Un sapo iba diciendo por todas partes que era un príncipe, pero nadie lo creía. Como ya estaba harto decidió ir a palacio y exponer el asunto directamente al rey. Al verlo llegar el rey, al igual que hacía con todos sus súbditos, lo saludó diciéndole:
– ¿Qué te trae por aquí, hijo mío?
Y al sapo aquello le bastó.
1 comentario:
Para mi solamente también me basto.
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