5/4/09

El mastodonte de Jorge Guillén

          El mastodonte de Jorge Guillén, que sentía auténtica pasión por la fragancia de alhelí fue un caso raro. Los mastodontes por lo general no solían tener buen olfato y mucho menos un gusto tan refinado. Aquel mastodonte era especial.

          El poeta lo cita en un famoso poema que todos los lectores seguramente conocen: "¿Adónde vas mastodonte, / adónde vas por ahí? / ¿Vas en busca de algún monte / con fragancia de alhelí?"

          Se desconoce cómo y cuándo pudo trabar amistad Jorge Guillén con el citado animal. Los mastodontes se extinguieron durante el Pleistoceno tardío y es improbable que ninguno de ellos hubiera visto alguna vez un alhelí, una planta mediterránea que florece en primavera. 

          Por supuesto es aun más improbable que alguno hubiera podido conocer en persona al vate de Valladolid. Al menos esto es lo que opina la mayoría de la gente. Resulta difícil creer que pudieron coincidir alguna vez en algún sitio Jorge y el mastodonte.

          Sin embargo algunos datos apuntan que el poeta pudo ver realmente a uno de estos grandes mamíferos, tal vez durante su estancia en Suiza entre los años 1909 y 1911. Y si encontró uno, ¿quién nos dice que no pudo hablar con él?

          Los mastodontes vivieron en los grandes bosques de coníferas y se han encontrado los cuerpos de algunos ejemplares en los Alpes en buen estado de conservación, ya que a medida que se producían los drásticos cambios climáticos del Henfiliense tardío, estos nobles animales se desplazaron siguiendo a los bosques hacia las zonas altas de las montañas.    

          A propósito de esto el verso "¡Oh mastodonte ligero, / que prefieres el talud!", debería hacernos reflexionar.

          Los poetas son muy raros. Nunca se sabe de dónde sacan la inspiración. Muchas veces se limitan a contar un suceso cualquiera, corriente, que les ha ocurrido de verdad a ellos mismos, y a los que no poseemos su talento nos parece extraordinario. Pero no lo es: en ellos es lo normal.

          Un mastodonte que se halló en Siberia en 1977 tenía más de 40.000 años de antigüedad y según parece conservaba aun en perfecto estado sus órganos olfativos.

          No cabe duda de que si Jorge hubiera llegado a conocer en persona a este ejemplar superdotado le hubiera dedicado una vibrante elegía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hm. Me temo que esos versos de Guillén son apócrifos, lo que demostraría lo que todo el mundo sabe aunque lo quieras callar: que el mastodonte no era de otro que de Alberti.