Las historias de salmones parlantes son muy numerosas. En realidad todos los salmones hablan, pero es casi imposible mantener una conversación coherente con ellos cuando ascienden por los rápidos. Para hablar con un salmón hay que pillarlo en un momento de relax, en un remanso del río o así.
Uno de los salmones más famosos del mundo fue Abelardo Montiño, bien conocido por la amistad que le unió durante muchos años a Santiago el Mayor. En cierta ocasión el apóstol navegaba en una barca por el río Ulla, cuando Abelardo asomó la cabeza fuera del agua y le dijo:
– Beatus ille qui procui negotiis.
Lo que quiere decir que no hay que meterse en líos. Esta frase dio mucho que pensar al apóstol que bendijo al salmón, se despidió de él y después de meditar en aquellas palabras largamente, decidió fundar la catedral de Santiago de Compostela.
Este salmón hablaba en latín y tuvo seis hijos.
2 comentarios:
Hay un cuento clásico español: el Pece Nicolao. Es muy hermoso. Sobre este Abelardo Montiño está claro que no acertó en hacer la recomendación.
Saludos.
Conocí dorados que hablaran en guaraní, se ve que los peces al final de cuentas no son tan analfabetos como se piensa.
Saludos...
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