenos días, señora gallina, he sabido que va usted a París.


La gallina se quedó de una pieza.


- Pues... sí, sí. Es verdad que voy a París, pero ¿cómo se ha enterado usted?


- Ah, querida señora, las noticias vuelan aquí en el bosque. Me lo ha dicho el grajo, pero ¿qué importa eso?, lo importante es que va usted. Disfrute de la ciudad, hay tanto que ver... La Grande Arche, la Villette, el Musée d’Orsay. Ah, y no se olvide de visitar el Institut du Monde Arab, es un edificio magnífico. Le sorprenderá, ya lo verá. Lo pasará usted en grande, señora gallina, la vida cultural de París es espléndida. París es la ciudad de la cultura, volverá usted como nueva. Hecha otra gallina. París tiene algo especial. Se lo digo yo, que pasé una buena temporada allí.


La gallina no daba crédito. Primero el oso, después el lobo y ahora la liebre. Hacía muchos años que conocía a la liebre y era la primera noticia que tenía de que hubiera vivido en París. Todo el mundo parecía haber estado en París alguna vez excepto ella.


- Y dígame, señora liebre, -dijo la gallina-, si no es una indiscreción ¿a qué se dedicaba usted en París?


- Ah, bien, yo... era agregada cultural en la embajada. Un trabajo interesante, sí, aunque algo tedioso. Pero eso es otra historia, señora gallina, lo importante ahora es que usted tenga un buen viaje. Y por favor, cuando esté allí, acuérdese alguna vez de esta vieja liebre y salude al Sena de mi parte. Adiós, señora. Buen viaje. Bon voyage. Me voy. Adiós.


La liebre se dio la vuelta y de dos saltos desapareció detrás de unos matorrales. La gallina siguió andando y se encontró con el topo.


- Buenos días, señor topo.


- Buenos días, ¿quién es usted?, acérquese por favor -dijo el topo, que no veía muy bien.


- Soy la gallina -dijo la gallina temiendo que el topo también comenzara a contarle las excelencias de París.


- Oh, señora gallina, ya sé que va usted a París. Me lo han dicho. ¡Qué suerte! Con lo que nos gustaría volver a la señora topo y a mi. Allí pasamos nuestra luna de miel ¿sabe usted? En mayo del 68, sí señora. París es una ciudad increíble. Lo que le podríamos contar... la Rive Gauche, St. Germain, Montparnasse... Aunque, claro está, usted irá preparada y tendrá un plan, estos viajes de ahora son así. No como antes. Pero aun y todo, salga de las rutas turísticas señora gallina, aventúrese usted por el Barrio Latino, pasee por Montmartre, por aquellas callejuelas entrañables y llenas de sabor. Descubra las terrazas, los cafés de París... siéntese en uno de ellos, tome un aperitivo antes de comer. París es una fiesta, señora gallina. No la deje pasar. Pero ¡oh!, no la entrengo más, siga su camino, por favor. Le daré recuerdos de su parte a la señora topo. Cómo se va a alegrar al saber que va usted a París. Adiós amiga mía. Que lo pase bien. À bientôt. Hasta la vista.


Por fin la gallina salió del bosque, enfiló la nacional 6 y llegó a París en un periquete. Una vez en París lo pasó en grande: se hizo la foto en la Torre Eiffel, subió al arco de la Défense, comió en Robuchon, tomó un aperitivo en La Coupole y echó unos bailes en Les Bains, donde una noche loca conoció a un atractivo gallo francés que se llamaba Jacques y se convirtió en su cicerone particular por unos días. Pero al fin las vacaciones se terminaron y la gallina tuvo que volver al bosque. Después, siempre que encontraba al lobo este la señalaba cariñosamente con el dedo y le decía:


- Usted se enamoró en París, señora gallina. A mi no puede engañarme. Se lo noto en la mirada. Se lo noto. Se lo noto...

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