Lo de Adán no fue nada fácil. Sí, siempre se dice que estaba estupendamente en el Paraíso, que vivía a lo grande y que metió la pata a fondo con aquel asunto del Árbol del Bien y del Mal. Pero eso no es justo. El pobre estaba muy estresado, tenía muchísimo trabajo. Nadie repara en eso.
Y si no, a ver. Entre otras cosas tenía que ponerle nombre a todos los animales. Un trabajo muy difícil. Y aun encima, Dios ayudando... creando animales sin parar, el tío; uno detrás de otro como una máquina. Adán no daba abasto y acababa agotado. Es lógico. Además la cosa no consistía en poner nombres así como así. Ah no, había que pensarlos uno a uno. Era una responsabilidad muy grande, porque esos nombres le iban a quedar a los animales para siempre. Imaginémonos que le pone marmota al caimán. Eso si que sería una metedura de pata enorme y no lo del Árbol, que a fin de cuentas ni le iba ni le venía a nadie. En fin.
Es verdad que algunos nombres fueron fáciles, no digo que no. Por ejemplo “cebra” lo dijo a la primera, en cuanto la vio. O “pavo real”. Pero otros fueron muy difíciles y costó mucho encontrarlos. A veces días. Sólo decidir el nombre adecuado para “koala” le llevó casi una semana. Yo mismo no hubiera encontrado nunca un nombre tan bueno. También tenía sus trucos, claro. Adán no era tonto. Uno genial fue el de las especies y subespecies. Hasta Dios se quedó sorprendido. La cosa fue así. En cierta ocasión Dios había creado un animal pequeño, de cola peluda y aspecto simpático. Cuando lo dejó en el suelo delante de Adán, el animal echó a correr y trepó rápidamente con gran agilidad por el tronco de un árbol. Adán pensó sólo un momento y dijo:
– ¡Ardilla!
Pero entretanto Dios que iba toda mecha, ya había creado docenas de animales más, muy parecidos al primero, y a medida que los iba dejando en el suelo se dispersaban corriendo en todas direcciones. Así que Adán tuvo que ser muy rápido:
– ¡Ardilla roja, ardilla de la India, ardilla marsupial, ardilla pintada, ardilla rayada, ardilla voladora, ardilla gris, ardilla de trece líneas, ardilla roquera!
Adán resultó ser tan bueno en esto que un productor de televisión lo vio y quiso contratarlo para el programa “¿Quiere ser millonario?”, pero nuestro primer padre se negó en redondo. En cualquier caso, aunque el truco de las especies y subespecies era bueno y facilitaba algo las cosas, Adán terminaba rendido al final de la jornada laboral, porque pasaba así todo el día, en tensión. Era un trabajo muy duro.
Mientras tanto Eva también tenía qué hacer: iba probando la fruta y decía si era buena o no.
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