Este es uno de mis árboles favoritos. Y lo es por muchas razones.
1- Las hojas son preciosas, como pequeños pai-pais; o diiminutos abanicos chinos.
2- Es único en su especie. Casi un fósil viviente. Y esto es admirable, porque es como un poema que se ha perdido para siempre, y del que solo queda un verso, una música, un rastro... quizás nada.
3- Es el único ser vivo que sobrevivió a (y floreció después de) las bombas de Hiroshima y Nagasaki. A esto los humanos lo llamamos resistencia y también lo consideramos admirable.
4- Se le atribuyen tantas propiedades curativas y benéficas desde hace tanto tiempo que inevitablemente, tiene que ser mágico.
5- Aguanta lo que le echen. Esta es la razón por la que se planta tanto como árbol de alineación en Estados Unidos, en Japón y en otros sitios, en las calles de las grandes ciudades, entre rascacielos, donde nunca llega la luz, la contaminación es muy alta y ningún otro árbol sobreviviría.
6- En invierno y esto es lo mejor de todo, a medida que amarillean las hojas el árbol entero se vuelve una brillante joya amarilla y bronce que reluce como un sol. Y en verdad que es como un ramo de oro, gigantesco, hermosísimo e inesperado.
Como el ginkgo crece muy lentamente no hay muchas oportunidades, al menos en Europa, de ver uno bueno, aunque últimamente se plantan más en nuestras ciudades. Personalmente me gustan tres. Uno está en los jardines de Kiew (Londres), justo junto a la entrada del parque. Otro en Madrid, enfrente del Ritz, en plena calle de Recoletos. Y otro en Santiago de Compostela, junto a Correos.
Pero por supuesto, si usted viaja a Japón tendrá la oportunidad de ver muchos más... y lógicamente, mejores. Hágalo. Los ginkgos japoneses además, caminan y conocen la lengua de los hombres.
1 comentario:
Tenemos uno precioso en el campus de la U. de Navarra, justo enfrente del central. En otoño es una maravilla. Un día te vienes a Pamplona, nos tomamos unos chatos y lo ves. Abrazos.
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