28/10/10

La cuchara de plata

Un niño nació con una cuchara de plata en la boca y no hubo forma de quitársela. A pesar de que el ginecólogo que lo atendió en el parto lo intentó, resultó imposible. Se hizo mayor y seguía con la cuchara en la boca. Iba con la cuchara a todas partes. Este niño no comía chicle, pero por culpa de la cuchara no daba pie con bola en el cole.


– Jacinto Felipe Borja –le decía la profesora de matemáticas–, ¿cuánto son siete por seis?


Y el niño sin quitarse la cuchara de la boca contestaba correctamente:


– Ñuarrendaijó.


Pero por culpa de la cuchara no se le entendía nada y claro está, la profesora le ponía un suspenso enorme. En la universidad le pasó otro tanto de lo mismo. Estudió la carrera de Derecho y se convirtió en un abogado malísimo. Los jueces nunca entendían nada de lo que decía y sus defendidos tampoco. Más adelante se casó. Por suerte sus hijos nacieron normales, sin cuchara, aunque él hubiera preferido que la tuvieran. Llegó a tener seis nietos y seguía con la cuchara en la boca. Su mujer le decía:


– Jacinto, deberías dejar ya esa cuchara. No sirve para nada.


Un día, ya viejo, por fin murió. Sus familiares pensaron que entonces podrían quitársela pero ni con esas. Tuvieron que enterrarlo con la cuchara puesta.

1 comentario:

Argax dijo...

El nunca entregó la cuchara, nunca. Es como si no hubiera muerto.