También se come. Bueno, nosotros no lo comemos habitualmente pero otros pueblos sí. Por ejemplo a los chinos les encanta, y los antiguos mayas criaban unos de una raza diminuta solo para consumirlos asados. O sea que los perros se comen. A qué saben, no lo sé. El caso es que también ellos nos comen a nosotros si se les presenta la ocasión, así que no debe de haber nada de malo en comer perro. Lo que no hacen los perros es matarnos. Es muy raro que un perro mate a un hombre. Rarísimo. Llevan 100.000 años viviendo con nosotros tranquilamente sin matarnos así que no tienen esa costumbre, aunque hoy en día algunos amantes de ciertas razas se empeñen en entrenarlos para eso. Pero si los perros por casualidad nos encuentran muertos (ocurre a veces), y tienen hambre, entonces comernos no les parece tan mal. En esto sí que parecen ser el mejor amigo del hombre: te quiero, te como.
Pero nosotros les tenemos demasiado cariño y la idea de comerlos nos resulta, al igual que en el caso de los caballos, desagradable. Además con los perros la cosa se acentúa porque son animales muy fieles. Más fieles que las personas y por supuesto, no nos gusta nada comernos a alguien fiel. No ocurre lo mismo con un pollo. Como el pollo no nos es fiel, nos lo comemos tranquilamente sin ningún cargo de conciencia.
Lo de los perros es diferente. Freud, por ejemplo, siempre atendía a sus pacientes con su perro al lado, y era el cánido el que le indicaba cuando se había acabado la sesión. El perro lo sabía porque los perros pueden “oler” el tiempo; al igual que pueden “oler” otras muchas cosas, como las emociones. Hoy he leído en una revista un artículo sobre Serge Lutens y otros fabulosos hombres-nariz, perfumistas, y también hablaban de esto: oler las emociones.
En cualquier caso lo del perro de Freud no tiene nada que ver con lo que hacen hoy los psiquiatras, que emplean un reloj para medir el tiempo de la consulta. En esto no hay color. Dónde va a parar. Un reloj no es lo mismo que un perro. Nadie se comería un reloj. Ni siquiera un Baume & Mercier de cinco mil dólares. Es que no alimenta. Y no sabe a nada.
NOTA: A título de curiosidad diré que no he encontrado “perro” en varios diccionarios gastronómicos que he consultado, obviamente escritos por occidentales. Sin embargo si he encontrado en dos de ellos “perra”, con el significado de “borrachera”. Asombroso.
1 comentario:
dicen los entendidos que saben a pollo. Sólo por eso prefiero no comérmelos.
Publicar un comentario