Los árboles son vegetales de tronco leñoso con una copa desarrollada. ¿Quién no ha visto uno alguna vez?, que levante la mano. ¿Nadie? Me lo imaginaba. Todo el mundo sabe lo que es un árbol. Lo que pocos saben es que muchos árboles son sagrados. En la Biblia salen algunos, y ya los antiguos celtas celebraban sus ceremonias a la sombra de robles centenarios a los que profesaban adoración.
Por lo general consideramos que una planta es un árbol si mide más de tres metros de altura; si no es así y en lugar de un único tronco tiene una serie más o menos numerosa de tallos, entonces lo llamamos arbusto (también hay arbustos sagrados, pero no trataremos de ellos aquí). Las plantas trepadoras no son árboles, aunque midan más de tres metros.
Los árboles, además, son los seres vivos más longevos que hay, por lo que sean sagrados o no, muchos de ellos son sabios y se los debe tratar como a tales. Los robles, con una dieta adecuada pueden llegar a vivir mil años, y algunas coníferas y secuoyas más de cuatro mil. También son los seres vivos más grandes del planeta, una famosa secuoya americana que trabajó en varias películas de Hollywood, mide ciento veinte metros de altura.
Hasta aquí lo básico. Ahora bien, los árboles sagrados no son una rareza como se suele creer. Son muy abundantes. Se dan en todas las latitudes excepto en los polos, hasta los tres mil metros de altura, al igual que los árboles normales. No se sorprenda pero es probable que en el parque público más próximo a su casa haya más de uno y usted aun no se haya dado cuenta. Distinguir un árbol sagrado de uno que no lo es, no es tarea fácil sin embargo. Los orientales, los indios y los pueblos de culturas que viven más en contacto con la naturaleza tienen un sexto sentido y los identifican al momento, pero los occidentales hace mucho que hemos perdido ese don.
En cualquier caso, la próxima vez que vaya usted a dar un paseo por el Retiro, o por Hyde Park, o por el campo, fíjese bien en los árboles. Tres sencillas claves que le daré a continuación le permitirán identificar fácilmente a un árbol sagrado. Tome nota.
Primera. Si en la base del tronco hay ofrendas de frutas, leche fresca, miel e incluso algún pequeño regalo, es que se trata de un árbol sagrado sin ninguna duda. En ese caso bajo ningún concepto toque las ofrendas; déjelas donde están. Ya se encargarán los pájaros, las hormigas y las ardillas de subírselas a la copa.
Segunda. Este signo es inequívoco: si el árbol anda, es sagrado. La posibilidad de que encuentre usted un árbol andante en Europa es remota, salvo que viva cerca del bosque de Birnam. En cambio si vive en Japón es posible que pueda ver un Ki-no-o-bake, un tipo de árbol andante bastante común en aquella región. El Ki-no-o-bake se reconoce de inmediato, pues es capaz de adoptar distintas formas mientras camina: de gato, de ave, e incluso de hombre.
Tercera. Si el árbol no encaja en ninguno de los dos casos anteriores, entonces no le queda más remedio que proceder a un examen más en profundidad. Acérquese a él muy despacio, apoye su oido en el tronco, contenga la respiración y escuche: todos los árboles sagrados susurran secretos al oido de los hombres sabios. Si efectivamente el árbol es sagrado, sea lo que sea lo que le diga, recuerde siempre que se trata de un secreto y nunca debe contárselo a nadie.
En Galicia hay unos cuantos árboles sagrados bien conocidos. En el jardín botánico de Padrón puede verse por ejemplo un árbol del amor (Cercis siliqustrum) que perteneció a Macías. El árbol del amor tiene muchos nombres, algo común entre los árboles sagrados: algarrobo loco, arjorán, árbol de Judas, ciclamor... Según se cree Judas Iscariote utilizó un fornido ejemplar de esta especie para poner fin a su vida de una forma muy teatral: envuelto en sus hermosas flores de color lila. El ejemplar de Padrón además, en recuerdo del dolor y el sufrimiento de su propietario, “O Namorado”, tiene la copa en forma de corona de espinas.
Además también son sagrados el Carballo de Santa Margarita que vive en Mourente (Pontevedra) y conoció en persona al padre Martín Sarmiento; la higuera de Siradella de O Grove que da higos rojos; y un naranjo, el famoso Laranxo Obsceno de Brandariz (Citrus aurantium), en Ortigueira, cuyos frutos tienen la forma de genitales femeninos, razón por la que en los siglos XVIII y XIX estuvo varias veces a punto de ser talado por las autoridades eclesiásticas que lo consideraban un prodigio venido del infierno.
1 comentario:
En caso de tener que recurrir a la tercera clave y tratándose de un parque público muy arbolado, me permito sugerir la utilización disimulada de un fonendoscopio para facilitar una localización más discreta de los ejemplares, aunque desconozco la compatibilidad entre la tecnología y los árboles sagrados.
Me apunto el de Brandaríz.
Apertas.
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