28/11/09

El problema lingüístico en España


Este es un breve opúsculo aclaratorio dirigido sobre todo a quienes creen que hay un problema lingüístico. Yo creo que no lo hay. Otra aclaración necesaria: lo que sigue no es una opinión sino un cuento, como los otros. En este blog solo se ponen cuentos, como todos ustedes saben perfectamente. Por lo demás, adelante, amigos.


A pesar de la multitud de artículos y opiniones sobre el problema lingüístico español que se vierten día a día en los medios desde hace tiempo, la verdad es que nadie se ha tomado aun en serio el trabajo de explicar claramente y con sencillez en qué consiste dicho problema, seguramente porque es muy complejo. Así que voy a hacerlo yo de una vez por todas. Presten atención.


Aclaro a los escépticos que no soy filólogo, ni lingüista, ni político gracias a Dios. No soy más que un hablante como tantos, gallego por más señas aunque practique poco. De esos que cuando se despiden por teléfono de un catalán en español dicen adéu; cuando agradecen en Bilbao, eskerrik asko; y si se pasan por Ovieu... en fin, se hace lo que se puede. Tal vez se deba esto a que los deleznables curas que me educaron de niño, se empeñaron en que me tragara la absurda patraña de que “el saber no ocupa lugar”. Las seis mudanzas que he hecho en mi vida, de ciudad en ciudad, arrastrando costosamente en cada una de ellas siete estanterías y más de cinco mil volúmenes, dan idea de la maldad de aquellos maestros sin escrúpulos, que me engañaron cuando era tan ingenuo.


Pero pasando a lo que importa, que no conviene entretenerse. El problema lingúístico español consta de cuatro partes grandes y una parte pequeñita. Hay que entender esto muy, muy bien antes de nada. Las cuatro partes grandes son el español, el euskera, el catalán y el gallego. La parte pequeñita, lo que no quiere decir que sea “menor” (esto se aclarará al final), es el bable. Cada una de las partes aporta sus consustanciales características y singularidades al problema, contribuyendo así a enriquecerlo y hacerlo más grande y hermoso si cabe. Lo bonito son los problemas... las soluciones no tienen gracia.


Como ya he adelantado, lo anterior resulta básico. Si tiene usted dudas vuelva a leerlo y releerlo todas las veces que haga falta. Si es necesario tradúzcalo antes a su lengua materna, pero asegúrese de que lo ha entendido correctamente antes de seguir. Si no, no le garantizo que pueda comprender el resto.


El español es la parte más grande del problema. Es una parte enorme. Enorme. La hablan casi quinientos millones de personas en todo el mundo, por lo que resulta muy difícil llevarle la contraria a esta parte. Además es una parte muy buena. En español se ha hablado tanto y se han escrito tantas cosas maravillosas desde Jorge Manrique hasta Alberti, que llevarle la contraria al español solo cabe en la mente de un chiflado o de un idiota... pero de todo hay.


La segunda parte en cuanto a su dimensión no es el catalán, como creen muchos erróneamente ya que hay cuatro o cinco millones de personas que hablan este idioma, sino el gallego. Y no lo digo porque yo sea gallego y quiera hacer patria, sino porque el gallego, aunque lo hablan solo tres millones de personas (los gallegos también somos personas) es una lengua-puente, que nos permite a los hablantes, incluso a los perezosos como yo, comunicarnos con toda naturalidad con Portugal, Brasil, Angola, Guinea, Mozambique, Cabo Verde, San Tomé (aqui recuerden a Cesaria Evora), Timor, Goa, Macao, etc... O sea que los gallegos no tenemos un problema de bilingüismo, sino de trilingüismo. Yo, a los autores portugueses los leo en portugués y me quedo tan ancho. Y he aquí la sorpresa: los hablantes portugueses son otros doscientos millones. Muchos ¿verdad? Doscientos más quinientos son setecientos, una simple suma que sabe hacer cualquiera en la península que haya superado con aprovechamiento alguno de los excelentes planes de estudios con los que los legisladores nos han regalado en los últimos años.


En definitiva, que el gallego es un problema muy grande. Si nos ponemos finos, más grande que el español: 700 vs 500 ¿se dan cuenta? Además, algunas particularidades añadidas de esta lengua no hacen sino acentuar la gravedad del asunto. Una por ejemplo, que la mayor figura de la literatura romántica española, Rosalía, escribió en gallego. U otra, que uno de los autores teatrales más grandes de todos los tiempos, tal vez el más grande después de Shakespeare -no lo digo yo sino los expertos-, Valle Inclán, era gallego... aunque escribió todo ¡en español! Y es que los gallegos somos muy raros. Muy raros, de verdad. Y con la lengua más (esto no tiene ningún doble sentido erótico). Por citar un último caso, Cunqueiro. Cuántos lo descubren no saben donde ponerlo una vez que lo han leído, si encima o al lado de Borges (preferiblemente encima). Y para colmo el tipo escribía indistintamente en gallego o en español. Le daba igual. ¡Hasta escribía en bretón o en gaélico si alguien se le ponía chulo! Y en todas esas lenguas era un maestro. Alucinante.


