Un río pequeño se perdió en una llanura. No encontraba el mar y se perdió. Después estuvo muchos años dando vueltas por ahí, haciendo meandros y más meandros sin rumbo fijo. Dio tantas vueltas que hasta llegó a cruzarse consigo mismo una vez e hizo un lago. Después siguió, pero el mar no aparecía por ninguna parte y el río no tenía ni la menor idea de hacia dónde podía caer.
Cuanto más buscaba el mar, más crecía el río. Se fue haciendo mayor y llegó a ser el río más grande del mundo. Entonces se convirtió en una atracción turística de fama internacional y mucha gente iba a verlo. El río siempre les preguntaba a todos:
– Por favor, ¿podrían decirme hacia dónde cae el mar?
Y unos le decían “por allí”, otros “por allá”, y era un lío. El río no sabía qué hacer y cada vez estaba más perdido. En una ocasión casi llega al mar. Aunque nunca lo supo pasó a tan solo unos centímetros de la orilla. Pero el gobierno había hallado una jugosa fuente de ingresos en el turismo y no estaba dispuesto a renunciar a ella. Construyó un dique enorme antes y el río no llegó al agua.
Como siguió dando vueltas llegó un día en el que todo el país era el río mismo, y ya no quedaba ni una franja de tierra por la que no pasaran sus aguas. En ese momento el gobierno tuvo que declarar el país zona catastrófica y la gente se fue.
Pero los patos, las garzas y los colimbos se quedaron. Y estaban encantados de la vida.
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