24/4/09

Vodka (gastronomía)

          El vodka es masculino y femenino. Puede decir usted el vodka o la vodka, como quiera, que ambas cosas están bien. El mejor vodka es el de trigo, aunque puede hacerse también de cebada, remolacha e incluso de patata. Parece ser que lo introdujo en Europa desde Arabia, Ramón Llul en el siglo XIII creyendo que se trataba del “aqua vitae”.

          El vodka es la bebida nacional rusa, pero no porque los rusos fueran especialmente alcohólicos desde tiempo inmemorial, sino porque en el siglo XVIII Pedro I importó el vodka de Polonia y estableció el monopolio de su venta por parte del estado. Y también la costumbre de pagar a los campesinos y a los soldados una parte del sueldo con dicha bebida, pese a sus protestas. Lógicamente, ellos preferían el dinero.

          O sea que lo del alcoholismo ruso tiene mucho fondo...

          En todo caso si tiene que servirlo usted, recuerde que siempre se deben llenar los vasos hasta arriba. No hacerlo así es de mala educación. Un vaso de vodka a medias trae muy mala suerte.

          Personalmente a mi el vodka no me gusta mucho. En el año 1990 tuve oportunidad de degustarlo a conciencia junto con mi amigo Ángel Cerviño en un restaurante ruso en París. Probamos varias clases distintas como aperitivo, lo tomamos como bebida a lo largo de la cena y también acompañando el postre y la verdad, no lo recuerdo como una bebida especialmente apropiada. 

          Sí recuerdo que efectivamente, siempre nos llenaron los vasos hasta arriba. Y también que tanto los propietarios del restaurante que eran rusos, como su gato que era siamés, eran encantadores.

          Pero lo que mejor recuerdo y con gran nitidez, es que tras abandonar el restaurante, Cerviño y yo tardamos más de dos horas y media en rehacer el camino de vuelta al hotel, que a la ida nos había llevado diez minutos. 

          Ignoro que paisajes de París recorrimos aquella noche, pero en cualquier caso no podría atribuir dicho efecto a la bebida. El hecho de que una vez en el hotel descubriéramos que mi cama la ocupaba un joven rubio de abundante melena rizada y la de Cerviño otrro misterioso desconocido, lo que nos obligó a ambos a dormir en sendos sofás, tampoco nos pareció en aquel momento una consecuencia atribuible a la ingestión masiva de vodka. 

          Y hoy, al menos a mi sigue sin parecérmelo. Tendré que preguntarle a él... Prometo informarles.

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