Un niño estaba asombrado de que su padre lo supiera todo. En general la mayoría de los padres son muy listos, pero el de este niño lo era aun más. Era un hombre extraordinariamente culto, siempre tenía una respuesta para todo y nunca se cansaba; y el niño se pasaba todo el día poniéndolo a prueba:
- Papá, ¿qué es un lunanco?
- Un lunanco es un caballo que tiene un anca más alta que otra, hijo mío.
- Papá, ¿cuánto mide un acre?
- 0,404 hectáreas.
- Papá, ¿cuánto es un billón?
- Un billón es un millón de millones, hijo; excepto en Norteamérica que son mil millones.
- Papá ¿qué es un oedogonium?
- Un tipo de alga verde de agua dulce. Y duérmete ya, anda, que es muy tarde y mañana tienes que ir al colegio, -añadía.
El niño no dejaba de hacer preguntas y su padre las contestaba siempre bien.
La clave está en lo siguiente. El padre de este niño era químico y había inventado las Píldoras del Conocimiento; por eso lo sabía todo. Cada día se tomaba una de aquellas píldoras e inmediatamente se convertía en sabio. Durante mucho tiempo el padre contestó a las preguntas de su hijo con infinita paciencia, pero empezó a cansarse de hacerlo cuando el niño cumplió nueve años. Entonces dejó de tomar las píldoras y directamente, se las dio a su hijo.
De este modo el niño dejó de hacer preguntas y el padre pudo descansar. Además, a partir de aquel día el niño tuvo siempre unas notas de primera en el colegio.
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