La historia de los Mi-lu, falsamente llamados “Ciervos del padre David” es muy triste. El padre David era un tipo sin escrúpulos y sus mentiras han causado mucho dolor a estos inocentes animales. Ya es hora de que se sepa la verdad.
La cosa fue así: a mediados del siglo diez y nueve tan sólo sobrevivían unos cuantos ejemplares vivos de Mi-lu en el Parque Imperial de Pekín. Eran propiedad del Emperador. Cuando el padre Armand David entró por primera vez en el parque en 1865 y los vio, casi no se lo podía creer. Allí estaban “sus” ciervos, vivitos y coleando (estos ciervos tienen el rabo muy largo).
- Hola. Vosotros debéis de ser “mis” ciervos, -les dijo.
- Oiga, amigo, no se propase -contestó uno de ellos indignado-, nosotros no somos de nadie; en todo caso del Emperador.
- Queridos ciervos “míos”, -siguió el padre David sin arredrarse-, no debéis asustaros, sólo he venido a traeros la palabra de Dios y la salvación, -añadió mansamente mientras los bendecía y echaba mano del breviario.
- Escuche -intervino un segundo Mi-lu-, somos cérvidos sintoistas, sus monsergas cristianas no nos interesan. Lárguese por donde ha venido y déjenos en paz.
Dicho esto los ciervos dieron la espalda al religioso y se negaron a hablar con él. Pero el padre David, como misionero estaba habituado a desplantes y exhabruptos mucho peores y no les hizo ningún caso. Además, aquella era la ocasión que estaba buscando para hacerse famoso y pasar a la historia. Había decidido que aquellos ciervos iban a ser “sus” ciervos y así se lo dijo a todo el mundo.
Como ya hemos visto era falso, pero en Europa la gente le creyó. Y los ciervos no estaban allí para desmentirlo. Años después el duque de Bedford, aprovechando la confusión que se formó durante la rebelión de los bóxers, consiguió hacerse con algunos ejemplares de Mi-lu, mediante el muy británico y eficaz procedimiento del expolio. Los llevó a su mansión de Inglaterra y los instaló en el jardín. Los ciervos apenas notaron la diferencia. Como el padre David había dicho una vez que eran suyos, el duque los llamó “Ciervos del padre David” y el error persistió hasta nuestros días.
Hoy se pueden ver en casi todos los zoológicos del mundo, pues los Mi-lu no existen en libertad. Son animales muy hermosos, de pelaje rojizo y gris, y patas blancas. Cuando en algún zoológico un visitante curioso se acerca a la ficha informativa y lee en voz alta, sorprendido ante un nombre tan curioso “Ciervo del padre David”, estos elegantes herbívoros ni siquiera se inmutan y siguen paciendo tranquilamente, pues han olvidado ya su verdadero nombre.
1 comentario:
Y yo que creía que era un perrito...!
Lo que tiene ser una inculta que sólo leía Tintín.
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