Diógenes el Cínico, que solía pedir limosna a las estatuas para habituarse a la ingratitud humana, se llevó la sorpresa de su vida el día en que una de Apolo bajó del pedestal, le dio unas monedas y le dijo:
– Vaya usted con Dios, buen hombre... y no se lo gaste en vino.
1 comentario:
Ya va siendo hora de que se diga: Apolo era un aguafiestas.
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