26/10/10

El Libro Hueco de Phineas Gage


Para Carlos, a propósito de una conversación sobre la literatura “técnica”.


El Libro Hueco, descomunal obra literaria inacabada, fue escrito a mediados del siglo XIX por Phineas Gage, a la sazón un simple operario de una empresa de montajes eléctricos de Boston.


Phineas, hijo de un mecánico y una profesora de danza, había nacido en 1827 en Denver, donde cursó sus primeros estudios. Parece ser que el joven Phineas comenzó a escribir el Libro Hueco, un inmenso resumen del mundo, sin mucha convicción en 1848. Pero hasta 1856 las páginas que escribía por la noche aparecían borradas por la mañana, por lo que a los veintinueve años, decepcionado, abandonó el proyecto. Sin embargo la suerte estaba de su parte. Tres años después, en 1859, Phineas resultó agraciado con la loto y se hizo rico. La nueva situación le permitió dejar la fábrica en la que trabajaba y reanudar la escritura del libro, tarea a la que se entregó por completo. En los cinco años siguientes, aprovechando las fiestas para no salir de casa, escribió los dos primeros capítulos del libro y sorprendentemente, en esta ocasión las páginas no se borraron. Animado por este hecho fortuito, en los siete años siguientes pudo escribir aun cuatro capítulos más.


La inesperada muerte de Phineas en accidente de tráfico en 1871 proporcionó a su autor una oportunidad inmejorable de dar por terminada su obra, y retirarse del mundo literario de una forma elegante y discreta. Se ignora a donde hubiera sido capaz de llegar Phineas si hubiera vivido más tiempo. La empresa borgiana e inaudita de escribir de una sola vez un libro que lo contuviera todo nunca había sido abordada antes. Es preciso señalar además que Phineas no trataba de escribir una enciclopedia, aunque eso es lo que nos puedan parecer a primera vista muchos fragmentos de su libro. Él lo llamaba “la verdadera literatura”, pues consideraba que el conocimiento técnico y su discurso escrito eran equiparables a la poesía y a la magia. Y que la belleza de lo escrito no residía en el lenguaje y en su forma, sino en su capacidad para transmitir el conocimiento de forma eficiente.


Si bien la mayoría de los expertos consideran su libro carente por completo de mérito literario, a nuestro juicio el talento de Phineas no ha sido justamente reconocido. La minuciosidad de sus descripciones y la detalladísima y precisa, aunque caótica, exposición de temas, empañan a veces la visión de un aliento poético de altura que revela un talento creativo y artístico único. En el anexo que se incluye al final de esta reseña, en el que se transcribe un fragmento de la parte octava del capítulo sexto: “del desmontaje de los rodamientos montados sobre manguitos”, el lector podrá observar cómo un tema árido y estrictamente técnico se convierte en la voz de Phineas en una pequeña joya literaria repujada con la minuciosidad de un orfebre, y dotada de una insólita belleza. El que hasta ahora sólo unos pocos especialistas y aficionados hayan sido capaces de comprender el verdadero sentido de estos textos y apreciarlos en toda su profundidad y sentido, no debe conducirnos a error: con la poesía ocurre exactamente lo mismo.


El Libro Hueco, actualmente en la Huntington Library de San Marino (California), consta en total de diez y ocho mil páginas numeradas, repartidas en veinticuatro tomos. El capítulo primero ocupa seis tomos; los capítulos segundo y cuarto ocupan tres cada uno, y los capítulos tercero, quinto y sexto se reparten en los doce tomos restantes. Los títulos de los capítulos son los siguientes.


Capítulo Primero.

Que trata de la creación; del Gran ingeniero y de sus hijos, y de lo que hicieron antes del mundo y también de lo que hicieron después; de la corriente alterna; de la cría de peces en cautividad; del ensamblaje de las piezas diminutas; del rey Moctezuma; de los cuervos de Nueva Caledonia que construyen nidos con flores; de la congruencia de los triángulos; del clima en el norte y en el sur; de Amundsen; de las distintas formas de matar a un hombre; de los escarabajos enrolladores de la hoja del roble y los escarabajos enrolladores de la hoja del abedul; de los monos etíopes que se niegan a hablar para no ser obligados al trabajo; de los poetas y de por qué no se vuelven locos con un apéndice donde se demuestra que no es la imaginación la que conduce a la locura, sino la razón; de la Santa Madre de Dios, la virgen María; de la fabricación de cordeles de distintos grosores; y de la elaboración de miel de Cerdeña y cómo evitar su amargor.


Capítulo Segundo.

En el que se habla de los Spirobolus o gigantes de mil pies que vivían en África y se alimentaban de hígado crudo; de las tormentas eléctricas; de las tormentas secas; de las tormentas de cieno; de las tormentas del mar; de la alineación y desalineación de ejes en las maquinarias móviles; de los viajes en el tiempo; del Karakurt o lobo negro de Oriente; de los hombres que deliberadamente no sueñan; de los perezosos, paresseux o bradypus (lamentables e inútiles seres cuya aparición anuncia la desgracia); del hinojo; de los manuales de instrucciones de los electrodomésticos comunes; de la navegación por Castilla; de los idiomas imposibles; de las aguas estancadas; de las aguas en movimiento; de las aguas que caen; de las aguas peligrosas (las que reflejan el rostro de un hombre); de la gasolina y del asesinato.


Capítulo Tercero.