Todo esto está muy bien y casi nadie estará en desacuerdo, pero como lo que interesa a los lectores de este artículo es la situación actual y no olvido que prometí aclararla, la aclararé. Y la situación actual con respecto al gallego, es la siguiente, resumida. No es mía, la he leído en algún sitio y he olvidado a su autor pero suscribo la frase en su totalidad: “Galicia hoy es un país en el que prácticamente la totalidad de los hablantes son bilingües, salvo un reducidísimo grupo de monolingües que sorprendentemente se autodenominan ¡Galicia Bilingüe!” ¡Dios mío! Hacía años que nadie me explicaba algo con tanta claridad. ¡Bendito sea el Señor! ¡Ni Paco Vázquez hablando en inglé!


Y sin embargo, la parte gallega no se percibe como un problema por el resto de los implicados (españoles, vascos, catalanes, asturianos). Pero eso es solo porque los gallegos somos de natural discretos, y nada nos caracteriza tanto como el denodado empeño que ponemos siempre en rehuir todo conflicto. Por cierto que a propósito de esto y con su envidiable lucidez, estilo y tranquilidad natural, dijo don Álvaro Cunqueiro una vez, en español: “ ...nosotros los gallegos amamos nuestra lengua, tan humilde como sea, tan mediocre el futuro que le esté destinado, pero que cada día, tal y como es, es pan fresco en nuestras bocas... / ...Los gallegos estamos en esta esquina verde de España, eso sí, pero con nuestra lengua, con la que no queremos juegos, y para la que exigimos el respeto que merece. Y esto no es política.”. Creo que está bastante claro, “pan fresco en nuestras bocas” ¿se puede decir mejor?


La segunda parte, ahora sí, es el catalán. El catalán lo hablan, tirando por lo alto, unos cinco millones de personas. O sea que es como un mosquito al lado del gallego. Espero que el señor Carod Rovira me perdone la comparación. Eso sí, el catalán es un mosquito de primera: Ramón Llul, Ausiàs March, Espriu... o Vázquez Montalbán que escribía en español como Valle; y Pla que escribía en lo que le daba la gana como Cunqueiro. Así que Galicia y Cataluña, escribiendo al menos, son muy parecidas... salvo en una cosa, en lo que diferencia a los pobres de los ricos: en el dinero. "Mucho faz el dinero, mucho es de amar; / al torpe faze bueno e home de prestar, / faze correr el coxo e al mudo faze hablar, / el que no tiene manos, dineros quiere tomar.” El señor Carod Rovira me perdonará otra vez, aunque en este caso no por mis méritos sino por los del Arcipreste de Hita, que no era gallego aunque lo parecía de lejos. Pero ¿acaso no hemos cantado todos mil veces y aun seguimos haciéndolo con emoción? "No em mateu, us demano per ma mare! / Reseu l'últim "Crec en Déu, / Pietat, pietat”. Por cierto que ahora Lluis Llach se dedica a hacer vino. Y las etiquetas de las botellas son preciosas, como corresponde a un buen catalán: el diseny lo primero. El vino... en fin, yo lo he probado y no me pareció gran cosa. Eso sí, sus discos siguen siendo tan buenos como siempre.


Perdón, como es habitual en mi me estoy yendo por las ramas, “m’estic despistant”, no sé si se dice así. El asunto era ¿lo recuerdan? el problema lingüístico. Pues bien, la parte del problema catalán que prometí aclarar es la siguiente: la mayoría de los catalanes, al contrario que los gallegos, no son bilingües. No lo son y punto. Basta. Mucho menos trilingües. No hay que complicarse. Es así y ya está. No saben otras lenguas y no les interesan (español incluido). De hecho ya les da mucho trabajo aprender la suya... que por cierto, es cultísima.


A los españoles no catalanes les resulta difícil aceptar este hecho, pero es lo que hay, ¿yo, que quieren que les diga? Por otra parte el catalán, una lengua hablada por una minoría (recordemos que solo son cinco millones de hablantes, o sea nada), está en franca regresión –no la habla nadie más que ellos–, por lo que conviene protegerla y fomentarla de todas las formas posibles. Y esto lo digo en serio; de verdad a pesar de la ironía. Por eso creo que todas las medidas que contribuyan a promocionar su uso deben de entenderse como lo que son en verdad: un bálsamo necesario e imprescindible para un moribundo. ¿O acaso no queremos que vuelva Ramón Llul a la vida, cantando en su lengua maravillosa los círculos de estrellas que le permitían predecir el mundo, para que los reyes de Navarra y de Aragón supieran lo que tenían que hacer? Claro que queremos. Salut! Por cierto que Ramón Llul... era mallorquín.


