13/4/09

Antonio (retrato)


          El retrato es seguramente el paradigma de la fotografía, pues un rostro para nosotros no es otra cosa que toda una vida. O muchas. A veces, incluso la nuestra.

          En el retrato se dan cita el drama, la belleza, el fracaso y el triunfo. Y también la muerte. Una historia entera de principio a fin. Un retrato siempre parece más verdadero y noble que cualquier otra fotografía... aunque no sepamos bien por qué. 

          El “he aquí”, el “esto ha sido” es en el retrato más que en ninguna otra especialidad de la fotografía, algo mágico. Tal vez por eso el recuerdo de las personas que amamos, es casi siempre la imagen de su rostro, y cuando la perdemos nos sentimos solos.

          Si aceptamos la idea de Roland Barthes de que la foto viene a nosotros a través de un salto en el tiempo, el retrato es su expresión más alta y perfecta. Un retrato, una persona; una persona, un alma.

          No miramos un retrato como un paisaje o una naturaleza muerta para comprobar que aquello estuvo allí. Lo miramos y el retrato nos mira a nosotros obstinadamente también. Desafiándonos a poner a prueba la verosimilitud de su existencia, y por ello la de la nuestra. 

          El retrato no sólo es algo que fue. Es también y sobre todo, “alguien” que fue. Tal vez nosotros mismos en otra época. Y mientras lo estudiamos, ese “alguien” nos estudia desde su tiempo. ¿Qué pasa entonces? 

          No hay mayor paisaje que el rostro humano, dicen. El retrato tiene que ver con la muerte, pero también con la resurrección (probablemente con la resurrección de la carne, -sostiene Pereira-). Y por eso en un retrato antiguo, en el de un difunto, nos parece que el que fue todavía sigue ahí. 

          Y no sólo él, sino también el fotógrafo. En su pupila. Diminuto, negro, como una silueta. Casi invisible pero presente y vivo. Todos los fotógrafos saben esto. Yo mismo me he encontrado, inesperadamente y a menudo por duplicado en la cubeta del cuarto oscuro, cuando las fotos todavía se revelaban, en el rostro del modelo. Y ayer mismo, en una revista de moda descubrí en los ojos de Linda Evangelista a Javier Vallhonrat... dos veces.

          Todos los fotógrafos están en los ojos del otro.


          El retratado que preside estas líneas es Antonio, un viejo amigo y gran pintor cuya pista perdí hace tiempo...Tal vez poniéndolo aquí vuelva a encontrarlo. ¿Quién sabe?

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