El hombre apareció en la tierra hace más o menos medio millón de años; y desde entonces se come.
Aunque su carne no sea especialmente sabrosa, el hombre es un animal que se adapta a cualquier clima y ambiente, y puede criarse casi en todas las condiciones imaginables de nuestro planeta, incluso en las más duras, por lo que ha sido a menudo muy apreciado como animal doméstico y de engorde. Se alimenta con cualquier cosa y casi no requiere cuidados.
Para acabar de redondear el tema, en los últimos veinte mil años el hombre apenas ha experimentado cambios y eso gastronómicamente es una ventaja: sabe exactamente igual que siempre, lo que no puede decirse de muchos productos que consumimos hoy.
Hay muchas clases distintas de hombres: caucásicos, mongólicos, alpinos, negroides, etc. Aunque las diferencias entre unos y otros son insignificantes, por generalizar los asiáticos suelen ser mejores para guisar, y los caucásicos para el horno. Los alpinos y centroeuropeos que son más rechonchos, quedan ideales en brochetas.
En ensaladas ninguno va bien.
Ciertos hombres como el hombre de Java, el de Pekín que se preparaba laqueado, o el de Piltdown, en realidad no existen. Nadie los ha probado nunca. Son mitos gastronómicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario