Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera. Una película maravillosa de Kim Ki Duk, levantada sobre el agua con una prodigiosa orfebrería, más propia de un mago o de un poeta tocado por los ángeles que de un director de cine. Voy a contarla, pero si usted es de los que odian que le revelen el final de una película, no se preocupe: el de esta no se puede contar con palabras. El argumento es el siguiente. En la primera parte (primavera) un niño crece felizmente. En la segunda (verano) el niño se convierte en un muchacho y se enamora. En la tercera (otoño) mata y debe pedir perdón. En la cuarta (invierno) el muchacho que ya es un hombre, se redime mediante el sacrificio. En la quinta (primavera) un niño crece felizmente.
La película acaba aquí pero podría seguir eternamente de la misma forma: en la sexta parte (verano) el niño se convierte en un muchacho y se enamora. En la séptima (otoño) mata y debe pedir perdón. En la octava (invierno) el muchacho que ya es un hombre, se redime mediante el sacrificio. En la novena (primavera) un niño crece felizmente. En la décima (verano) el niño se convierte en un muchacho y se enamora...
PD: Y así para siempre. En realidad el texto de este post debería repetirse eternamente y ni siquiera de ese modo llegaría a explicar la película. La verdad es que solo sé de otra -tan reciente- que me haya impresionado tanto: “In the Mood for Love”, pero esa es otra historia. En cualquier caso mi pasión por el cine me obliga a dedicar este minicuento a todos los blogs de cine que sigo, demasiados para citarlos aquí. Gracias a todos. Yo creo sinceramente que el cine nos salva... no sé de qué.
1 comentario:
jaja me has recordado a ¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa?
In the Mood for Love, al igual que Brideshead, está en mi maleta de cosas imprescindibles (para llevarme al más allá en caso de emergencia - lo que no sé es si tendré también que llevar un reproductor de DVDs)
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