7/1/10

Duendes


La Wikipedia define duende como ser mitológico de la naturaleza, guardián de los bosques y de los seres que los habitan. La definición está bastante bien pero es mejor y más precisa la del Covarrubias que explica en detalle cómo de entre los espíritus que cayeron con Lucifer, algunos fueron incapaces de bajar a las profundidades y quedaron atrapados en la superficie de la tierra: esos son los duendes. Y otra aun mejor si cabe es la del Corominas que los describe con elegante brevedad como “espíritus traviesos que aparecen fugazmente.” La fugacidad es un rasgo típico del comportamiento de estos seres mágicos que efectivamente pueden aparecer y desaparecer a voluntad.


Trasgos, brownies, elfos, hadas, goblins, xanas, mouras, boiets... hay cientos de duendes distintos y cada país tiene los suyos propios. Algunos viven en setas en medio del bosque y otros, la mayoría, en las casas, generalmente revolviéndolo todo y molestando. Si hay algo que adoran los duendes es molestar a los humanos.


Un duende gallego típico por molesto es el chinchaollo. Es un duende pequeño que se mete dentro de un erizo de castaña. Lo único que sabe hacer el chinchaollo es estar agazapado en la castaña y saltar y darle en el ojo al vareador, cuando este agita las ramas del castaño. Por lo demás el chinchaollo es inofensivo. Y claro está, también hay duendes buenos. Los meniñeiros por ejemplo son otros duendes gallegos, diminutos e invisibles. Viven en las cunas de los recién nacidos y los hacen sonreir cuando se acerca un adulto, una ocupación deliciosa qué duda cabe.


Ciertos duendes pueden ser corpóreos. Uno que vivió en tiempo de Teodosio el Grande (347-395) tenía aspecto humano y puesto en pie alcanzaba sobradamente la altura de una codorniz pequeña. Este duende tenía el poder de gobernar las mareas y hablaba varias lenguas a la vez. Murió a avanzada edad y su calavera, que era del tamaño de una avellana, fue propiedad del Papa Luna y posteriormente pasó a manos de la corona española. La rompió el infante Javier de Borbón en 1761 al caérsele al suelo distraídamente, mientras jugaba con ella.


No todos los duendes son pequeños; también los hay gigantescos. En 1989 John R. Winckler, profesor de la Universidad de Minessota, descubrió varios tipos de duendes de gran tamaño hasta entonces desconocidos. Los llamó duendes de luz aunque otros colegas suyos, meteorólogos, prefieren llamarlos por el nombre más técnico de “rayos nube-tierra positivos”. Los duendes de luz viven a más de 30.000 m de altitud, sobre la troposfera. Son parientes lejanos de los rayos normales. Aparecen y desaparecen fugazmente durante apenas una décima de segundo, y en ese breve tiempo toman la forma de una impresionante columna de luz de colores y pueden llegar a alcanzar hasta 70 kilómetros de altura. Haciendo gala de un criterio científico admirable y poco común, el profesor Winckler los clasificó atendiendo a su forma en cuatro clases: duendes medusa, duendes brócoli, chorros azules y duendes Carmen Miranda. Los duendes Carmen Miranda aun no siendo los más grandes de todos son sin embargo los más espectaculares. Si quieren saber más sobre ellos les recomiendo un libro maravilloso: “Guía del observador de nubes”, de Gavin Pretor-Pinney.


Otros duendes curiosos son los duendes del flamenco y los de Andalucía; los de Pastora Pavón; los de Falla, los del Lagartijo, Joselito o Belmonte; los de las cabezas heladas y blancas que pintó Zurbarán; los de la danza; los del páramo de Ocaña de Jorge Manrique; los duendes de las almas de Velázquez, Quevedo y Cervantes y en fin, los duendes todos de Castilla. Pero de esos otros ya habló en una canción y dijo cuanto se podía decir de ellos Federico... otro duende.


Como sé que el penúltimo párrafo de este cuento puede sonar un poco fantástico y para que vean que no me invento nada, aquí les dejo un enlace con unas cuantas fotos de duendes de luz: http://axxon.com.ar/zap/c-zaprygaleriad.htm

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