Pocos magos llegaron a entender correctamente el verdadero poder de las palabras mágicas y con el tiempo la mayoría de ellas se olvidaron, o se perdieron por falta de uso. Algunas servían para vencer el miedo, otras para convocar a un dios o para derrotar a un ejército; y otras, las más comunes, para enamorar a un caballero. Generalmente bastaba con decirlas con la entonación adecuada para que surtieran efecto.
Juan Eduardo Cirlot descubrió una que tenía un poder extraordinario: si un muerto la pronunciaba en voz alta, volvía a la vida. La palabra es ésta: Bronwyn.
1 comentario:
La recordaré, para cuando haya muerto...
Un abrazo.
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