15/10/10

Sam


Sam Rihet es guardaespaldas. No es un guardaespaldas cualquiera, sino uno de los mejores. Sam es negro. Es muy grande. Es un experto en armas cortas y técnicas de defensa personal. Va al gimnasio diariamente y practica judo y tiro dos veces por semana. Lee, estudia y se entrena cuanto puede para estar al día en lo suyo. Antes fue policía, en Nueva York. Ahora vive en París. Trabaja para la embajada americana y tiene un buen sueldo. Es orgulloso.


Sam vive en un minúsculo apartamento bien decorado cerca del Palais Royal. Es un apartamento tan pequeño que su enorme cuerpo negro apenas cabe en él. Las paredes, pintadas de amarillo, están llenas de miniaturas y azulejos. Sobre todo azulejos. Hay cientos. Sam los colecciona.


La mayoría son azulejos europeos del siglo XVII con grabados de animales. Los de caballos y perros son los que más le gustan. Es una pasión refinada e insólita en un hombre como él. Sus favoritos son cinco azulejos de estilo oriental que formaron parte de la decoración de alguna sala en el Palacio de Aranjuez, de Felipe IV de España. O al menos eso es lo que aseguraba el catálogo de Sotheby’s. Habrá que creérselo, suele decir él con ironía. Cada tarde, al volver de la embajada Sam se sienta allí, en su salón, y los mira.


Un día sus superiores descubren su curiosa afición. Llenos de suspicacia abren una investigación, pero meses después la cierran sin obtener ninguna conclusión. Sam es un profesional con una trayectoria impecable. Y un buen hombre. Sin embargo y a pesar de su brillante hoja de servicios, lo despiden. Ese día Sam vuelve a casa abatido. Se deja caer en el único sillón del minúsculo salón. Se sirve una copa, enciende un cigarrillo y mira sus azulejos. Y mientras contempla ensimismado la rara perfección de las miniaturas y admira la belleza de los limpios trazos del dibujo, piensa con veneración en el virtuosismo y en el talento de la mano que los hizo. Y fuma.


Y también piensa: ¡qué cabrones!

2 comentarios:

Carcamal dijo...

Una historia muy actual, me temo.

Por cierto, que lo acabo de ver. Enhorabuena por la publicación del libro. Husmearemos por ahí.

Argax dijo...

Me suelen gustar todos tus cuentos, pero este, quizás por los azulejos, me imanta.

Un saludo.