Que trata de la elaboración de los panes árabes hechos de castañas, garbanzos y arroz; de la operación de contar; de los piojos masticadores o malófagos (Ardeicora maculatus) que atacan a la cigüeña negra y la devoran; de las nubes altas; de las nubes bajas; de las nubes de agua; de las nubes de inversión y de las nubes anejas; de las cucarachas alemanas o francesas a las que llaman en Rusia cucarachas prusianas; de la vid Labrusca; de la composición de versos; de los nombres del diablo; de la imaginación; de las cavidades resonantes; de los apotemas de las figuras planas; del calzado romano: caligae, corrigae, coturnos, campagus, crepidae, perus y otros; del concepto de infinito; y de la meteorología oceánica.


Capítulo Cuarto.

Donde se trata de la reproducción por partenogénesis; de las suertes de la lidia; del sistema inglés de medidas; del estómago; de la letra equis; de la determinación de la circunferencia; de los insectos; de la virginidad; de la fermentación alcohólica; de la nada; de la lectura de derecha a izquierda; del Pescadito de Plata del Azúcar (Lepisma sacharina); de la navegación por tierra, incluyendo esta parte una breve biografía de Fray Saturio el Navegante; de la utilidad del credo, las avemarías y otras oraciones usuales como fórmula para medir los tiempos de cocción según lo explicó Bartolomeo Scappi, cocinero de Pío V; de los escarabajos grabadores; de cómo hacer que no pase nada muy lentamente; de la delgadez; del oxímoron; de la mariposa de la col; y de la redacción apropiada de epopeyas.


Capítulo Quinto.

Que trata en profundidad de la fabricación de distintos reclamos para aves hechos con madera, cuero y otros materiales; de los glaciares; de la rima; de los motores de combustión; del silencio; del virus de la fiebre aftosa; del color; de las aguas subterráneas; del nacimiento de las estrellas; del Corán; de las partes del oído humano y del Órgano de Corti; de los Cinocéfalos de Aldrovandi; de los ciervos voladores; de las fórmulas adivinatorias; de las longitudes terrestres y de las distancias cósmicas; del diagnóstico de problemas y la detección de vibraciones anómalas en la maquinaria mediante la observación; de las lentes aplanáticas; de las distintas clases de palomas, domésticas y silvestres, y más propiamente de la Paloma Magnífica de las Frutas (Megaloprepia magnífica); del dátil.


Capítulo Sexto.

En el que se trata del sistema nervioso parasimpático; de las vaquitas de San Antón y su importancia como reguladores agrícolas; del estudio del firmamento; de los gobios de arena; del Drago (Arbor Draconis), y muy especialmente de un ejemplar que hubo en el jardín de los P.P. Capuchinos de Cádiz, en España, y que vio Pehr Löfling en 1753, y también de cómo por orden de éste, don Pedro Virgilio, Cirujano Mayor de la Armada, envió ese mismo año una flor y un fruto de dicho árbol a Carl von Linné, a Upsala, que así pudo clasificarlo correctamente; del cultivo del lino; de la focha común; de la Edad de los Metales; del desmontaje de los rodamientos montados sobre manguitos; de los colimbos y somormujos; y del miedo.


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Anexo (extracto del capítulo sexto)

Fragmento de la parte octava, relativa al desmontaje de los rodamientos montados sobre manguitos.

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La mejor forma de desmontar los rodamientos montados sobre manguitos de fijación es mediante golpes de martillo. Los golpes deberán aplicarse cuidadosamente y con precisión a un casquillo en contacto con la tuerca de fijación o, si eso no es posible, en contacto con el aro interior. Nunca debe emplearse un botador para llevar a cabo esta operación, pues con toda probabilidad se dañaría irremediablemente la pieza o el manguito. Para proceder correctamente siga los siguientes pasos.


Primero señale bien la posición del manguito en el eje. Esto es importante para poder montarlo después tal como estaba. Acto seguido libere la pestaña de la arandela de retención, antes de proceder a golpear el casquillo. Por lo general los casquillos suelen tener una tapa para amortiguar los golpes.


A continuación afloje la tuerca de fijación, coloque el casquillo en contacto con la tuerca, rece y golpee con un martillo rígido unas cuantas veces en el centro, con golpes secos, hasta que el rodamiento se suelte. En el caso de que el manguito estuviera montado hacia adentro, deberá situarse el manguito contra el aro interior del rodamiento.


Con respecto a los rodamientos montados sobre manguitos de desmontaje, se pueden desmontar fácilmente sin plegarias, con una tuerca de fijación y una llave de gancho; o con una llave de impacto.


Si el manguito sobresale del extremo del eje, inserte un disco de apoyo con el mismo diámetro nominal que el agujero del manguito para evitar su deformación. Después lubrique la rosca y la tuerca con bisulfuro de molibdeno, y aplique la llave hasta que el rodamiento se suelte.


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2 comentarios:

maikix dijo...

Conociendo tu gusto por la literatura técnica, no me extraña que te parezca apasionante el Libro Hueco. Reconozco que algunos capítulos... me ponen.
XDD

Un abrazo.

Carcamal dijo...

Amigo Víctor:

Te agradezco enormemente la dedicatoria de este divertido y enciclopédico relato que, además, confirma mis sospechas sobre los ataques de sonambulismo que, sin duda, sufres.

Seguro que el amigo Phineas se lo pasó de miedo escribiendo su Libro Hueco, pero sospecho que tú no le andas a la zaga cuando te pones a ello. Me imagino que alguna vez, aunque sólo sea por curiosidad, te habrás preguntado el número de páginas que has escrito en toda tu vida. Estoy seguro que con ellas se podría elaborar al menos un libro "semisólido".

¡Que vivan los manguitos y las distancias cósmicas!

Un abrazo y, de nuevo, gracias.