Los Pesadores de Hormigas, un pueblo ya desaparecido que habitaba en la región del Camerún en el siglo IV a.C., había desarrollado toda su cultura y sus estructuras sociales alrededor de las hormigas. A una hormiga la consideraban su Dios; y al resto su alimento y su oro.
Los Pesadores criaban a las hormigas en gigantescas granjas atendidas por millares de esclavos que procesaban los diminutos insectos de distintas formas, para convertirlos posteriormente en productos con los que comerciaban con otros pueblos. De las hormigas obtenían azúcar, pan, leche, hierro, sogas y otros muchos materiales útiles. Y también las vendían vivas.
Lógicamente los Pesadores disponían de un complejo sistema de pesos y medidas para sus transacciones, en el que la unidad básica era la hormiga. Un hombre equivalía exactamente a un millón de hormigas.
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