Wallace Stevens, abogado, experto ornitólogo y poeta que vivió en Stanford (Conneticut, USA) a principios del siglo XX, dejó escrito un breve texto en el que describe con exactitud las trece formas posibles de ver un mirlo. Una de ellas, de las más difíciles, es entre veinte montañas nevadas. En este caso hay que estar muy atento para descubrir el mirlo y la cosa requiere cierta práctica, pues lo único que se mueve en ese paisaje maravilloso y detenido, propio de una fotografía de Ansel Adams, es el ojo del mirlo.
Los mirlos (Turdus merula) son comunes en nuestros campos y jardines durante todo el año. Son inconfundibles, al menos para los europeos, ya que son las únicas aves totalmente negras y con el pico amarillo (los machos adultos, las hembras no) de Europa. Claro que Wallace escribió su texto en América, así que tal vez se refería al mirlo acuático, una especie propia de allí, muy activa, que se sumerge en los rápidos y cascadas de las corrientes en busca de comida. O tal vez al mirlo americano de cabeza amarilla o al mirlo americano alirrojo... ¿Quién sabe de qué habla un poeta cuando habla de sí mismo? Siempre es un misterio.
En cualquier caso los mirlos tienen un canto muy bonito a base de una curiosa mezcla de tiits estridentes, trinos, gorjeos y estrofas musicales melodiosas que en ocasiones parecen una conversación. Y aunque huidizos, son pájaros bastante habituados a la presencia humana por lo que es fácil acercarse y mantener una charla más o menos coherente con ellos. Pruebe con silbidos y chasquidos cuando tenga uno cerca en cualquier parque y verá.
Plinio los tenía por originarios de Alemania, y los suecos los consideran ave nacional. En Galicia los llaman melro y merlo; y en muchas partes de España mirla, en femenino. Esto también lo hacía un personaje de Delibes que llamaba milana a una ave que tenía; si bien no se trataba de un milano sino de una grajilla como las de Konrad Lorenz. Y según Petronio los antiguos romanos fabricaban hermosas jaulas para decorar los jardines de sus casas, en las que guardaban ruiseñores, currucas y mirlos entre otras aves, para que los alegraran con su canto y con su hermosa estampa. Los mirlos además son buenos imitadores de sonidos y pueden reproducir la voz humana, el maullido de un gato y otros sonidos curiosos, si se tiene la paciencia de enseñárselos.
Volviendo al señor Wallace, de las trece formas de ver a un mirlo si bien todas son admirables la más perfecta a mi juicio es esta:
“Yo tenía tres almas
Como un árbol
En el que hay tres mirlos”.
3 comentarios:
Voy a probar de nuevo lo de los silbidos y chasquidos, porque cada vez que he intentado acercarme a un mirlo para entablar relación ha salido huyendo despavorido, a pesar de mis ruiditos amigables.
Es posible que se trate de un problema de pronunciación.
¡Uy cuando vengas a Madrid te presentaré al mirlo que viene todas las mañanas a mi patio. Escarba en mis macetas para comer gusanitos? y cuando acaba de comer, gorgojea y canta que es una gloria. Intento espantarlo a veces pero no se asusta en absoluto ni levanta el vuelo. Se va andando como si la cosa no fuera con él e incluso se da vuelta y me mira.
Preciosas esos versos de W.Stevens.
"Thirteen Ways of Looking at a Blackbird
I was of three minds,
Like a tree
In which there are three blackbirds.
Yo tenía tres almas
Como un árbol
En el que hay tres mirlos”.
Otras versiones:
I en http://adamar.org/ivepoca/node/764
Yo era de tres pareceres,
como un árbol
en el que hay tres mirlos.
II en http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=254&Itemid=1&limit=1&limitstart=15
Tenía tres deseos
Como un árbol
En el que hay tres mirlos.
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