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Breve diccionario de curiosidades femeninas


Abadesa. La de Monviedro fue legendaria, pues el día que cumplió los cien años sin que nadie se lo hubiera pedido empezó a rejuvenecer por sí misma. Ante el asombro del resto de las monjas, el proceso de rejuvenecimiento no se detuvo nunca. La piel de la abadesa se alisó y se volvió más tersa. Después recuperó el pelo y los dientes, y la buena mujer volvió a su juventud y a su niñez, y al claustro materno, y al instante mismo de su concepción, momento en el que la devota monja tuvo la oportunidad insólita de conocer a su propio padre y hablar con él antes de su nacimiento (el de ella). Por último, la abadesa nonata desapareció. Algo parecido le ocurrió una vez a un lama tibetano, pero como era hombre su historia no la contaremos aquí.


Abridera. Virgen cuya parte frontal se abre en dos puertas con bisagras. Una vez abierta, la Virgen suele hablar y contar alguna historia más o menos increíble. Si al oyente le disgusta la historia no tiene más que cerrar las puertas y la virgen se calla, permaneciendo así todo el tiempo que se disponga.


Asunción. Los conquistadores españoles de esta ciudad tenían la costumbre de casarse con más de 100 indias a la vez para evitarse problemas con las tribus locales. Los franciscanos rechazaban estos matrimonios y ponían en duda la validez del sacramento así realizado, aunque sí admitían los bautismos masivos, y en ocasiones algunos de estos religiosos adelantados llegaron a bautizar a más de doscientos mil indios de una sola tacada. Los indios se dejaban bautizar porque sí. Porque a fin de cuentas... ni les iba ni les venía.


Batallón Femenino de la Muerte. Fuerza militar de resistencia formada en 1917 por viudas de oficiales del Zar. Defendieron heróica y bárbaramente el Palacio de Invierno.


Berenice. Su cabellera la descubrió por casualidad el simpático filósoso y astrónomo griego Coñón de Samos, a quien no hay que confundir con aquel otro Coñón natural de la parroquia de Sober, en Lugo, de agudo ingenio y tan citado por don Álvaro Cunqueiro.


Burra. La de Balaán fue famosa porque rompió a hablar, aunque pronunciaba con dificultad la erre doble y sólo sabía contar hasta siete.


Ciervas. Las del César llevaban un collar de oro con la inscripción “Noli me tangere, quia Cesaris sum”. Si un cazador mataba una de estas ciervas aunque fuera por error, era ajusticiado de inmediato.


Cleubulina. Hija de Cleóbolo, uno de los siete sabios de Grecia. Era poeta y escribía adivinanzas, pero no hay nada más que contar de ella. En cambio de su padre sí. Fue el que acuñó la famosa frase “mediocritas optimum” que el papa Borgia, muchos años después cuando le presentaron a tres frailes que habían sorprendido fornicando en los jardines vaticanos, tras mandarlos castrar traduciría libremente como “felice el de enmedio”.


George Sand. Muchas personas saben que la escritora vivió en Mallorca una tórrida historia de amor con Chopin, pero pocas conocen el dato de que cuando llegó a Palma lo hizo en un barco cargado de cerdos, entre los que viajaba el propio músico.


Gruesa. No se trataba de ninguna mujer, sino de la cantidad de ostras por persona, doce docenas, con que los romanos solían comenzar los banquetes. Los hobbits empleaban también esta unidad de medida, pero en su caso equivalía a catorce catorcenas.


Hijas del tabernero de Les Pieux. Como ha dejado escrito don Álvaro Cunqueiro en “As Crónicas do Sochantre”, las Hijas del tabernero de Les Pieux eran cuatro. Según contó el insigne escritor las cuatro andaban siempre arremangadas y pusieron de moda en Bretaña las natillas de café, que preparaban con una receta secreta, por lo que no podemos transcribirla aquí.


Juana I de Anjou. Reina de Nápoles y de la Provenza. Fue una precursora de la liberación femenina por medio de la liquidación de bienes gananciales, al vender al papa Clemente VI la ciudad de Aviñón por 80.000 florines.


Kilissim. Montaña mágica de Persia. Las mujeres que se atrevían a subir a ella ya no podían bajar jamás.


Melusina. Hada maravillosa que construía puentes a los que siempre le faltaba un arco.


Robinia. Papilionácea arbórea americana traída a Europa por el famoso Robín, jardinero real de París. También conocida como falsa acacia, en Madrid es tradición plantarla por las calles. Las robinias siempre dicen la verdad si se les hace la pregunta correcta.


Santa Inés. A pesar de los reiterados intentos de acabar con esta santa por medio del fuego, dicha empresa resultó imposible pues Santa Inés era ignífuga. Al final hubo que decapitarla.


Santa Reparada. Santa florentina cuyo brazo fue venerado como una reliquia durante siglos, aunque todo el mundo sabía perfectamente que era de yeso.

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