El hombre citado por Castelao que llegó a Ilustrísimo señor por riguroso turno de antigüedad se llamaba Eugenio Fernández Campana y era natural de Riós, Ourense.
De Eugenio, que había nacido siendo un niño normal y bien formado, ya dijo el párroco de la iglesia de Santa María en el momento de darle el agua bautismal que llegaría muy lejos. Y así fue. Pero aunque este hombre se hizo famoso en los últimos años de su vida gracias a la viñeta en la que lo retrató, satisfecho y feliz, el escritor de Rianxo, lo cierto es que llevó una existencia muy desgraciada.
En su juventud había sido un hombre afable y tranquilo, pero con el tiempo la angustia y la exasperación acabaron por dominar su carácter y consumirlo. Pues Eugenio vivió sus últimos años un verdadero infierno interior, atemorizado día y noche ante la posibilidad, terrible e implacable, de que la muerte pudiera llegar antes que el título.
1 comentario:
El pobre hombre estaría deseando que fallecieran todos los que le precedían en la lista, no es de extrañar.
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