La tercera parte es el euskera, euskara, vascuence, vascongado e incluso vizcaíno o como lo quieran llamar ustedes si se tercia, que eso va en gustos. El euskera es una parte del problema pequeña, pero grande al mismo tiempo. Pequeña porque apenas lo habla nadie; unas quinientas mil personas. Grande porque los que la hablan hacen mucho ruido. Los vascohablantes son como los de Calanda. Son pocos, pero montan un estruendo increíble que se oye a kilómetros de distancia. Además el euskera tiene una peculiaridad excepcional, aparte de su ruda belleza. Es único. Es como una hermosa joya diminuta y perdida que se halló un día en una excavación. Una joya llena de misterio. Una que nadie conoce y nadie sabe de dónde viene. Pero una perfecta en cualquier caso, que fue repujada alguna vez con maestría por la mano de un artesano genial del que nada sabemos ya. El euskera es una especie de Machu Pichu, Tikal, Cuzco, Paraguá... ciudades maravillosas que fueron engullidas por la selva. Casi. Hasta que alguien las descubrió otra vez. Maravillas sepultadas por el tiempo que como los hombres se habían ido, fueron tomadas por la verdura que se apoderó de todo y lo devoró todo. La verdura es así. Es lo bueno que tiene. Y pues, el euskera en realidad no es una lengua, sino un náufrago de una estirpe de dioses. Un náufrago que se ahoga, por supuesto. ¿Alguien cree que no hay que echarle una mano? ¿Si usted se encontrara con un verdadero dios, acaso no lo besaría y se rendiría a sus pies? Euskera. Lo hablaban los dioses. Intentemos hablarlo ahora nosotros.


Por último, la parte pequeña: el bable o asturiano. Esta parte del problema es simple, minúscula, imperceptible casi, pero contundente y definitiva. ¿Usted no ha cantado alguna vez, llevado por la verdad del vino “Asturias patria querida”? Sintiéndolo. ¿A que sí? Entonces ¿qué más pruebas quiere? ¿Es que se le ha acabado la decencia? ¿Cuándo? ¿Es que se quedó sin corazón ayer? ¿Se lo robó alguien o qué? En fin, ya les advertí que la parte más pequeña... iba a ser la más grande al fin. Porque en el fondo una lengua es una mina de diamantes, y sea grande o pequeña, el pueblo que está sentado sobre una y no la explora está loco. ¿O no?


Una vez entendido todo lo anterior no queda más que hacer un gráfico muy sencillo. Una especie de cuadro sinóptico en plan árbol genealógico, con sus flechitas y ramitas. Ya sabe, se puede hacer en una pizarra, en un papel o en la cabeza, depende de la capacidad de cada cual. Pero hay que dibujarlo bien, eso sí. El gráfico es el siguiente:


Español (hijo del gallego -flecha hacia el gallego-).

Catalán (hermano del español -flecha hacia el español-).

Gallego (madre y hermana a la vez del español -flechas hacia ambos- ¿No es este un parentesco extraordinario, propio solo de los dioses del Olimpo?).

Euskera (Vale, es un primo lejano, pero lo queremos con locura y si viene a casa le damos cama y mantas ¿o no? -flecha hacia todos-)

Valenciano (hermano del catalán -flecha hacia el catalán-).

Mallorquín (primo del catalán y del valenciano -flecha hacia ambos-).

Bable (hermano del gallego y madre y hermano del español a la vez -flecha hacia ellos-. Es más bajito sí, pero ¡coño, también Napoleón era bajito! ¿y qué?, ¿acaso no conquistó Europa? Además, ¡este es el padre de todos!).


Y ahora, una vez hecho el cuadro estúdielo usted detenidamente. Sobre todo analice las relaciones y conexiones entre las distintas lenguas, y entenderá al fin el problema... que no su solución, claro está.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"una simple suma que sabe hacer cualquiera en la península" ... jajaja ... vale, no voy a hacer patria isleña ... simplemente me fijaré más en mis cálculos.
Bromas a parte, el cuento increible, como nos tienes acostumbrados.

Anónimo dijo...

Excelente !!!! Bravo

Anónimo dijo...

Hay problemas secundarios. Por ejemplo, yo empecé a aprender gallego, pero como no perdía el acento andaluz se me reían de mí en Lugo y en Carballino cada vez que abría la boca.
Por lo demás, está claro.

Anónimo dijo...

(Imagínese el jaleo de flechas en el esquema si cundiera el ejemplo: bable con acento manchego, vasco con acento gallego, gallego con acento catalán... Y si sumamos la parte de más allá, no digamos: catalán con acento cubano, vasco con acento argentino...).
Mejor callar y no dar ideas.